Las ciudades colombianas están en un proceso de consolidación. Pero aún tienen muchos retos por resolver. Siguen afrontando con dificultades muchos de los problemas que las afectan. Y si bien hay casos exitosos e importantes, también hay recaídas. Dos ejemplos recientes son la corrupción y la inseguridad. La corrupción que surge donde hay grandes debilidades institucionales frente a grandes apetitos. La inseguridad que se está alimentando de la carencia de una estrategia nacional de seguridad urbana.
El último ejemplo de dudas sobre gran corrupción lo han develado los medios y el Concejo de Bogotá. Se trata de las actuaciones difíciles de entender de funcionarios de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos. Al parecer, la puja de grandes grupos de contratación por el control de un millonario contrato para operar el moribundo relleno de Doña Juana, no se ha dado sin consecuencias en la actuación errada, y quién sabe si interesada en el propio pecunio, de algunos funcionarios. No sería difícil de entender que una entidad débil, con una mayoría de funcionarios contratistas, sea altamente vulnerable a eventuales capturas por grupos privados. Los problemas de fondo son dos: la debilidad estructural de esta entidad y el gran interés que representa para los grupos de contratistas y sus aliados políticos, el que la situación se mantenga así. Así es más fácil capturar el estado. Sería bueno escuchar lo que piensa el Alcalde de Bogotá sobre esto, pues el día del próximo escándalo por corrupción o emergencia ambiental no es imposible que su popularidad regrese a niveles cercanos al 20%.
En cuanto a la inseguridad, la ciudadanía urbana sigue manifestando gran preocupación por el fenómeno. El ejemplo de la última encuesta de Medellín Cómo Vamos, ha mostrado la sensibilidad del tema. Allí, sin embargo, un funcionario dio muestra de gallardía. El Secretario de Gobierno Jesús Ramírez en su carta de renuncia asumió el costo político de dicha situación, que como lo muestran los análisis, no depende solamente del gobierno local, sino también, y en mucho, del gobierno y los organismos del orden nacional. Si no hay una estrategia nacional de seguridad ciudadana que sirva de telón de fondo para articularse con los gobiernos locales, no es imposible que en medio de luchas mafiosas que no controla un gobierno local y que articulan gran cantidad de grupos de criminalidad organizada, la seguridad urbana se degrade.
Estos ejemplos muestran la debilidad y la vulnerabilidad de nuestras ciudades. Vamos a necesitar mayores liderazgos, mejores coordinaciones interinstitucionales, más control y mayor responsabilidad para la solución de los problemas del desarrollo urbano. Y esto obliga a volver a mirar las capacidades de las administraciones municipales, que ha venido francamente en claro deterioro y cuando más se ha estancado. Y por otra parte, hay que volver a revisar la pertinencia de las políticas nacionales para los territorios urbanos y cómo se articulan con la política local.
Publicado El Nuevo Siglo 21-09-2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario