Más allá del debate político reciente sobre el estudio de victimización en escuelas y colegios, conviene, de manera serena y objetiva, entender que la cuestión de la seguridad en el entorno escolar debe ser objeto de un seguimiento sostenible por parte de toda la sociedad urbana y ello implica que cada uno asuma la parte que le toca, pero de manera coordinada.
El año pasado fue la muerte del rector del colegio Naciones Unidas y otros comportamientos violentos de algunos estudiantes, lo que había generado alarma. También existen fenómenos de intimidación a maestros, proxenetismo y prostitución, circulación de drogas duras y porte de armas blancas en algunos colegios, y no solamente de estratos bajos. Y ahora se constata la victimización de los jóvenes escolarizados frente a las agresiones y robos, según analiza el estudio reciente de la Secretaria de Gobierno y el Dane.
No hay que poner en discusión que la vulnerabilidad de la comunidad académica ha aumentado y que los factores de riesgo están latentes. ¿Cómo responder de manera estructural y sostenida al reto de brindar seguridad ciudadana a estudiantes y profesores? ¿Cómo construir un ambiente escolar sin violencias? La respuesta no es única y tiene varias caras. Por ello mismo, se requiere una respuesta integral, corresponsable, por parte de todos los actores del entorno escolar: gobierno distrital, gobierno nacional, fuerza pública, padres de familia, rectores, profesores, organizaciones sociales, empresarios, transportadores, comerciantes vecinos a los colegios, actores políticos, Personería, Cámara de Comercio, etc.
El estudio en cuestión debería servir menos para un debate político clásico y más para construir soluciones y coordinaciones durables entre todos los actores involucrados. No será la primera vez que desde esta columna se plantea la necesidad de un “Pacto de convivencia y seguridad ciudadana para el entorno escolar”, que facilite la necesaria discusión pública sobre el tema y la concepción de una estrategia de acción integral.
El pacto debe orientarse a establecer acciones específicas de prevención de la violencia y la agresión contra y entre escolares, o hacia profesores. Debe abordar la prevención de la violencia en las familias de los estudiantes, la protección a la entrada y salida del colegio con la policía comunitaria. En Rio de Janeiro por ejemplo la guardia urbana, sin armas, es responsable de la convivencia en el entorno escolar. Habrá que desarrollar programas para estimular el buen uso del tiempo libre de los estudiantes, acciones de seguridad vial para el transporte escolar, así como de prevención de la drogadicción y la prostitución en el entorno escolar.
El reto es prevenir en los colegios y en su entorno toda forma de violencia y toda amenaza sobre estudiantes y profesores. No podemos darnos el lujo de escatimar esfuerzos para reducir la vulnerabilidad de los que son el futuro de nuestra sociedad. La próxima generación no puede estar marcada por la intolerancia.
Publicado El Nuevo Siglo 31-03-2007
Publicado www.lapalabradigital.com
El año pasado fue la muerte del rector del colegio Naciones Unidas y otros comportamientos violentos de algunos estudiantes, lo que había generado alarma. También existen fenómenos de intimidación a maestros, proxenetismo y prostitución, circulación de drogas duras y porte de armas blancas en algunos colegios, y no solamente de estratos bajos. Y ahora se constata la victimización de los jóvenes escolarizados frente a las agresiones y robos, según analiza el estudio reciente de la Secretaria de Gobierno y el Dane.
No hay que poner en discusión que la vulnerabilidad de la comunidad académica ha aumentado y que los factores de riesgo están latentes. ¿Cómo responder de manera estructural y sostenida al reto de brindar seguridad ciudadana a estudiantes y profesores? ¿Cómo construir un ambiente escolar sin violencias? La respuesta no es única y tiene varias caras. Por ello mismo, se requiere una respuesta integral, corresponsable, por parte de todos los actores del entorno escolar: gobierno distrital, gobierno nacional, fuerza pública, padres de familia, rectores, profesores, organizaciones sociales, empresarios, transportadores, comerciantes vecinos a los colegios, actores políticos, Personería, Cámara de Comercio, etc.
El estudio en cuestión debería servir menos para un debate político clásico y más para construir soluciones y coordinaciones durables entre todos los actores involucrados. No será la primera vez que desde esta columna se plantea la necesidad de un “Pacto de convivencia y seguridad ciudadana para el entorno escolar”, que facilite la necesaria discusión pública sobre el tema y la concepción de una estrategia de acción integral.
El pacto debe orientarse a establecer acciones específicas de prevención de la violencia y la agresión contra y entre escolares, o hacia profesores. Debe abordar la prevención de la violencia en las familias de los estudiantes, la protección a la entrada y salida del colegio con la policía comunitaria. En Rio de Janeiro por ejemplo la guardia urbana, sin armas, es responsable de la convivencia en el entorno escolar. Habrá que desarrollar programas para estimular el buen uso del tiempo libre de los estudiantes, acciones de seguridad vial para el transporte escolar, así como de prevención de la drogadicción y la prostitución en el entorno escolar.
El reto es prevenir en los colegios y en su entorno toda forma de violencia y toda amenaza sobre estudiantes y profesores. No podemos darnos el lujo de escatimar esfuerzos para reducir la vulnerabilidad de los que son el futuro de nuestra sociedad. La próxima generación no puede estar marcada por la intolerancia.
Publicado El Nuevo Siglo 31-03-2007
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