La política colombiana cada vez se parece más a los viejos combates de lucha libre de la Arena Bogotá que enfrentaban a Máscara, el de la máscara negra, contra Pelo, el musculoso de cabello largo. Los asistentes gozaban con las llaves y piruetas de los luchadores. No había estrategia, sólo bravuconadas y fuerza bruta.
La política nacional de los últimos años ha sido de bravucones. El método ha sido gritar más fuerte o agredir verbalmente más duro. Esta lógica, de Máscara y de Pelo, logra enardecer al público, pero poco aporta al debate serio de proyectos y soluciones.
La política bogotana puede llegar al mismo escenario. Bogotá ha sido en los últimos 15 años ejemplo de fortalecimiento de la democracia local. Y ello fue posible gracias al deslinde entre la administración de la ciudad y las maquinarias partidistas. Eso lo hizo posible el Estatuto Orgánico de Bogotá. Desde entonces las elecciones para alcalde se jugaron en el terreno de la opinión pública, como tal vez no ocurre en ninguna otra ciudad de Colombia. Se demostró incluso que en elecciones reñidas, la capacidad de debate, el alcance de la propuesta y la buena estrategia de marketing político fueron determinantes, como ocurre en democracias maduras. Fue así como Mockus II y Garzón vencieron a Maria Emma y a Lozano.
El debate electoral actual podría ser diferente. Para muchos peñalosistas la derrota de Maria Emma fue su victoria anticipada. Por ello algunos estrategas y asesores de Peñalosa, y sus razones tienen, le aconsejan no asistir a los debates. Por otro lado, Moreno se concentró hasta ahora en consolidar la sólida maquinaria de las izquierdas históricas, pero la estrategia para conquistar sectores de opinión y de centro político con propuestas concretas aún no se ve.
Si se cercena el debate entre los candidatos más opcionados, por que una parte se siente ganadora y la otra se demora en desprenderse de la maquinaria, la ciudadanía no tendrá la posibilidad de asistir, como en los últimos 15 años, a la confrontación democrática de proyectos y soluciones concretas a sus problemas. Sin debates profundos entre los más opcionados, no habrá oportunidad de ir más allá de los eslogan de campaña, ni de forjarse una idea seria de las diferencias entre uno y otro. Y la campaña se concentrará en una especie de guerra de posiciones entre las maquinarias de ambos lados. Y ya Bogotá, antes del Estatuto Orgánico, padeció lo que significan las maquinarias en el poder.
Si Moreno y Peñalosa no logran brindar a la opinión un debate serio sobre sus imaginarios urbanos y sus proyectos y soluciones concretas, la visibilidad la cobrarán las bravuconadas de las maquinarias. Será Máscara contra Pelo y será también el inicio del fin de una belle epoque de Bogotá.
Addenda: en algunos de los combates de Máscara contra Pelo aparecía un enmascarado de plata que los sacaba a ambos del cuadrilátero. Será cierta la tan comentada tercería de Mockus?
Publicado El Nuevo Siglo 23-07-2007
La política nacional de los últimos años ha sido de bravucones. El método ha sido gritar más fuerte o agredir verbalmente más duro. Esta lógica, de Máscara y de Pelo, logra enardecer al público, pero poco aporta al debate serio de proyectos y soluciones.
La política bogotana puede llegar al mismo escenario. Bogotá ha sido en los últimos 15 años ejemplo de fortalecimiento de la democracia local. Y ello fue posible gracias al deslinde entre la administración de la ciudad y las maquinarias partidistas. Eso lo hizo posible el Estatuto Orgánico de Bogotá. Desde entonces las elecciones para alcalde se jugaron en el terreno de la opinión pública, como tal vez no ocurre en ninguna otra ciudad de Colombia. Se demostró incluso que en elecciones reñidas, la capacidad de debate, el alcance de la propuesta y la buena estrategia de marketing político fueron determinantes, como ocurre en democracias maduras. Fue así como Mockus II y Garzón vencieron a Maria Emma y a Lozano.
El debate electoral actual podría ser diferente. Para muchos peñalosistas la derrota de Maria Emma fue su victoria anticipada. Por ello algunos estrategas y asesores de Peñalosa, y sus razones tienen, le aconsejan no asistir a los debates. Por otro lado, Moreno se concentró hasta ahora en consolidar la sólida maquinaria de las izquierdas históricas, pero la estrategia para conquistar sectores de opinión y de centro político con propuestas concretas aún no se ve.
Si se cercena el debate entre los candidatos más opcionados, por que una parte se siente ganadora y la otra se demora en desprenderse de la maquinaria, la ciudadanía no tendrá la posibilidad de asistir, como en los últimos 15 años, a la confrontación democrática de proyectos y soluciones concretas a sus problemas. Sin debates profundos entre los más opcionados, no habrá oportunidad de ir más allá de los eslogan de campaña, ni de forjarse una idea seria de las diferencias entre uno y otro. Y la campaña se concentrará en una especie de guerra de posiciones entre las maquinarias de ambos lados. Y ya Bogotá, antes del Estatuto Orgánico, padeció lo que significan las maquinarias en el poder.
Si Moreno y Peñalosa no logran brindar a la opinión un debate serio sobre sus imaginarios urbanos y sus proyectos y soluciones concretas, la visibilidad la cobrarán las bravuconadas de las maquinarias. Será Máscara contra Pelo y será también el inicio del fin de una belle epoque de Bogotá.
Addenda: en algunos de los combates de Máscara contra Pelo aparecía un enmascarado de plata que los sacaba a ambos del cuadrilátero. Será cierta la tan comentada tercería de Mockus?
Publicado El Nuevo Siglo 23-07-2007
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