27 de julio de 2008

Cambió Colombia, ¿y ahora qué?

Sin el complejo de la guerra de guerrillas ahora los colombianos podremos sentarnos a discutir los temas de fondo. ¿Cómo daremos los grandes debates sin tener la siempre fácil excusa de las FARC? ¿O de los paramilitares? Es el reto de la política para la Colombia que cambió.

Algunos tratarán de mantener los viejos fantasmas. Pues se sabe que ha sido ha sido recurrente en la historia de la humanidad gobernar a través del miedo, como lo recuerda Corey Robin en su libro Fear: The history of a political idea. Pero es posible que, con unas FARC amputadas y desvertebradas, ya los colombianos no comamos cuento. Como lo hemos dicho aquí: las ciudades ya estamos en post-conflicto y ya se necesita otra política. El problema es que, con notables y saludables excepciones, la generación de políticos del conflicto, no sabe todavía pensar en clave de post-conflicto. Sin el conflicto con tema, los políticos tradicionales de las regiones, recién liberados o no, tal vez se refugiarán en los sempiternos discursos populistas. Y se mantendrán en la lógica de los puestos y los favores y no habrá rápidamente en las regiones un debate político para la Colombia del post-conflicto.

Queda esperar que los presidenciables que quedan hoy asuman el debate que toca. Miremos cómo está el poker. Juan Manuel Santos, que es habilidoso y es reconocido como el hombre de la estrategia de guerra, deberá construirse una imagen de estratega moderno del desarrollo. Si juega bien y convence a Ingrid de ir en el mismo tiquete, puede ganar la mano. La misma Ingrid es la segunda del juego. Y tiene una posibilidad de aumentar su presencia en la opinión pública colombiana, moviéndose afuera del país. Como dijo Eduardo Chávez, si no comete errores, ella es una candidata fuerte, a la que Lucho Garzón ya se ofreció a cargarle la maleta. El tercero es Sergio Fajardo, el más sintonizado hoy con los habitantes urbanos del país. Va lento y seguro haciendo la tarea de conocer el país. Su prueba más dura: enfrentar a los que ya no quieren más paisas en Palacio. Martha Lucía Ramírez, con un discurso moderno, acaba de presentar su candidatura en entrevista a El Espectador y está formando un dream team con un equipo joven y competente. Rafael Pardo depende hoy menos de su talento y sus conocimientos, que de la capacidad de reacción del partido liberal. Y si alguien pregunta por el espacio del Polo, hay que decirle que es el más perjudicado con los cambios recientes, pues lleva seis años sin pensar el país, pensando sólo en Uribe y cuidando nichos electorales unipersonales. Y, como en todo juego, habrá que esperar como reparte las cartas el tallador. Que en este caso es un Uribe, que pesará mucho en la campaña, sino para endosar votos, al menos para poner sus recursos de poder a nombre de alguien. Y si no decide reelegirse.

Publicado El Nuevo Siglo 27-07-2008

Publicado www.lapalabradigital.com

19 de julio de 2008

Cambio de cartilla en la percepción de seguridad

En las últimas semanas acentuó el problema de la percepción de inseguridad en Bogotá. , a pesar de que las cifras oficiales siguen mostrando descenso de los índices delictivos. El alcalde Moreno se ha esforzado por explicar que las noticias malas tienen mucha incidencia en tal percepción. Tiene razón. Pero a la gente le suena a excusa. En materia de percepción de inseguridad, hay que cambiar la cartilla. La percepción de inseguridad no es un tema accesorio que se maneja simplemente a través de comunicados y explicaciones. La política de seguridad ciudadana debe considerar la percepción de inseguridad como un tema central de la agenda y requiere de una buena estrategia, con medición, método, mensajes claros, acciones reales y acertadas, recursos y algo de olfato.

