El jueves anterior Bogotá concluyó una nueva versión del día sin carro. Una vez más, en un país acostumbrado al maniqueísmo, hubo la oportunidad de escuchar el enfrentamiento entre partidarios profundos y detractores que lo califican de inocuo.
Hay que valorar este día en sus justas proporciones. No es nada malo para una ciudad, como jornada cívica y de ambiente republicano, esto es, de igualdad de circunstancias para los ciudadanos, al menos en la posibilidad de movilizarse. No es de todas maneras este día la solución a ningún problema de los ya complejos propios de la movilidad y el medio ambiente de la ciudad. Se trata de una jornada de pedagogía ciudadana y eso sólo ya es bastante bueno y además invita a la reflexión sobre el desarrollo sostenible de las grandes ciudades del país.
Este que pareció un día de vacaciones, permitió ver a la ciudad tranquila, ahorrándose una parte de la contaminación vehicular, pero sin embargo en actividad normal porque muchos ciudadanos tomaron este día para trabajar en actividades de proximidad o de escritorio, de planeación de actividades o de comunicaciones, que no implicaran desplazamiento. No ha habido las tan mencionadas pérdidas económicas: la productividad se ha mantenido y tal vez los cálculos puedan mostrar que incluso la incidencia de la jornada en la economía ha sido positiva. El comercio no ha perdido, sólo desplazó la venta en el tiempo, con excepción de las compras de impulso, poco significativas en mitad de semana. Hasta permitió el día sin carro la renovación de la foto Garzón-Lozano, ya no en debate electoral, sino compartiendo puesto en Transmilenio.
Y si no puede pretender ser solución de nada el día sin carro, si ha permitido insistir sobre los problemas de la movilidad y del medio ambiente de Bogotá que dependen de la administración distrital, del gobierno nacional y de la ciudadanía en general:
No puede seguir aumentando descomunalmente el parque automotor sin soluciones de fondo en infraestructura vial, sin acelerar el desarrollo del sistema multimodal de transporte masivo, con Transmilenio por supuesto, y con Metro necesariamente, pero también con la combinación de otras formas de movilidad. Este sistema multimodal de transporte debe partir del principio republicano que recuerda esta jornada de igualdad frente al transporte: no debería existir sector de la capital sin acceso a un transporte digno, ágil y de calidad.
Sólo una parte de la contaminación faltó este día. Pero suficiente para sentir más facilidad al respirar y para recordar a la autoridad ambiental que los controles de contaminación vehicular deben ser más frecuentes, en todo caso en relación con las tomas de imágenes para los noticieros, y que toda la capacidad de presión frente al gobierno nacional para aumentar los estándares ambientales de los combustibles colombianos, será agradecido por la ciudadanía y, para los más racionales, también por los administradores hospitalarios que podrán reorientar los rubros destinados a las enfermedades respiratorias para atender otras enfermedades igualmente graves.
Publicado El Nuevo Siglo 03-02-2007
Hay que valorar este día en sus justas proporciones. No es nada malo para una ciudad, como jornada cívica y de ambiente republicano, esto es, de igualdad de circunstancias para los ciudadanos, al menos en la posibilidad de movilizarse. No es de todas maneras este día la solución a ningún problema de los ya complejos propios de la movilidad y el medio ambiente de la ciudad. Se trata de una jornada de pedagogía ciudadana y eso sólo ya es bastante bueno y además invita a la reflexión sobre el desarrollo sostenible de las grandes ciudades del país.
Este que pareció un día de vacaciones, permitió ver a la ciudad tranquila, ahorrándose una parte de la contaminación vehicular, pero sin embargo en actividad normal porque muchos ciudadanos tomaron este día para trabajar en actividades de proximidad o de escritorio, de planeación de actividades o de comunicaciones, que no implicaran desplazamiento. No ha habido las tan mencionadas pérdidas económicas: la productividad se ha mantenido y tal vez los cálculos puedan mostrar que incluso la incidencia de la jornada en la economía ha sido positiva. El comercio no ha perdido, sólo desplazó la venta en el tiempo, con excepción de las compras de impulso, poco significativas en mitad de semana. Hasta permitió el día sin carro la renovación de la foto Garzón-Lozano, ya no en debate electoral, sino compartiendo puesto en Transmilenio.
Y si no puede pretender ser solución de nada el día sin carro, si ha permitido insistir sobre los problemas de la movilidad y del medio ambiente de Bogotá que dependen de la administración distrital, del gobierno nacional y de la ciudadanía en general:
No puede seguir aumentando descomunalmente el parque automotor sin soluciones de fondo en infraestructura vial, sin acelerar el desarrollo del sistema multimodal de transporte masivo, con Transmilenio por supuesto, y con Metro necesariamente, pero también con la combinación de otras formas de movilidad. Este sistema multimodal de transporte debe partir del principio republicano que recuerda esta jornada de igualdad frente al transporte: no debería existir sector de la capital sin acceso a un transporte digno, ágil y de calidad.
Sólo una parte de la contaminación faltó este día. Pero suficiente para sentir más facilidad al respirar y para recordar a la autoridad ambiental que los controles de contaminación vehicular deben ser más frecuentes, en todo caso en relación con las tomas de imágenes para los noticieros, y que toda la capacidad de presión frente al gobierno nacional para aumentar los estándares ambientales de los combustibles colombianos, será agradecido por la ciudadanía y, para los más racionales, también por los administradores hospitalarios que podrán reorientar los rubros destinados a las enfermedades respiratorias para atender otras enfermedades igualmente graves.
Publicado El Nuevo Siglo 03-02-2007
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