En Colombia se ha abusado hasta el cansancio del adjetivo “democrático(a)” y no falta ahora quien hable del “narcotráfico democrático”. Que no se trata de un sablazo a Palacio por si alguno de sus miembros y amigos ya se ha prevenido al leer estas primeras líneas. Esta nueva expresión más bien parece nombrar la forma que encontró el negocio del narcotráfico para solucionar dos obstáculos que les preocupan: el alto perfil y la aversión social. La solución encontrada parece obvia: que muchos más obtengan una parte de la renta.
Algunos pasos de la cadena del narcotráfico siguen buscando una perspectiva mayorista: El transporte de grandes cargamentos de droga por el Pacífico o por el Caribe y la introducción de pacas de dólares del negocio de una sola vez por aire o por mar. Pero ahora, muchos están entrando dólares en múltiples operaciones de pequeñas cantidades o en especie (contrabando).
Lo nuevo es que hay una mayor participación de grupos y personas distintos en las rentas de la logística del transporte como del lavado de los dineros.
El transporte de una lancha rápida desde el Pacífico colombiano cuenta con la participación de aventureros de Juradó en Colombia o de Jaqué en Panamá. Y en su viaje a México o a barcos intermedios, las necesidades en mantenimiento y abastecimiento permiten actividad económica y rentas a muchas comunidades sobre las costas centroamericanas. Son particularmente activas comunidades de las fronteras Panamá-Costa Rica y Costa Rica-Nicaragua. Muchas comunidades y grupos allí viven de la economía informal derivada de suministros, servicios, provisiones y a veces protección a este transporte. Cuando hay naufragios, ellos mismos pueden recuperar la droga y distribuirla en mercados locales.
En Colombia, la droga que no cumple con la calidad exigida por compradores será destinada al mercado local, principalmente en las grandes ciudades, donde está creciendo el microtráfico. Este microtráfico requiere una gran red de distribución, conformada fundamentalmente por grupos delincuenciales barriales y por familias que entran a la actividad. El mercado son principalmente los jóvenes de clase media o media baja. La elección del expendedor tiene en cuenta muchas veces la proximidad a sitios que facilitan el atraco callejero, esto es, recursos para los eventuales compradores. Nuevos actores locales están percibiendo rentas del negocio.
Muchos dólares del narcotráfico se están convirtiendo en contenedores de mercancías chinas, pagadas en Panamá, y están inundando la distribución al detal en el mar de la informalidad callejera de nuestras ciudades. Las cantidades de dólares lavados por esta vía son, además de socialmente aceptadas, bastante consecuentes.
La lucha contra los capos, a lo que se dedica tanto recurso y discurso, no solucionará el problema por sí sola. El problema de fondo está en la alta vulnerabilidad de un sistema de ciudadanos con bajos ingresos, en una sociedad donde el ejemplo ha sido conseguir plata y poder a cualquier precio. ¡Bienvenidos al mundo del narcotráfico democrático!
Publicado El Nuevo Siglo 14-09-2009
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