El problema no es sólo de Bogotá. Es de Santiago de Chile, de Ciudad de México, de Barcelona. Las teorías tradicionales de las políticas públicas, muy racionales por cierto, han asumido que mejorando la “seguridad objetiva” debería mejorar la percepción de inseguridad, como consecuencia lógica. Pero la evidencia muestra que no es así. Santiago de Chile es una ciudad con tasas de criminalidad bajas, comparables con las de ciudades europeas. Pero es una de las ciudades con mayor percepción de inseguridad en América Latina. Y para no ir muy lejos, una reciente encuesta de victimización y percepción de inseguridad de la Cámara de Comercio de Bogotá, mostró cómo la percepción de inseguridad aumentó de un 34% a un 39% en el segundo semestre de 2007, mientras que la victimización bajaba del 34 al 26%.

Si la percepción de inseguridad no está relacionada exclusivamente con la mejoría objetiva de la lucha contra el delito, ¿cómo incidir sobre ella? Lo primera es entenderla y medirla. Luego, determinar cuáles factores psicológicos, sociales y económicos inciden en ella. Cuáles formas de comunicación la aumentan o la disminuyen. Cuáles delitos tienen más impacto en ella. Cuáles son los temores de los ciudadanos. Cuáles lugares o situaciones generan más miedo. Qué tanto incide la confianza en las instituciones o en el mandatario. Qué tanto depende de experiencias individuales pasadas.

Una estrategia que parta de una medición consistente del fenómeno de percepción y que combine apropiadamente acciones de prevención, atención a las víctimas del delito, construcción de confianza, construcción de autoestima colectiva, mayor presencia de funcionarios distritales en el espacio público y comunicación y construcción de imaginarios apropiados, parece ser respuesta apropiada de política pública.

Alcalde, Ud ha sido bueno en el pasado para transmitir confianza a sus electores. Y puede entender que cuando dice que la percepción se debe a las noticias, así Ud tenga parte de la razón, a la gente le suene a excusa. Contar la dimensión del problema de percepción, la estrategia para combatirla y, cuando lleguen, los resultados, será mucho más efectivo, para la ciudad y para Ud.


Publicado El Nuevo Siglo 21-07-2008
Publicado www.lapalabradigital.com

14 de julio de 2008

¡Que no nos deje el tren!

Al salir de la reunión del pasado viernes con Uribe, Chávez dijo: “Nos debíamos esta conversación”. En privado seguramente hablaron de los temas que había que hablar: de las FARC, de la operación jaque, de Ingrid, de Ecuador, de Nicaragua, de la no injerencia de Venezuela en Colombia, de la frontera. También hablaron de los temas comerciales y de infraestructura. Los medios dijeron que sólo se habló de este tema y no está mal, pues desde hace mucho tiempo se esperaba, en Venezuela como en Colombia, que los dos presidentes hablaran de los temas estructurales del desarrollo. Para la opinión, el largo intercambio de dardos de los últimos meses, sobretodo del lado venezolano, ya parecía demasiado.

No voy a especular sobre las motivaciones de Chávez para emprender tal cambio de tono. Tal vez baste pensar que en el fondo se trata de un pragmático de la política que se va adaptando a la coyuntura. Parece más importante resaltar uno de los temas que tocaron: el del tren. Hacía mucho que no se hablaba de temas de fondo de la integración regional. Y el tema de infraestructura es supremamente importante y más para Colombia que para Venezuela.

Este país sin visión dejó acabar la infraestuctura férrea. Cuán importante sería hoy, con el barril de petróleo a más de US$140, disponer de un sistema férreo mínimo. Se ahorraría mucho en transporte de mercancías y materias primas. Cuán importante sería hoy ese sistema para sustentar el discurso de la competitividad que tanto gusta a nuestros tecnócratas, porque la verdad es que sin medios de transporte eficientes difícilmente seremos competitivos en muchas áreas.

