30 de noviembre de 2007

Secretaría de Seguridad Pública

Bogotá necesita una Secretaría de Seguridad Pública. Es importante que la capital desarrolle un esquema institucional específico para el manejo de la seguridad ciudadana y la convivencia y que integre los diferentes componentes (coerción, prevención, solidaridad). Debe dársele un manejo autónomo y un nuevo liderazgo a esta política, de tal forma que se faciliten las relaciones entre el gobierno distrital, la policía y las agencias del Estado, nacionales como distritales, que deben intervenir para seguir avanzando en la seguridad de los bogotanos.

Bogotá se ha venido consolidando en América Latina como un ejemplo a seguir en materia de política de seguridad ciudadana y convivencia. Los resultados desde la administración de Jaime Castro, y a los que han contribuido Mockus, Peñalosa y Garzón, han sido positivos en relación con todo aquello que es objeto de medición: cuatro tipos de muertes violentas y siete delitos calificados como de alto impacto. Pero responder efectivamente a los nuevos retos de la seguridad ciudadana, puede necesitar un empuje institucional decidido que permita, entre otros puntos: a)Darle estatus de miembro del gabinete al principal asesor del Alcalde en materia de seguridad ciudadana; b)Darle un manejo integrado y con un direccionamiento único a las diferentes componentes de la seguridad pública; c)Institucionalizar la coordinación de los servicios de prevención social de la delincuencia y, en consecuencia, d)Manejar de manera concentrada y coordinada con la política los recursos y fondos existentes; e)Institucionalizar y fortalecer los programas de atención a las víctimas iniciados recientemente; f)Implementar una gran encuesta de victimización que complemente las cifras oficiales y que visibilice muchas conductas no registradas por las denuncias ciudadanas.

Ya se ha dicho que, a pesar de que las cifras oficiales mejoren, no es raro que la percepción de inseguridad ciudadana en el futuro desmejore. Se trata de un fenómeno normal, según el cual, la evolución social y económica de una sociedad la puede hacer más aversa al riesgo. Es el caso de Bogotá, donde además la capacidad de demanda ciudadana que se había desarrollado en los 90s frente a los delitos contra la vida y la libertad, se ha trasladado ahora, paradójicamente gracias a los resultados de la política pública, hacia otras conductas como el atraco callejero y las violencias cotidianas y domésticas. Lo que se haga para concentrar y visibilizar más la institucionalidad distrital para la seguridad pública, tendría un impacto positivo directo en la percepción.

La posesión del alcalde Moreno Rojas sería ocasión apropiada para llegar, con el apoyo de la coalición de gobierno, con la propuesta y el cronograma para poner en marcha la Secretaría de Seguridad Pública. Sería este un logro más de las grandes ciudades de Colombia para construir reflejos de seguridad urbana, en necesario complemento a la lógica de la seguridad nacional que ha primado en las instituciones y actores nacionales.

Publicado El Nuevo Siglo 3-12-2007
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24 de noviembre de 2007

Desnombramiento

Muchos dijeron que Uribe había cometido un error cuando nombró a Chávez como mediador. La razón aducida era que no se puede nombrar alguien que no se pueda desnombrar. Y parece que el argumento hizo más carrera del lado venezolano pues Chávez actuó hasta ahora como si no tuviera amenaza de “desnombramiento”, a juzgar por los errores elementales de diplomacia, el último de los cuales fue saltarse los canales naturales de comunicación con el comandante del ejército.

No hay duda en que era una carta arriesgada de Uribe y tal vez, aún hoy, la única capaz de lograr una salida real al acuerdo humanitario, dado el ascendente del fenómeno Chávez sobre la guerrilla colombiana. Pero por lo mismo, se trataba de una situación peligrosa para el objetivo del gobierno Uribe de quitarle oxígeno político y exposición mediática internacional a la guerrilla. En estos tres meses, las FARC recuperaron visibilidad política e interlocución internacional, la misma que habían perdido en los últimos años. Pero en ese tiempo, la posibilidad del acuerdo humanitario estuvo más cerca que nunca.

El Gobierno dejó la impresión de que desde hacía varias semanas venía buscando el pretexto para parar la mediación del presidente de Venezuela. Quedaron “colgados de la brocha” no solamente Chávez y Piedad, sino también Sarkozy, los secuestrados de las FARC, sus familias y todos los colombianos que quieren un acuerdo humanitario.

Resulta difícil creer que la decisión del gobierno no tendrá efectos sobre otros frentes. Las FARC parecían haber visto en Chávez una posibilidad de visibilidad internacional. Su reacción podría ser la de un enfriamiento y endurecimiento respecto de cualquier negociación o intercambio con el actual gobierno.

