Los colombianos sentimos tristeza y desazón frente a las imágenes del atentado de Cali. Ya la sociedad caleña salió a la calle a rechazar masivamente la violencia y los violentos. Algunos, equivocados, salieron a lanzar culpas y a pedir la cabeza del Gral Moore, cuando, todo lo contrario, se requiere es fortalecer la corresponsabilidad entre la policía y las fuerzas vivas de la ciudad.
Después del atentado terrorista las preguntas normales giran en torno a ¿cuáles fueron los móviles?, ¿cómo se planeó?, ¿porqué la inteligencia no lo detectó?, ¿es suficiente la dotación de la fuerza pública?, ¿es buena la capacidad de respuesta?, etc.
Un atentado terrorista no debe ser visto no como un suceso aislado, sino como parte de una problemática mayor. Las preguntas deben ser entonces más amplias. ¿Porqué en Cali?¿Qué pasa en Cali y en el Valle? Y la ciudadanía necesita más análisis que el clásico “fue una acción de desestabilización”.
La paradoja es que Cali fue pionera de las políticas de seguridad ciudadana en Colombia. Rodrigo Guerrero y su equipo desarrollaron una propuesta para enfrentar estructuralmente situaciones críticas de violencia y delincuencia. Bogotá primero y después Medellín se inspiraron en dichas propuestas. Pero en Bogotá ha funcionado y en Cali no. Una primera hipótesis es la siguiente: Mientras en los últimos 15 años Bogotá construyó un esquema de gobernabilidad “no formalizada” que permitió liderazgo, recursos, instrumentos y sostenibilidad, Cali por el contrario entró en una crisis de gobernabilidad traducida en crisis de liderazgo y de finanzas públicas. Esto no ha permitido que los instrumentos de política pública de seguridad ciudadana y convivencia funcionen adecuadamente ni mucho menos la sostenibilidad de la acción en el tiempo, condiciones necesarias para los buenos resultados.
El panorama preocupa más cuando se analiza el entorno regional. El Valle del Cauca es ejemplo de equilibrio urbano. Además de Cali, existen otras ciudades importantes: Cartago, Tuluá, Buga, Palmira y Buenaventura. Pero los problemas de gobernabilidad en estas pueden ser más críticos y además están conectados con las dinámicas de Cali. Una disputa entre carteles en el norte del Valle, se traduce en actos criminales en el norte o en el sur de Cali. El conflicto de Buenaventura, ciudad cada vez más fracturada entre la dinámica del puerto y los problemas sociales y económicos de la ciudadanía, tiene vasos comunicantes con las violencias en el Distrito Aguablanca.
Preocupa igualmente la actual contienda electoral, con una pléyade de candidatos a la alcaldía, todos por debajo del 10% de favorabilidad. Hasta los candidatos de tendencias progresistas y sus equipos van cada uno por su lado.
La gobernabilidad de Cali es fundamental para el país. Los caleños necesitan una institucionalidad y un liderazgo con todas sus capacidades puestas al servicio de su ciudadanía. Es el momento para que los liderazgos de Cali asuman sus responsabilidades. Es momento de sumar y no de restar o bloquear.
Publicado El Nuevo Siglo 16-04-2007
Después del atentado terrorista las preguntas normales giran en torno a ¿cuáles fueron los móviles?, ¿cómo se planeó?, ¿porqué la inteligencia no lo detectó?, ¿es suficiente la dotación de la fuerza pública?, ¿es buena la capacidad de respuesta?, etc.
Un atentado terrorista no debe ser visto no como un suceso aislado, sino como parte de una problemática mayor. Las preguntas deben ser entonces más amplias. ¿Porqué en Cali?¿Qué pasa en Cali y en el Valle? Y la ciudadanía necesita más análisis que el clásico “fue una acción de desestabilización”.
La paradoja es que Cali fue pionera de las políticas de seguridad ciudadana en Colombia. Rodrigo Guerrero y su equipo desarrollaron una propuesta para enfrentar estructuralmente situaciones críticas de violencia y delincuencia. Bogotá primero y después Medellín se inspiraron en dichas propuestas. Pero en Bogotá ha funcionado y en Cali no. Una primera hipótesis es la siguiente: Mientras en los últimos 15 años Bogotá construyó un esquema de gobernabilidad “no formalizada” que permitió liderazgo, recursos, instrumentos y sostenibilidad, Cali por el contrario entró en una crisis de gobernabilidad traducida en crisis de liderazgo y de finanzas públicas. Esto no ha permitido que los instrumentos de política pública de seguridad ciudadana y convivencia funcionen adecuadamente ni mucho menos la sostenibilidad de la acción en el tiempo, condiciones necesarias para los buenos resultados.
El panorama preocupa más cuando se analiza el entorno regional. El Valle del Cauca es ejemplo de equilibrio urbano. Además de Cali, existen otras ciudades importantes: Cartago, Tuluá, Buga, Palmira y Buenaventura. Pero los problemas de gobernabilidad en estas pueden ser más críticos y además están conectados con las dinámicas de Cali. Una disputa entre carteles en el norte del Valle, se traduce en actos criminales en el norte o en el sur de Cali. El conflicto de Buenaventura, ciudad cada vez más fracturada entre la dinámica del puerto y los problemas sociales y económicos de la ciudadanía, tiene vasos comunicantes con las violencias en el Distrito Aguablanca.
Preocupa igualmente la actual contienda electoral, con una pléyade de candidatos a la alcaldía, todos por debajo del 10% de favorabilidad. Hasta los candidatos de tendencias progresistas y sus equipos van cada uno por su lado.
La gobernabilidad de Cali es fundamental para el país. Los caleños necesitan una institucionalidad y un liderazgo con todas sus capacidades puestas al servicio de su ciudadanía. Es el momento para que los liderazgos de Cali asuman sus responsabilidades. Es momento de sumar y no de restar o bloquear.
Publicado El Nuevo Siglo 16-04-2007
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