Las buenas preguntas son la clave de todo análisis. Algunos, como Armando Marti, el famoso mentalista ex-asesor del Fiscal General de la Nación, prefieren el vaticinio. Esta columna difícilmente puede vaticinar; sin bola de cristal, ni nada parecido, sólo apunta a buscar la reflexión apropiada sobre el año que se le espera al país.
¿Qué tan duro pegará la crisis? ¿Cuánto va a crecer el desempleo? ¿Y en consecuencia, qué tanto aumentarán la pequeña delincuencia y los problemas de convivencia en las ciudades? ¿Qué tanto aumentará la incultura ciudadana en Bogotá? ¿Aguantarán los ciudadanos de Bogotá las restricciones en movilidad que provocarán las nuevas obras? ¿Se recuperarán los alcaldes de Bogotá y Medellín de sus descensos en las encuestas? ¿Le hará caso Samuel a D’Artagnan y comenzará a ser más osado y menos conciliador? ¿Se dará por vencida la política tradicional de Medellín en su embate contra Salazar?
¿Cuántas nuevas hectáreas de coca se sembrarán? ¿Qué tanto aumentarán los envíos a USA? ¿Cuántos nuevos baby-carteles surgirán? ¿Cuánto aumentará la financiación de las FARC y el ELN proveniente del narcotráfico? ¿Aumentarán las acciones de los nuevos paramilitares o bandas emergentes? ¿Liberarán las FARC a todos los secuestrados? ¿Seguirán con el discurso del intercambio humanitario a cualquier precio? ¿Continuarán los políticos explotando el dolor ajeno con el tema de la guerra, los unos, y del canje, los otros? ¿Se acabarán por fin los falsos positivos?
¿Reciclarán a DMG? ¿Cuántos clientes de DMG demandarán al Estado por la negligencia de haber permitido su funcionamiento por tanto tiempo?
¿Habrá nuevas sorpresas de la parapolítica? ¿Habrá referendo? ¿Qué tanto aguantará el teflón uribista? ¿Hasta cuanto descenderá la popularidad de Uribe? ¿Desarrollará la amenaza de cerrar al Congreso? ¿Hay Jose Obdulio para rato? ¿Condenarán a Guillermo León Valencia Cossio?
¿Habrá futuro liberal para Vargas Lleras? ¿Y para Rodrigo Rivera en el uribismo? ¿Le aguantará la imagen a Santos después de dejar el Ministerio? ¿Se desinflará definitivamente el Polo con sus contradicciones? ¿Surgirá el partido de la calle o el guantanamera de Lucho? ¿Mantendrán Robledo y Dussán la caña de la candidatura de Carlos Gaviria? ¿Iniciará Arias su primera aventura electoral conservadora presidencial? ¿Aumentarán los ataques políticos a Fajardo? ¿Logrará Marta Lucía una opinión a la altura de su preparación? ¿Se devolverá Noemí? ¿A cuál candidato le harán atentados?
¿Seguirá el éxito de Hora 20? ¿Seguirán tratando de enlodar la voz valiente de Claudia López? ¿Tres o cuatro canales privados? ¿Se harán pasito RCN y Caracol con el Palacio de Nari?
Son sólo algunos de los interrogantes de Colombia en 2009. De una cosa podemos estar seguros: el que viene promete ser un año poco aburrido, pero, lamentablemente, con dificultades para una gran cantidad de colombianos pobres. Mientras tanto, esta columna seguirá en este generoso espacio, aportando ideas y críticas a la seguridad, a las ciudades y a la política. A los amables lectores les deseo un 2009 lleno de buenas cosas.
Publicado El Nuevo Siglo29-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
Publicado www.palabranet.net
Mis opiniones sobre temas territoriales, urbanos, sociales, políticos e institucionales.
26 de diciembre de 2008
23 de diciembre de 2008
¿Enlodar a Salazar para favorecer a quién?
En el caso de las declaraciones de Don Berna sobre su incidencia en la campaña que permitió la elección de Alonso Salazar como alcalde de Medellín conviene preguntarse, como en las series norteamericanas de CSI, ¿a quién favorece intentar enlodar a Salazar?.