Por ello, no hay que dejar en el sólo comunicado de prensa y en la ambientación de la reunión de presidentes, la promesa de un tren que una a Venezuela con Colombia y con el Pacífico y que de paso integre los Llanos orientales y estos con el centro y occidente del país. Se ha dicho que se trata de un tren para movilizar derivados del petróleo y otros productos y también pasajeros. Que se trata de un tren liviano y rápido, más económico que una carretera, y que podría extenderse hacia el piedemonte de la Amazonía colombiana y luego hacia Ecuador y los demás países andinos. Se sabe de la posibilidad que ofrecen las líneas férreas para estructurar asentamientos humanos y ciudades en torno a sus principales estaciones o nodos. Dijeron también los medios que Uribe, entusiasmado con la idea, agregó un tren por la Guajira que después debería interconectar con Centroamérica.

Podría tratarse todo esto de una simple calentura de sábanas para ambientar el momento. Pero tratándose, ni más ni menos, de retomar una visión estructural del desarrollo de un país como Colombia, vale la pena cogerle la caña a Chávez. ¡Que no nos deje el tren!

Publicado El Nuevo Siglo 14-07-2008

Publicado www.lapalabradigital.com

5 de julio de 2008

El efecto Ingrid

Los colombianos y el mundo están contentos con la liberación de Ingrid Betancourt. También con el regreso a la libertad de los otros catorce secuestrados. Ingrid se convirtió en símbolo de la lucha contra el secuestro en el mundo y ello hace más importante su rescate. El país nacional está de plácemes con esta liberación por lo que representa también como golpe a las FARC. Seguramente la marcha convocada por Ingrid será se vivirá como una estocada final.

La llegada de Ingrid también es saludable para el país político. Ya hay muchos haciendo cábalas y otros no necesariamente tan contentos, así por ahora no lo digan. No son pocos los que comenzaron a apostar a la dupla Santos-Ingrid para que materialice la “reelección de la seguridad democrática” que Uribe ha vuelto un mensaje casi subliminal. Pero Lucho Garzón, que conoce bien a Ingrid, dice que ella no juega de segunda, como también lo insinuó doña Yolanda Pulecio.

Parte de la izquierda, la más radical, esperaba que Ingrid saliera a liderar el movimiento antiuribista. Los moderados esperaban un discurso pos-uribista. Pero todo lo contrario, Ingrid le ha planteado al país la importancia de los ocho años de Uribe en la derrota de las FARC y además que algunas cosas se podrían hacer mejor. Ingrid no solamente ha respaldado al presidente, sino que se ha posicionado para incidir de manera importante en las próximas elecciones. Y esto es un alivio para el país político pues, sin las FARC y con Ingrid en el escenario, podremos pasar del sempiterno debate sobre el conflicto, que ha decidido las últimas elecciones presidenciales, a verdaderos debates sobre el futuro de la sociedad colombiana y el papel de Colombia en el contexto regional y mundial. Y el reconocimiento internacional a Ingrid como el símbolo de la libertad y la lucha contra el secuestro, podría transformarse en un reconocimiento a Colombia y a los colombianos, no como país inseguro y mafioso, sino como país de oportunidades.

Con la liberación de Ingrid es de esperar que de una vez por todas el país discuta otros temas de fondo de nuestra sociedad. El debate sobre las FARC le facilitaba la tarea a los políticos monodiscurso. Ahora habrá que ser analítico, creativo y visionario para proponer alternativas serias que permitan solucionar problemas estructurales como el narcotráfico, la propiedad de la tierra, la vulnerabilidad institucional, las garantías democráticas y para abordar las discusiones que el país necesita sobre desigualdad, políticas urbanas e infraestructura económica. El momento es propicio para inducir círculos virtuosos de desarrollo. En cuanto a la seguridad, probado está que para Colombia se ha convertido en un tema estructural. Sin las FARC, el debate ahora será entre cuanta seguridad ciudadana y cuanta seguridad nacional necesitamos. Bienvenida Ingrid pues con su llegada el país político se tendrá que abrir a nuevas discusiones sobre el futuro de Colombia y allí ella tendrá un papel por jugar.


Publicado El Nuevo Siglo 7-07-2008

Publicado www.lapalabradigital.com