Siempre que le han preguntado a Uribe si está buscando la reelección, su respuesta es más o menos la misma: hay que buscar la reelección de la seguridad democrática. Se volvió tan automático y tan predecible que ya ni los medios de comunicación le prestan la atención que tenía antes. Lo cierto es que quien quiera ser presidente de Colombia tiene que seguir trabajando el tema de la seguridad.
Ahora el sonajero se mueve más que nunca. Entre los uribistas con posibilidades están Juan Manuel Santos cuenta con la maquina comunicacional del Partido de la U, Vargas Lleras con un fuerte aparato político propio, al que aspira a sumarle el aparato liberal, y Marta Lucía, la mejor preparada técnicamente hablando. Los tres son identificados con la seguridad democrática. Santos ha dicho que se requiere trabajar la seguridad urbana y Marta Lucía ha insistido en la necesidad de una política nacional de prevención. Está Sergio Fajardo, para quien la aceptación de su propuesta en seguridad depende en parte del epílogo de la batalla de los políticos tradicionales de Medellín para enlodar a su sucesor Salazar. Del lado liberal, Rafael Pardo no necesita credenciales en el tema de la seguridad y se conoce su talante civilista en estos asuntos. Rodrigo Rivera aspira a retomar las banderas uribistas de la seguridad democrática. A esto mismo aspiran los conservadores, con Nohemí Sanín o cualquier otro. Del lado del Polo, Lucho Garzón ya demostró en Bogotá y sin complejos que la seguridad funciona bien desde las propuestas socialdemócratas. Además no genera desconfianza en la fuerza pública. Petro, que podrá perfectamente proponer el uso de las armas de la nación para combatir por igual a guerrilla, narcotráfico y paramilitares, tiene que construir confianza con la fuerza pública. Carlos Gaviria es el único que se aparte de estos temas.
Todos tendrán que recoger los logros de Uribe en seguridad rural, en la reducción del secuestro y en el arrinconamiento de las FARC. Pero tendrán que ir más allá y asumir los retos, por no decir fracasos, de Uribe en seguridad: el rearme paramilitar, las bacrim, la seguridad urbana que sigue sin política específica y eficaz para complementar el trabajo de los alcaldes en las ciudades, la convivencia degradada y el aumento de la cultura de la solución de conflictos por la fuerza, el narcotráfico y las bacrim, así como la necesidad de reducir las vulnerabilidades de sectores de la fuerza pública en materia de derechos humanos y de cooptación.
El sucesor de Uribe podrá utilizar el término de seguridad democrática u otro, pero la solución real no podrá ser más de lo mismo. La seguridad después de Uribe, requerirá de una nueva narrativa, con nuevas propuestas y más creatividad. Se necesitará una política de seguridad integral. Este asunto será definitivo para que los ciudadanos se decidan a ungir a uno u otro de los pretendientes.
Publicado El Nuevo Siglo 15-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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