Hasta 2003 Medellín era una de las ciudades políticamente más atrasadas del país. Los mandatarios sabían manejar su imagen. Y la ciudadanía paisa siempre ha preferido lavar los trapos sucios en casa, mientras responder en las encuestas que todo va bien. Pero la realidad detrás del manejo de imagen era un esquema clientelar, con visos de corrupción, que limitaba la relación democrática y transparente entre la Administración y la ciudadanía. Fajardo logró la alcaldía en 2003 con un proyecto fresco sustentado en la educación, en proyectos urbanos integrales y en una nueva forma de participación ciudadana. También tomó la decisión, no fácil, de acompañar el proceso de desmovilización de paramilitares que había iniciado el gobierno nacional en el Valle de Aburrá. Dicho proceso, necesariamente con aspectos por mejorar, ha tenido la evaluación positiva de organismos internacionales como la OEA y Naciones Unidas. Que a Fajardo le fuera bien con el nuevo esquema de articulación no clientelar entre la ciudadanía y la Administración de Medellín, no cayó bien en los grupos de la política tradicional. Fajardo ha sido como el Mockus de Bogotá, que ha introducido una nueva narrativa y una nueva forma de gobernar sustentada en una mayor cultura y compromiso ciudadano en Medellín.
Pero el golpe más duro para la clase política tradicional fue la derrota frente a Alonso Salazar, quien aseguraba la continuidad del nuevo modelo de gestión pública de Medellín. Ante la perspectiva de ocho años, y de pronto más, por fuera del poder local conviene a la política tradicional de Medellín que el alcalde sea enlodado. Y la estrategia no es desconocida entre los jefes paramilitares extraditados. Ya se reveló en la prensa nacional la semana pasada, a través de una grabación, cómo la estrategia de Mancuso ha sido la de delatar a políticos para favorecer a sus amigos congresistas. La pregunta del millón es entonces ¿Cuáles son los políticos tradicionales que se benefician con las declaraciones de Don Berna contra Salazar?
En medio de este río revuelto y sabiendo la relación entre Salazar y Fajardo, es claro que en la carrera presidencial hacia 2010 conviene a muchos que Salazar resulte enlodado, para, de paso, salpicar a Fajardo. Es cierto que la política pública de desmovilización y de seguridad ciudadana de Medellín, como todo, amerita evaluación transparente y objetiva para identificar avances y desafíos. Pero no parece honesto que las escuderías de otros precandidatos entren desde ahora en el terreno de la campaña negativa, a costa de toda una ciudad, cuando lo que espera la ciudadanía es un debate de propuestas.
Publicado El Nuevo Siglo 22-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
Hasta 2003 Medellín era una de las ciudades políticamente más atrasadas del país. Los mandatarios sabían manejar su imagen. Y la ciudadanía paisa siempre ha preferido lavar los trapos sucios en casa, mientras responder en las encuestas que todo va bien. Pero la realidad detrás del manejo de imagen era un esquema clientelar, con visos de corrupción, que limitaba la relación democrática y transparente entre la Administración y la ciudadanía. Fajardo logró la alcaldía en 2003 con un proyecto fresco sustentado en la educación, en proyectos urbanos integrales y en una nueva forma de participación ciudadana. También tomó la decisión, no fácil, de acompañar el proceso de desmovilización de paramilitares que había iniciado el gobierno nacional en el Valle de Aburrá. Dicho proceso, necesariamente con aspectos por mejorar, ha tenido la evaluación positiva de organismos internacionales como la OEA y Naciones Unidas. Que a Fajardo le fuera bien con el nuevo esquema de articulación no clientelar entre la ciudadanía y la Administración de Medellín, no cayó bien en los grupos de la política tradicional. Fajardo ha sido como el Mockus de Bogotá, que ha introducido una nueva narrativa y una nueva forma de gobernar sustentada en una mayor cultura y compromiso ciudadano en Medellín.
Pero el golpe más duro para la clase política tradicional fue la derrota frente a Alonso Salazar, quien aseguraba la continuidad del nuevo modelo de gestión pública de Medellín. Ante la perspectiva de ocho años, y de pronto más, por fuera del poder local conviene a la política tradicional de Medellín que el alcalde sea enlodado. Y la estrategia no es desconocida entre los jefes paramilitares extraditados. Ya se reveló en la prensa nacional la semana pasada, a través de una grabación, cómo la estrategia de Mancuso ha sido la de delatar a políticos para favorecer a sus amigos congresistas. La pregunta del millón es entonces ¿Cuáles son los políticos tradicionales que se benefician con las declaraciones de Don Berna contra Salazar?