Chávez por su parte respondió desde su cancillería, ahora sí con lenguaje diplomático. Pero no es descartable haya un efecto de enfriamiento de temas sensibles de la agenda binacional, al menos por algún tiempo. Los franceses, tan interesados en el tema, habían puesto en esta mediación mucha expectativa y la opinión pública francesa ha percibido la decisión de Uribe como impredecible, por decir lo menos. Es difícil, pero tampoco habría que descartar que las FARC avancen hacia una entrega a Chávez de algunos secuestrados, lo que sería retornar al escenario que algunos analistas habían aventurado antes del “nombramiento” de Chávez como mediador y que precisamente había precipitado en Palacio este nombramiento, como en una especie de “fuga hacia adelante”.

Retornados al punto “cero” del acuerdo humanitario, la gran pregunta es si algo se moverá antes de las próximas elecciones presidenciales. Una lógica de racionalidad política hace pensar que las FARC se reservarán para ese momento la posibilidad de incidir, como ya lo hicieron en las tres elecciones anteriores, una vez impulsando el la opinión pública hacia el candidato de la paz y dos veces seguidas hacia el candidato de la mano dura.

Publicado El Nuevo Siglo 27-11-2007
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17 de noviembre de 2007

Democracias urbanas

Los resultados electorales del 28 de octubre demostraron que se sigue gestando en Colombia un esquema de democracia urbana que contrasta con lo que ocurre en el nivel nacional. Ganaron candidatos independientes o de la izquierda democrática en las grandes ciudades. y algunos incluso a pesar de una abierta campaña en contra por parte de Palacio. En Bogotá la victoria de Samuel confirmó el anclaje de Bogotá en el centro-izquierda, probablemente en la búsqueda de consolidar un esquema de ciudad incluyente capaz de combinar los logros en infraestructura de los años 90s con las necesidades, atendidas en los últimos cuatro años pero siempre latentes, de mayor inclusión económica y social. La misma ciudad que dio mayorías a Uribe en el nivel nacional, se la juega por otro modelo de sociedad en lo local, como si enviara el mensaje de la necesidad de un equilibrio en la sociedad colombiana.

Luego de dos administraciones realmente pobres, los caleños no escogieron a Kiko Lloreda, representante de las familias tradicionales de la élite caleña. Por el contrario le entregaron la confianza a Jorge Iván Ospina, candidato independiente, de centro izquierda, con la esperanza de que esta vez el voto no se dilapide. A decir verdad, los antecedentes de Ospina como funcionario público fueron sus principales credenciales, a diferencia de las experiencias anteriores. Es importante para esta ciudad con la gobernabilidad tan menguada, que las expectativas creadas no se vean frustradas una vez más. Ello obligará a Ospina a un gobierno muy responsable en el manejo de la cosa pública. Cali no soportaría una decepción más.

El caso de Medellín, siempre mal analizado por las encuestas, produjo la continuidad de la buena gestión de Fajardo. Alonso Salazar representa como el que más la posibilidad de dar continuidad a los logros de la propuesta política del movimiento Compromiso Ciudadano. Parecería que Medellín está tomando la vía que Bogotá inició en los 90s con un esquema de continuidad en la construcción de una idea de ciudad con mayor cultura ciudadana. Lo de Medellín es prometedor. También es de cuidado para la nueva administración, dadas las expectativas elevadas.

Y Cartagena también se la jugó por la “mariamulata” en un claro rechazo a la política tradicional. Por ese mandato distinto resulta fundamental que la nueva alcaldesa sea capaz de sortear los retos de la gestión pública de una ciudad con los problemas de Cartagena sin necesidad de transar en principios con la clase política tradicional de Cartagena que se ha mantenido en el Concejo.

Las zonas urbanas de Colombia siguen buscando nuevos rumbos, nuevos modelos e idearios de ciudad y en ello se prefigura lo que sería una nueva opción para todo el país en 2010. De los resultados de estas gestiones urbanas también dependerá la posibilidad de que los colombianos busquen trasladarla al nivel nacional.

Publicado El Nuevo Siglo19-11-2007
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9 de noviembre de 2007

Planeación de la futura Bogotá (2)

La Bogotá de los próximos 20 años estará marcada por el metro. Como lo dijo El Nuevo Siglo la semana pasada, entraremos en la “metromanía”. Una ciudad es una antes y otra después del metro. Basta mirar a Medellín, donde se crearon nuevas centralidades, se desarrollaron nuevos hábitos de desplazamiento en la ciudad. Allí los espacios públicos del metro se han convertido en espacios de pedagogía para la cultura ciudadana. También se han disminuido la fragmentación y la segregación urbana. En efecto, el metro ha logrado que las diferentes ciudades que hay en Medellín se crucen y se integren, como ha ocurrido con el Barrio Santo Domingo, tradicionalmente marginalizado, que con la línea del metrocable se convirtió en una nueva centralidad y se integró a la ciudad. Además de eje del sistema de movilidad, el metro de Medellín ha sido un elemento fundamental para la integrar la ciudad.

