“A quien le confiaría Ud el código del arma nuclear?” es la pregunta que hay que responderse a la hora de votar por un candidato presidencial. Eso sugería Michel Rocard, ex Primer Ministro de la Francia de Mitterrand, en algún curso de la Escuela Nacional de Administración. La pregunta no es inocente. Conduce a un análisis serio sobre el talante (y el termostato) de los candidatos.
Un presidente es el garante del Estado de Derecho, es el Jefe del Estado. Un presidente se elige para toda la ciudadanía y no solo para una parte de ella. Debe comportarse como arbitro de grandes querellas nacionales, más que como parte de estas. Porta la voz de la nación en el concierto internacional. La constitución colombiana es explícita: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y (…) se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos” (art 188 CP). Pero para asumir estas responsabilidades se requiere más que “ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de treinta años” (art 191 CP). Se requiere también mesura, ponderación, moderación, sindéresis. Se requiere de alguien a la altura de tal dignidad, centrado y que esté por encima del bien y del mal. Como decía Rocard, alguien a quien poderle confiar el código del arma nuclear.
El presidente de Colombia, y no de manera inocente, ha vuelto a entrar en terreno distinto del presidencial. Tal vez sea el terreno de un Primer Ministro o de un Ministro del Interior. Aunque no es lo que el país necesita, sus razones tendrá el señor Presidente para actuar de esta manera. Lo cierto es que, como diría Lucho Garzón, pareciera con problemas de termostato en la lengua.
La agenda informativa se ha concentrado en el tono del presidente y en los epítetos que ha utilizado frente a dirigentes de la oposición y viceversa. Ya el inicio del año estuvo concentrada en la firma del acuerdo entre políticos y paras, calificado por el Ministro del Interior como un papel sin transcendencia. Pero la calentura no está en las sábanas. El tema de la agenda informativa debería seguir siendo el de la crisis estructural de la parapolítica. Esta crisis necesita respuestas y decisiones de fondo, pero estas se sedimentan bajo la información sobre los episodios específicos de marras y sobre los que sigan apareciendo en las próximas semanas.
El presidente Uribe sigue orientando la agenda de los medios, en ocasiones con improvisaciones muy bien preparadas (remember la reacción al atentado de la Escuela de Guerra), en otras, como la actual, con epítetos orientados a calentar y polarizar el debate. No es que el termostato del presidente tenga problemas, es que Uribe lo utiliza muy bien para sus propósitos políticos, incluso a costa de la dignidad de la institución presidencial.
Addenda: Entre Vargas Lleras, alguno de los Santos, Pardo, Lucho Garzón, Petro, alguno de los Gaviria, Moreno el del BID, Fajardo y Martha Lucía Ramírez, a quien le confiaría Ud el código del arma nuclear?
Publicado El Nuevo Siglo 12-02-2007
Un presidente es el garante del Estado de Derecho, es el Jefe del Estado. Un presidente se elige para toda la ciudadanía y no solo para una parte de ella. Debe comportarse como arbitro de grandes querellas nacionales, más que como parte de estas. Porta la voz de la nación en el concierto internacional. La constitución colombiana es explícita: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y (…) se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos” (art 188 CP). Pero para asumir estas responsabilidades se requiere más que “ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de treinta años” (art 191 CP). Se requiere también mesura, ponderación, moderación, sindéresis. Se requiere de alguien a la altura de tal dignidad, centrado y que esté por encima del bien y del mal. Como decía Rocard, alguien a quien poderle confiar el código del arma nuclear.
El presidente de Colombia, y no de manera inocente, ha vuelto a entrar en terreno distinto del presidencial. Tal vez sea el terreno de un Primer Ministro o de un Ministro del Interior. Aunque no es lo que el país necesita, sus razones tendrá el señor Presidente para actuar de esta manera. Lo cierto es que, como diría Lucho Garzón, pareciera con problemas de termostato en la lengua.
La agenda informativa se ha concentrado en el tono del presidente y en los epítetos que ha utilizado frente a dirigentes de la oposición y viceversa. Ya el inicio del año estuvo concentrada en la firma del acuerdo entre políticos y paras, calificado por el Ministro del Interior como un papel sin transcendencia. Pero la calentura no está en las sábanas. El tema de la agenda informativa debería seguir siendo el de la crisis estructural de la parapolítica. Esta crisis necesita respuestas y decisiones de fondo, pero estas se sedimentan bajo la información sobre los episodios específicos de marras y sobre los que sigan apareciendo en las próximas semanas.
El presidente Uribe sigue orientando la agenda de los medios, en ocasiones con improvisaciones muy bien preparadas (remember la reacción al atentado de la Escuela de Guerra), en otras, como la actual, con epítetos orientados a calentar y polarizar el debate. No es que el termostato del presidente tenga problemas, es que Uribe lo utiliza muy bien para sus propósitos políticos, incluso a costa de la dignidad de la institución presidencial.
Addenda: Entre Vargas Lleras, alguno de los Santos, Pardo, Lucho Garzón, Petro, alguno de los Gaviria, Moreno el del BID, Fajardo y Martha Lucía Ramírez, a quien le confiaría Ud el código del arma nuclear?
Publicado El Nuevo Siglo 12-02-2007
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