Al salir de la reunión del pasado viernes con Uribe, Chávez dijo: “Nos debíamos esta conversación”. En privado seguramente hablaron de los temas que había que hablar: de las FARC, de la operación jaque, de Ingrid, de Ecuador, de Nicaragua, de la no injerencia de Venezuela en Colombia, de la frontera. También hablaron de los temas comerciales y de infraestructura. Los medios dijeron que sólo se habló de este tema y no está mal, pues desde hace mucho tiempo se esperaba, en Venezuela como en Colombia, que los dos presidentes hablaran de los temas estructurales del desarrollo. Para la opinión, el largo intercambio de dardos de los últimos meses, sobretodo del lado venezolano, ya parecía demasiado.
No voy a especular sobre las motivaciones de Chávez para emprender tal cambio de tono. Tal vez baste pensar que en el fondo se trata de un pragmático de la política que se va adaptando a la coyuntura. Parece más importante resaltar uno de los temas que tocaron: el del tren. Hacía mucho que no se hablaba de temas de fondo de la integración regional. Y el tema de infraestructura es supremamente importante y más para Colombia que para Venezuela.
Este país sin visión dejó acabar la infraestuctura férrea. Cuán importante sería hoy, con el barril de petróleo a más de US$140, disponer de un sistema férreo mínimo. Se ahorraría mucho en transporte de mercancías y materias primas. Cuán importante sería hoy ese sistema para sustentar el discurso de la competitividad que tanto gusta a nuestros tecnócratas, porque la verdad es que sin medios de transporte eficientes difícilmente seremos competitivos en muchas áreas.
Por ello, no hay que dejar en el sólo comunicado de prensa y en la ambientación de la reunión de presidentes, la promesa de un tren que una a Venezuela con Colombia y con el Pacífico y que de paso integre los Llanos orientales y estos con el centro y occidente del país. Se ha dicho que se trata de un tren para movilizar derivados del petróleo y otros productos y también pasajeros. Que se trata de un tren liviano y rápido, más económico que una carretera, y que podría extenderse hacia el piedemonte de la Amazonía colombiana y luego hacia Ecuador y los demás países andinos. Se sabe de la posibilidad que ofrecen las líneas férreas para estructurar asentamientos humanos y ciudades en torno a sus principales estaciones o nodos. Dijeron también los medios que Uribe, entusiasmado con la idea, agregó un tren por la Guajira que después debería interconectar con Centroamérica.
Podría tratarse todo esto de una simple calentura de sábanas para ambientar el momento. Pero tratándose, ni más ni menos, de retomar una visión estructural del desarrollo de un país como Colombia, vale la pena cogerle la caña a Chávez. ¡Que no nos deje el tren!
Publicado El Nuevo Siglo 14-07-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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