En medio de este río revuelto y sabiendo la relación entre Salazar y Fajardo, es claro que en la carrera presidencial hacia 2010 conviene a muchos que Salazar resulte enlodado, para, de paso, salpicar a Fajardo. Es cierto que la política pública de desmovilización y de seguridad ciudadana de Medellín, como todo, amerita evaluación transparente y objetiva para identificar avances y desafíos. Pero no parece honesto que las escuderías de otros precandidatos entren desde ahora en el terreno de la campaña negativa, a costa de toda una ciudad, cuando lo que espera la ciudadanía es un debate de propuestas.
Publicado El Nuevo Siglo 22-12-2008
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14 de diciembre de 2008
Hay seguridad después de Uribe
Siempre que le han preguntado a Uribe si está buscando la reelección, su respuesta es más o menos la misma: hay que buscar la reelección de la seguridad democrática. Se volvió tan automático y tan predecible que ya ni los medios de comunicación le prestan la atención que tenía antes. Lo cierto es que quien quiera ser presidente de Colombia tiene que seguir trabajando el tema de la seguridad.
Ahora el sonajero se mueve más que nunca. Entre los uribistas con posibilidades están Juan Manuel Santos cuenta con la maquina comunicacional del Partido de la U, Vargas Lleras con un fuerte aparato político propio, al que aspira a sumarle el aparato liberal, y Marta Lucía, la mejor preparada técnicamente hablando. Los tres son identificados con la seguridad democrática. Santos ha dicho que se requiere trabajar la seguridad urbana y Marta Lucía ha insistido en la necesidad de una política nacional de prevención. Está Sergio Fajardo, para quien la aceptación de su propuesta en seguridad depende en parte del epílogo de la batalla de los políticos tradicionales de Medellín para enlodar a su sucesor Salazar. Del lado liberal, Rafael Pardo no necesita credenciales en el tema de la seguridad y se conoce su talante civilista en estos asuntos. Rodrigo Rivera aspira a retomar las banderas uribistas de la seguridad democrática. A esto mismo aspiran los conservadores, con Nohemí Sanín o cualquier otro. Del lado del Polo, Lucho Garzón ya demostró en Bogotá y sin complejos que la seguridad funciona bien desde las propuestas socialdemócratas. Además no genera desconfianza en la fuerza pública. Petro, que podrá perfectamente proponer el uso de las armas de la nación para combatir por igual a guerrilla, narcotráfico y paramilitares, tiene que construir confianza con la fuerza pública. Carlos Gaviria es el único que se aparte de estos temas.
Todos tendrán que recoger los logros de Uribe en seguridad rural, en la reducción del secuestro y en el arrinconamiento de las FARC. Pero tendrán que ir más allá y asumir los retos, por no decir fracasos, de Uribe en seguridad: el rearme paramilitar, las bacrim, la seguridad urbana que sigue sin política específica y eficaz para complementar el trabajo de los alcaldes en las ciudades, la convivencia degradada y el aumento de la cultura de la solución de conflictos por la fuerza, el narcotráfico y las bacrim, así como la necesidad de reducir las vulnerabilidades de sectores de la fuerza pública en materia de derechos humanos y de cooptación.
El sucesor de Uribe podrá utilizar el término de seguridad democrática u otro, pero la solución real no podrá ser más de lo mismo. La seguridad después de Uribe, requerirá de una nueva narrativa, con nuevas propuestas y más creatividad. Se necesitará una política de seguridad integral. Este asunto será definitivo para que los ciudadanos se decidan a ungir a uno u otro de los pretendientes.
