26 de febrero de 2007

Mujeres de centro-izquierda

Hillary Clinton y Ségolène Royal son dos mujeres susceptibles de presidir dos de los países con mayor liderazgo en el mundo. Segolène, Francia desde 2007. Híllary, Estados Unidos desde 2009. En uno y otro país se dice que ellas asocian una visión social y progresista a una concepción conservadora de la familia y de la educación. Algo así como la derecha de la izquierda, o un centro-izquierda.

En Estados Unidos el Partido Demócrata recoge sensibilidades desde las más a la izquierda (liberal se dice en ese país) hasta posiciones más neoliberales. Como si en Colombia existiera un partido que recogiera desde el Moir hasta el liberalismo gavirista y el conservatismo moderado. Clinton tiene apellido y cuenta con una organización estructurada, resultado de 8 años como primera dama. Parte con gran favoritismo para las internas del partido frente al afroamericano Barack Obama y al ex candidato a la vicepresidencia Edwards. Hillary conduce una campaña situada en el centro político, combinando una preocupación por lo social, con una imagen de líder ponderado, que sabe componer con visiones de grupos conservadores a través de su defensa de valores familiares. En economía, Hillary defiende sin ambiguedad el libre comercio y el espíritu de empresa, en un país donde incluso los sindicatos se preocupan por el crecimiento y la salud de las empresas. En política internacional es posible que avance en la lógica del mundo multipolar, alejado de la visión de única potencia, pregonada por los neoconservadores de Bush.

En Francia, el debate se presenta entre Segolène Royal del Partido Socialista y Nicolas Sarkozy, candidato de derecha alejado de la defensa gaullista y chiraquiana del “modelo social a la francesa”. Segolène surge como una alternativa del Partido Socialista, alejada de posiciones de izquierda radical y más cercana a posiciones pragmatismo en temas de sociedad: prevalencia de la autoridad en materia de seguridad, realismo en la financiación de las políticas sociales y apertura frente a la promoción del trabajo utilizando instrumentos económicos liberales. Su visión contemporánea de la política se ha evidenciado con una estrategia de marketing político más moderna, que explica su rápido ascenso político. En un contexto de segunda vuelta en las presidenciales no se descarta que Segolène deba aliarse con François Bayrou, candidato del partido de centro UDF y actualmente “tercer hombre” en las encuestas, lo que cambiaría el ajedrez político en Francia y consolidaría la marca de centro-izquierda de la posible presidencia de Segolène.

Ambas representan nuevos aires en la política mundial, en la que rara vez aparecen mujeres presidenciables y a la vez, guardadas proporciones, con sensibilidades de centro izquierda. Se trata de una posibilidad que puede implicar múltiples efectos positivos para la geopolítica actual, no solamente por su condición de mujeres, sino por sus sensibilidades más progresistas.

Addenda: Existe la posibilidad de que Bogotá también se sume a esta ola de líderes mujeres con talante progresista.

Publicado El Nuevo Siglo 26-02-2007

19 de febrero de 2007

Negligencia, factor de inseguridad

Los responsables de la seguridad en Colombia se ocupan de parapolítica, guerrilla, narcotráfico, corrupción, raponazos o violencia intrafamiliar. El debate público se ha “seguritizado”. Pareciera que entramos en la “sociedad del riesgo” que definiera Beck en los años 80 y que en los países desarrollados, como dice Ballbé, trae una nueva concepción de la seguridad: la de la protección integral en todos los campos donde se detecta un riesgo o un peligro para el ciudadano.

Pero en Colombia estamos entrando mal a la sociedad del riesgo. Mal porque la preocupación por la inseguridad no puede limitarse sólo a Mancuso, Tirofijo o Chupeta. También está en los desastres naturales, en los accidentes o en la desprotección estatal.

El 7 de enero Nicolas Espitia, de siete años, murió de manera absurda en un hotel de Cartagena, succionado por un ducto del sistema de circulación de aguas de la piscina. No se dio razón de salvavidas o de brigadas de emergencias, ni aparecieron a tiempo los planos del sistema. Nada funcionó. La negligencia le costó la vida a Nicolás.

