Para muchos, lo que pasa hoy en México con el narcotráfico y la violencia homicida es un espejo de lo que pasó en Colombia en los años 90. Pero entender el problema mexicano de hoy y cómo lo enfrentan también puede servir para entender posibles evoluciones de nuestro problema o lo que nos falta por hacer.
La revista Nexos de ese país se refiere a Ciudad Juárez, Tijuana y Monterrey como “ciudades tomadas” por el narcotráfico. Según la organización civil mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública, Ciudad Juárez presenta la tasa más alta de homicidios en las Américas. Y Tijuana la cuarta. En estas tres ciudades mexicanas los carteles del narcotráfico libran batallas entre ellos y contra todo lo que se les oponga. Eso explica buena parte de la violencia homicida. Y detrás de todo esto se han desarrollado grupos de sicarios entrenados, que también utilizan sus “capacidades” para obtener rentas por otras vías como el secuestro extorsivo. Además, según numerosas publicaciones, la participación de agentes o ex agentes de policía es un rasgo no poco común. Todo esto se da en un ambiente de fondo, este sí nacional, de permisividad frente a una especie de “corrupción institucionalizada” en algunos territorios y entidades. Las redes de corrupción, que involucran políticos, funcionarios y empresarios, han sido altamente facilitadoras de la acción del narcotráfico.
Algunos, por ello, han calificado a México como un estado frágil. Pero, en rigor, no es un estado frágil. Sin embargo, la vulnerabilidad frente al crimen organizado, que es el rasgo central a analizar, si es muy alta en algunos territorios e instituciones. Y eso la está costando caro a este país.
Para enfrentar el problema, el gobierno federal mexicano ha establecido recientemente una Estrategia Nacional de Seguridad y Justicia que busca reducir la acción del crimen organizado, a través de la recuperación de la autoridad del Estado, la construcción de una ciudadanía consciente del problema y el desarrollo de una cultura de rechazo social. En esta estrategia es importante el redespliegue de la autoridad pública en el territorio, el abordaje de todos los frentes y secuencias de la cadena de producción, transporte y distribución de droga, incluido el narcomenudeo. También se apunta a la depuración de redes de corrupción en las instituciones y a la recuperación de los espacios públicos y sociales tomados por este crimen organizado.
Si bien los mexicanos han aprendido de la capacidad de choque e inteligencia de la policía colombiana contra los narcos, en materia de atención integral al problema, se nota que en Colombia falta estrategia: llevamos años dedicados a capturar capos. Pero nada de redespliegue urbano de fuerza pública, ni de lucha real contra redes de corrupción articuladas al crimen organizado o de recuperación real de espacios urbanos perdidos por los ciudadanos con los actores del crimen organizado. Parece que a muchos conviene quedarse sólo en capturar o extraditar capos.
Publicado El Nuevo Siglo 31-08-2009
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