Publicado El Nuevo Siglo 15-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
Ahora el sonajero se mueve más que nunca. Entre los uribistas con posibilidades están Juan Manuel Santos cuenta con la maquina comunicacional del Partido de la U, Vargas Lleras con un fuerte aparato político propio, al que aspira a sumarle el aparato liberal, y Marta Lucía, la mejor preparada técnicamente hablando. Los tres son identificados con la seguridad democrática. Santos ha dicho que se requiere trabajar la seguridad urbana y Marta Lucía ha insistido en la necesidad de una política nacional de prevención. Está Sergio Fajardo, para quien la aceptación de su propuesta en seguridad depende en parte del epílogo de la batalla de los políticos tradicionales de Medellín para enlodar a su sucesor Salazar. Del lado liberal, Rafael Pardo no necesita credenciales en el tema de la seguridad y se conoce su talante civilista en estos asuntos. Rodrigo Rivera aspira a retomar las banderas uribistas de la seguridad democrática. A esto mismo aspiran los conservadores, con Nohemí Sanín o cualquier otro. Del lado del Polo, Lucho Garzón ya demostró en Bogotá y sin complejos que la seguridad funciona bien desde las propuestas socialdemócratas. Además no genera desconfianza en la fuerza pública. Petro, que podrá perfectamente proponer el uso de las armas de la nación para combatir por igual a guerrilla, narcotráfico y paramilitares, tiene que construir confianza con la fuerza pública. Carlos Gaviria es el único que se aparte de estos temas.
Todos tendrán que recoger los logros de Uribe en seguridad rural, en la reducción del secuestro y en el arrinconamiento de las FARC. Pero tendrán que ir más allá y asumir los retos, por no decir fracasos, de Uribe en seguridad: el rearme paramilitar, las bacrim, la seguridad urbana que sigue sin política específica y eficaz para complementar el trabajo de los alcaldes en las ciudades, la convivencia degradada y el aumento de la cultura de la solución de conflictos por la fuerza, el narcotráfico y las bacrim, así como la necesidad de reducir las vulnerabilidades de sectores de la fuerza pública en materia de derechos humanos y de cooptación.
El sucesor de Uribe podrá utilizar el término de seguridad democrática u otro, pero la solución real no podrá ser más de lo mismo. La seguridad después de Uribe, requerirá de una nueva narrativa, con nuevas propuestas y más creatividad. Se necesitará una política de seguridad integral. Este asunto será definitivo para que los ciudadanos se decidan a ungir a uno u otro de los pretendientes.
Publicado El Nuevo Siglo 15-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
7 de diciembre de 2008
El polo club
Esta columna no es sobre un club social o sobre un parque para Bogotá. Es sobre un partido político. Es cierto que durante la campaña de 2007 a la alcaldía de Bogotá los miembros del Country Club hicieron famosa la frase de “si quieres polo, vota por el polo”. Y así ocurrió. Pero la relación de hoy, la que esbozo en esta columna, tiene menos que ver con frases y que con el desempeño del Polo Democrático Alternativo.
El antiguo polo, el Polo Democrático Independiente-PDI era un partido de ciudadanos y grupos sociales, más que un partido de parlamentarios y estructuras rígidas. El actual PDA, resultado de la unión del antiguo polo con Alternativa Democrática, es un partido de parlamentarios y estructuras rígidas, con lógicas regidas por difíciles ejercicios de equilibrio entre sus parlamentarios. Es decir, más de lo mismo. Nada distinto a aquello frente a lo cual se quería ser alternativa.
La primera idea del polo como alternativa sedujo a muchos del centro político. Algunos de los cuales siguen pensando que la alternativa para los problemas del país debe surgir desde una posición socialdemócrata abierta al centro, como sucede en Chile o como se ha dado en Uruguay y a veces en Italia. Tal vez como lo ha inspirado Obama-candidato. Pero para lograr eso, es necesario seducir e incluir ampliamente a la opinión pública y al ciudadano en general. Y eso no está pasando.
El polo ha privilegiado las posiciones de equilibrio entre los parlamentarios y sus grupos. Hacia adentro, su rigidez lo muestra como el partido más organizado de todos, como lo reconoce hasta Fabio Echeverri. Pero no está haciendo el trabajo que le corresponde frente al país. Parece más club social, donde para convivir la única regla posible es la del mínimo común denominador. Por eso no es frecuente escuchar que el Polo, como partido, fije posiciones de fondo sobre el tema de las FARC, sobre el modelo económico, sobre la solución al empleo, sobre los profundos problemas de las instituciones, sobre la convivencia, y mucho menos sobre la seguridad. Que se sepa, no hay una propuesta de fondo para el país. Sólo se destacan esporádicamente algunos de sus miembros. Petro y Lucho son los únicos que no han perdido su libertad de palabra y de propuesta. Y afortunadamente Clara López mantiene su ojo vigilante sobre los problemas de los derechos humanos.