A final de enero fue asesinada Yolanda Izquierdo, madre de 5 hijos y representante de 800 familias víctimas de los paramilitares. Buscaba el legítimo derecho a la reparación. El Estado no la protegió. “El programa de protección de testigos no funcionó y se enredó en algún trámite burocrático”; dijo el Ministro del Interior (www.semana.com, 02-02-2007). La negligencia institucional también mató a Yolanda.

El 4 de febrero un saltarín inflable mal anclado fue elevado por fuertes vientos en un parque del sur de Bogotá. Murió un niño y ocho más resultaron heridos. El saltarín no tenía licencia de funcionamiento. Hubo negligencia en el control.

La negligencia de funcionarios, de instituciones públicas o de particulares es un factor de inseguridad ciudadana. En materia de riesgos para el ciudadano, no se están tomando en serio la responsabilidad institucional ni la responsabilidad civil extracontractual.

Los funcionarios del Estado deben asumir completamente sus funciones de protección al ciudadano. El Estado debe controlar si los particulares asumen con seriedad la seguridad de sus clientes o usuarios. La normatividad debe ser suficientemente disuasiva para que los riesgos asociados a la negligencia resulten costosos a los responsables. De lo contrario, la negligencia seguirá campeando y seguiremos relativizando las víctimas en esta sociedad. Y de esta manera, también se estará contribuyendo a mantener una cultura de la violencia.

No es creíble el discurso de la seguridad nacional, democrática o ciudadana, mientras en las actividades de la vida cotidiana, como las vacaciones de familia en Cartagena o el paseo al parque, la vida se ve amenazada por la negligencia de cualquier persona o institución. Si trabajamos por disminuir el número de víctimas ocasionadas por la negligencia, disminuirán también otros riesgos y se conseguirá una verdadera seguridad integral y humana que sirva de sustento al respeto de los derechos humanos más elementales: el derecho a la vida, a la salud y a la integridad física y moral.

Publicado El Nuevo Siglo, 19-02-2007

13 de febrero de 2007

El termostato del Presidente

“A quien le confiaría Ud el código del arma nuclear?” es la pregunta que hay que responderse a la hora de votar por un candidato presidencial. Eso sugería Michel Rocard, ex Primer Ministro de la Francia de Mitterrand, en algún curso de la Escuela Nacional de Administración. La pregunta no es inocente. Conduce a un análisis serio sobre el talante (y el termostato) de los candidatos.

Un presidente es el garante del Estado de Derecho, es el Jefe del Estado. Un presidente se elige para toda la ciudadanía y no solo para una parte de ella. Debe comportarse como arbitro de grandes querellas nacionales, más que como parte de estas. Porta la voz de la nación en el concierto internacional. La constitución colombiana es explícita: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y (…) se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos” (art 188 CP). Pero para asumir estas responsabilidades se requiere más que “ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de treinta años” (art 191 CP). Se requiere también mesura, ponderación, moderación, sindéresis. Se requiere de alguien a la altura de tal dignidad, centrado y que esté por encima del bien y del mal. Como decía Rocard, alguien a quien poderle confiar el código del arma nuclear.

El presidente de Colombia, y no de manera inocente, ha vuelto a entrar en terreno distinto del presidencial. Tal vez sea el terreno de un Primer Ministro o de un Ministro del Interior. Aunque no es lo que el país necesita, sus razones tendrá el señor Presidente para actuar de esta manera. Lo cierto es que, como diría Lucho Garzón, pareciera con problemas de termostato en la lengua.

La agenda informativa se ha concentrado en el tono del presidente y en los epítetos que ha utilizado frente a dirigentes de la oposición y viceversa. Ya el inicio del año estuvo concentrada en la firma del acuerdo entre políticos y paras, calificado por el Ministro del Interior como un papel sin transcendencia. Pero la calentura no está en las sábanas. El tema de la agenda informativa debería seguir siendo el de la crisis estructural de la parapolítica. Esta crisis necesita respuestas y decisiones de fondo, pero estas se sedimentan bajo la información sobre los episodios específicos de marras y sobre los que sigan apareciendo en las próximas semanas.