Esta columna ya había tratado algunos retos de la planeación futura de Bogotá orientada a construir un modelo social urbano, de ciudad incluyente y competitiva. Y entre esos retos hay que insistir en el desarrollo del Sistema Integrado de Transporte, la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de desarrollo territorial en torno a la renovación del aeropuerto, el relanzamiento de un pacto por el Habitat para recuperar el déficit de vivienda de la ciudad a través de la renovación urbana y el acceso equitativo a la banda ancha. A esto se debe sumar la recuperación ambiental de Bogotá y de sus fuentes hídricas.

Pero la realidad del metro, que en 15 días hizo cambiar de opinión al propio Presidente, es el reto más importante para la planeación de la futura Bogotá. El trazado del metro y sus áreas de influencia estructurarán la vida cotidiana de los bogotanos. Aparecerán nuevas centralidades, nuevas dinámicas económicas, nuevos itinerarios y formas de desplazamiento multimodal; también nuevas articulaciones entre los barrios y con la ciudad-región, como nuevas posibilidades de renovación urbana. También aparecerán nuevas vulnerabilidades.

El concepto clave será la anticipación. Por un lado se deben anticipar los posibles problemas de especulación con la tierra en las áreas aledañas al eje del metro. Por otro, se debe anticipar el aprovechamiento de la dinámica económica que seguramente acompañará una obra de estas características.

El alcalde Moreno le dijo al Presidente que no entenderían los bogotanos que la Nación financie el 70% del Metro de Medellín y se oponga al de Bogotá. Y eso es cierto. Tampoco entenderían los bogotanos que no se aprovechara este megaproyecto para relanzar la dinámica económica urbana, el desarrollo de nuevas centralidades, la revitalización de zonas de la ciudad subutilizadas y la disminución de la segmentación social de Bogotá. La planeación de la futura Bogotá y la revisión del POT deben dar cuenta de estas nuevas dimensiones y dinámicas urbanas.

Publicado El Nuevo Siglo 12-11-2007
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2 de noviembre de 2007

Hecatombe: ¿Falso positivo?

Ha dicho el Presidente: “Reelección: sólo si hay una hecatombe”. El país lleva una semana interpretando “hecatombe” en el vocabulario de Palacio. Muchos se concentraron en la apreciación del “buen sentido de la expresión gráfica” acomodado por José Obdulio y otros en el hecho de una coalición uribista centrífuga. Hay otras ventanas para analizar lo que el Presidente quiso decir.

Se diría que el Presidente sueña con ser cuasivitalicio, pero como algunos partidos de la coalición tienen la intención de presentar pre-candidatos, una vía posible para crear la necesidad de la nueva reelección es la exacerbación de los miedos. Uribe sabe bien que en procesos electorales los ciudadanos se preocupan por el futuro de dos maneras: a través de los sueños o a través de las ansiedades y temores. Y la estrategia parece lógica: Combinar una altísima popularidad con una gran angustia o un gran miedo coyuntural. Creando desde ahora el imaginario de hecatombe, menos frente a la reorganización de fuerzas políticas que frente al accionar de grupos armados, se “corregiría” para Palacio lo incómodo que resulta lo impredecible. La estrategia es la hecatombe predecible.

Y hay evidencia reciente de este tipo de estrategias. El evento del 11-9 estuvo presente en el imaginario de los norteamericanos en la reelección de Bush, montada en la estrategia neoconservadora de exacerbación de los miedos y las ansiedades. Esta “burbuja de miedos” duró hasta las siguientes elecciones al Congreso, cuando perdió las mayorías republicanas. Pero del otro lado, la crisis del 11-M sobre la cual Aznar intentó montar la misma estrategia de Bush, produjo al contrario el efecto boomerang que dejó a Zapatero como vencedor en España. La evidencia, como la teoría de la complejidad, muestran que no siempre se puede controlar la dinámica de los actores (en este caso los electores) post-hecatombe. Ni siquiera en las que resultan de falsos positivos.

Habría que hacer también un paralelo entre Chávez y Uribe. Resulta extraño que el Presidente Uribe busque asemejarse a Chávez pretendiendo una presidencia a perpetuidad. Uribe ha dicho que ya en América Latina había que abolir las viejas categorías políticas de izquierda y derecha, pero era difícil imaginar que buscara parecerse a Chávez en esta pretensión de una presidencia vitalicia.

La frase del Presidente denota una clara desconfianza en las instituciones y los líderes colombianos. Es cierto que Colombia vive una gran crisis en algunas de sus instituciones (legislativo, algunos gobiernos locales), pero también es cierto que otras instituciones se han caracterizado por su robustez y legitimidad (Corte Suprema, alcaldías de Medellín y Bogotá, algunos Ministerios) y que existen, en la oposición como en el uribismo, líderes capaces de conducir la sociedad colombiana. El presidente debe explicar a los colombianos lo que quiso decir para evitar tergiversaciones. A no ser que sea parte de la estrategia.

Publicado El Nuevo Siglo 05-11-2007
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