Sería importante para la democracia que este partido representara una verdadera alternativa, abierta a los ciudadanos del común, a la opinión pública y seriamente articulada con otros sectores demócratas del país. Pero primero se requiere que el polo salga de la lógica según la cuál todo en Colombia pasa por Uribe, que lleva a los parlamentarios al facilismo de ser reactivos frente a los planteamientos del presidente, sin hacer verdaderas propuestas robustas a los problemas nacionales. Pero la verdad sea dicha, esto último puede significar mucho esfuerzo.
Publicado El Nuevo Siglo 08-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
Publicado www.palabranet.net
El antiguo polo, el Polo Democrático Independiente-PDI era un partido de ciudadanos y grupos sociales, más que un partido de parlamentarios y estructuras rígidas. El actual PDA, resultado de la unión del antiguo polo con Alternativa Democrática, es un partido de parlamentarios y estructuras rígidas, con lógicas regidas por difíciles ejercicios de equilibrio entre sus parlamentarios. Es decir, más de lo mismo. Nada distinto a aquello frente a lo cual se quería ser alternativa.
La primera idea del polo como alternativa sedujo a muchos del centro político. Algunos de los cuales siguen pensando que la alternativa para los problemas del país debe surgir desde una posición socialdemócrata abierta al centro, como sucede en Chile o como se ha dado en Uruguay y a veces en Italia. Tal vez como lo ha inspirado Obama-candidato. Pero para lograr eso, es necesario seducir e incluir ampliamente a la opinión pública y al ciudadano en general. Y eso no está pasando.
El polo ha privilegiado las posiciones de equilibrio entre los parlamentarios y sus grupos. Hacia adentro, su rigidez lo muestra como el partido más organizado de todos, como lo reconoce hasta Fabio Echeverri. Pero no está haciendo el trabajo que le corresponde frente al país. Parece más club social, donde para convivir la única regla posible es la del mínimo común denominador. Por eso no es frecuente escuchar que el Polo, como partido, fije posiciones de fondo sobre el tema de las FARC, sobre el modelo económico, sobre la solución al empleo, sobre los profundos problemas de las instituciones, sobre la convivencia, y mucho menos sobre la seguridad. Que se sepa, no hay una propuesta de fondo para el país. Sólo se destacan esporádicamente algunos de sus miembros. Petro y Lucho son los únicos que no han perdido su libertad de palabra y de propuesta. Y afortunadamente Clara López mantiene su ojo vigilante sobre los problemas de los derechos humanos.
Sería importante para la democracia que este partido representara una verdadera alternativa, abierta a los ciudadanos del común, a la opinión pública y seriamente articulada con otros sectores demócratas del país. Pero primero se requiere que el polo salga de la lógica según la cuál todo en Colombia pasa por Uribe, que lleva a los parlamentarios al facilismo de ser reactivos frente a los planteamientos del presidente, sin hacer verdaderas propuestas robustas a los problemas nacionales. Pero la verdad sea dicha, esto último puede significar mucho esfuerzo.
Publicado El Nuevo Siglo 08-12-2008
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1 de diciembre de 2008
De regreso al punto cero
Hay caos en Palacio. El presidente se está quedando solo. Ha habido encontrones entre su despacho y Oscar Iván Zuluaga por el manejo de las pirámides. Al presidente no le gustan los superintendentes. Los economistas, cuando dicen lo que hay que hacer, son calificados como yuppies por Palacio. Hubo reservas en Palacio frente a Naranjo, a quien le atribuyeron lentitud en las investigaciones sobre las pirámides. No hay comunicación con la Corte Suprema de Justicia. En el Congreso se salieron del libreto Cambio Radical y parcialmente los conservadores. Los resultados de la agenda legislativa serán mediocres en 2008. El fenómeno comunicacional de Uribe ya no seduce a los medios como antes. Y, para completar, parece que la logística de la recolección de firmas para el referendo se manejó en conexión con DMG y con la opacidad de ésta.
Mientras Palacio está en caos el país sufre las consecuencias naturales del desgobierno. Lo de Putumayo es parecido al tema Albania, que allá acabó en guerra civil. Y para la gente que perdió en las pirámides el gobierno sigue siendo el culpable. En cierta parte tienen razón. DMG fue durante cinco años una empresa legal, con conexiones más que obvias con círculos cercanos al gobierno nacional, e incluso respaldada por escrito por el mismo presidente. La desprotección del ciudadano frente a la estafa de las pirámides, por inacción del gobierno, resultó ser una hecatombe para ciertas regiones del país.
Y del lado de la seguridad rural, el tema de mostrar del presidente, los estudios recientes muestran evidencias bastante preocupantes. De no actuarse coherente y decididamente en los próximos dos años, las consecuencias del post conflicto rural serán más devastadoras para el Estado de Derecho, la soberanía y el control en esos territorios, que las que tuvo el mismo conflicto. Según León Valencia (El Tiempo 29-11-2008) “los reductos paramilitares y los grupos emergentes…se están expandiendo desaforadamente. Las Farc se han reacomodado para seguir en la guerra”.
Entre bacrim, reinsertados reincidentes y los que nunca se desmovilizaron sumarían alrededor de 106 grupos y 10.000 hombres-arma ubicados en el 25% de los municipios colombianos. Las Farc, menguadas, se están adaptando asumiendo el esquema tradicional de grupos pequeños y móviles y, muy preocupante, buscando en ciertas zonas alianzas explícitas o tácitas con las bacrim para recuperar rutas de narcotráfico y de acceso a las ciudades. Y todo cobijado por el manto del negocio del narcotráfico.
A Uribe le queda uno de dos caminos. El primero es reorganizar su gobierno con un equipo técnico y renovado para gobernar los dos años que quedan y redondear su importante trabajo en la seguridad rural. El otro es, con la lógica de los clientes de DMG, seguir jugando a apostar dos años a la reelección para ganarse otros cuatro, y esto sin importar las consecuencias para el país. Ojalá su inteligencia superior le ayude a discernir bien.
Publicado El Nuevo Siglo 01-12-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
Publicado www.palabranet.net
Mientras Palacio está en caos el país sufre las consecuencias naturales del desgobierno. Lo de Putumayo es parecido al tema Albania, que allá acabó en guerra civil. Y para la gente que perdió en las pirámides el gobierno sigue siendo el culpable. En cierta parte tienen razón. DMG fue durante cinco años una empresa legal, con conexiones más que obvias con círculos cercanos al gobierno nacional, e incluso respaldada por escrito por el mismo presidente. La desprotección del ciudadano frente a la estafa de las pirámides, por inacción del gobierno, resultó ser una hecatombe para ciertas regiones del país.
Y del lado de la seguridad rural, el tema de mostrar del presidente, los estudios recientes muestran evidencias bastante preocupantes. De no actuarse coherente y decididamente en los próximos dos años, las consecuencias del post conflicto rural serán más devastadoras para el Estado de Derecho, la soberanía y el control en esos territorios, que las que tuvo el mismo conflicto. Según León Valencia (El Tiempo 29-11-2008) “los reductos paramilitares y los grupos emergentes…se están expandiendo desaforadamente. Las Farc se han reacomodado para seguir en la guerra”.
Entre bacrim, reinsertados reincidentes y los que nunca se desmovilizaron sumarían alrededor de 106 grupos y 10.000 hombres-arma ubicados en el 25% de los municipios colombianos. Las Farc, menguadas, se están adaptando asumiendo el esquema tradicional de grupos pequeños y móviles y, muy preocupante, buscando en ciertas zonas alianzas explícitas o tácitas con las bacrim para recuperar rutas de narcotráfico y de acceso a las ciudades. Y todo cobijado por el manto del negocio del narcotráfico.
A Uribe le queda uno de dos caminos. El primero es reorganizar su gobierno con un equipo técnico y renovado para gobernar los dos años que quedan y redondear su importante trabajo en la seguridad rural. El otro es, con la lógica de los clientes de DMG, seguir jugando a apostar dos años a la reelección para ganarse otros cuatro, y esto sin importar las consecuencias para el país. Ojalá su inteligencia superior le ayude a discernir bien.
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