El presidente Uribe sigue orientando la agenda de los medios, en ocasiones con improvisaciones muy bien preparadas (remember la reacción al atentado de la Escuela de Guerra), en otras, como la actual, con epítetos orientados a calentar y polarizar el debate. No es que el termostato del presidente tenga problemas, es que Uribe lo utiliza muy bien para sus propósitos políticos, incluso a costa de la dignidad de la institución presidencial.

Addenda: Entre Vargas Lleras, alguno de los Santos, Pardo, Lucho Garzón, Petro, alguno de los Gaviria, Moreno el del BID, Fajardo y Martha Lucía Ramírez, a quien le confiaría Ud el código del arma nuclear?

Publicado El Nuevo Siglo 12-02-2007

5 de febrero de 2007

Corolario de un día sin carro

El jueves anterior Bogotá concluyó una nueva versión del día sin carro. Una vez más, en un país acostumbrado al maniqueísmo, hubo la oportunidad de escuchar el enfrentamiento entre partidarios profundos y detractores que lo califican de inocuo.

Hay que valorar este día en sus justas proporciones. No es nada malo para una ciudad, como jornada cívica y de ambiente republicano, esto es, de igualdad de circunstancias para los ciudadanos, al menos en la posibilidad de movilizarse. No es de todas maneras este día la solución a ningún problema de los ya complejos propios de la movilidad y el medio ambiente de la ciudad. Se trata de una jornada de pedagogía ciudadana y eso sólo ya es bastante bueno y además invita a la reflexión sobre el desarrollo sostenible de las grandes ciudades del país.

Este que pareció un día de vacaciones, permitió ver a la ciudad tranquila, ahorrándose una parte de la contaminación vehicular, pero sin embargo en actividad normal porque muchos ciudadanos tomaron este día para trabajar en actividades de proximidad o de escritorio, de planeación de actividades o de comunicaciones, que no implicaran desplazamiento. No ha habido las tan mencionadas pérdidas económicas: la productividad se ha mantenido y tal vez los cálculos puedan mostrar que incluso la incidencia de la jornada en la economía ha sido positiva. El comercio no ha perdido, sólo desplazó la venta en el tiempo, con excepción de las compras de impulso, poco significativas en mitad de semana. Hasta permitió el día sin carro la renovación de la foto Garzón-Lozano, ya no en debate electoral, sino compartiendo puesto en Transmilenio.

Y si no puede pretender ser solución de nada el día sin carro, si ha permitido insistir sobre los problemas de la movilidad y del medio ambiente de Bogotá que dependen de la administración distrital, del gobierno nacional y de la ciudadanía en general:

No puede seguir aumentando descomunalmente el parque automotor sin soluciones de fondo en infraestructura vial, sin acelerar el desarrollo del sistema multimodal de transporte masivo, con Transmilenio por supuesto, y con Metro necesariamente, pero también con la combinación de otras formas de movilidad. Este sistema multimodal de transporte debe partir del principio republicano que recuerda esta jornada de igualdad frente al transporte: no debería existir sector de la capital sin acceso a un transporte digno, ágil y de calidad.

Sólo una parte de la contaminación faltó este día. Pero suficiente para sentir más facilidad al respirar y para recordar a la autoridad ambiental que los controles de contaminación vehicular deben ser más frecuentes, en todo caso en relación con las tomas de imágenes para los noticieros, y que toda la capacidad de presión frente al gobierno nacional para aumentar los estándares ambientales de los combustibles colombianos, será agradecido por la ciudadanía y, para los más racionales, también por los administradores hospitalarios que podrán reorientar los rubros destinados a las enfermedades respiratorias para atender otras enfermedades igualmente graves.

Publicado El Nuevo Siglo 03-02-2007