A esta hora ya hay candidatos del Polo y del Partido Liberal que, con Uribe o sin Uribe en el partidor, ya son vistos por algunos camino a una consulta interpartidista. Pareciera que se va aclarando el panorama. Pero no es así. La semana pasada fue particularmente inesperada para dos candidatos: Lucho y Uribito.
La borrachera de Lucho le ha salido cara, de eso no hay duda. Está por verse qué tanto. Pero el precedente es que este país es más sensible a las debilidades individuales, que a los crímenes de lesa humanidad. La opinión pública le podría cobrar a Lucho su borrachera más que a otros las masacres, los asesinatos o los robos al Estado. Sería una lástima que borraran a Lucho del escenario, poniéndolo al mismo nivel de otros políticos. De todas formas, lo suyo fue un error grande, como él mismo lo reconoció. La gran pregunta es qué pensarán Mockus y Peñalosa a esta hora. Una salida que ya han debido considerar es hacer de este error una oportunidad pedagógica sobre la responsabilidad individual y la responsabilidad pública. Mockus tiene la palabra.
Por su parte, Uribito mostró el cobre, dirán algunos. Los auxilios o incentivos, como púdicamente se han llamado en el lenguaje oficial, otorgados a las familias tradicionales de varias regiones del país, desde ya anticipan lo que quiere representar el novel precandidato conservador. Pero haber mostrado el cobre ya lo pone en dura competencia con Noemi y Marta Lucía, las que ya le llevan mucha ventaja en capacidad política y capacidad técnica respectivamente.
Mientras tanto Uribe sigue con su encrucijada el alma entre el miedo “formal” a cambiar la constitución y el miedo “real” a volver a épocas de control territorial amplio por parte de la guerrilla. Su estrategia está clara: mantener latente el miedo como arma para aglutinar. Y él sabe utilizarla de manera muy hábil. No es la primera vez que eso se hace en política, más Uribe ha sido un innovador al adaptar el arma del miedo a la situación colombiana.
Una vieja enseñanza de las estrategias de cabildeo y de lobby dice que “todos tienen jefe”, para referirse a que, teóricamente, en la política racional siempre hay alguien o algo susceptible de controlar o motivar las decisiones individuales. En física o matemáticas se hablaría, en sentido inverso, de los grados de libertad. Uribe depende de otros actores y no tiene todos grados de libertad que quisiera. Muy seguramente no se presentará a una tercera elección. Pero ello no impide que haga todo lo posible para generar temor con la segunda reelección. De esta manera puede mantener desorientados a sus opositores y al mismo tiempo preparar el terreno para su posible sucesora o sucesor.
Addenda. En adelante esta columna se ocupará de temas globales o internacionales fundamentalmente. No es riguroso opinar sobre los temas nacionales sin estar allí presente.
Publicado El Nuevo Siglo 28-09-2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario