Si nos atenemos a la tesis de Marco Palacio según la cual en Colombia faltaba el periodo populista, al terminar el período de Uribe estaríamos listos para una nueva fase de la democracia. Han sido años de populismo moderno y de opinión en el cual el presidente Uribe congregó a los colombianos en torno a un credo: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social. El 70% de los colombianos conocen y recitan hoy este credo casi con más facilidad que el Avemaría o el Padrenuestro. Y los que más lo recitan son, paradójicamente, aquellos de los estratos más bajos que hoy sufren la muerte de sus hijos como falsos positivos, que sólo tienen un trabajo informal en alguna calle de una ciudad colombiana, que sufren el rechazo y la estigmatización por ser pobres y además son los más afectados en su cotidianidad por las conflictividades sociales propias de los barrios más vulnerables.
¿Qué hizo posible esto? La teoría y la aplicación del Estado de Opinión de Uribe que ha consistido en concentrar la atención racional y la del inconsciente en las FARC, como el mal que todo lo explica en Colombia. No habría más problemas en Colombia, y, por si las dudas, hay que mantener la idea de que “la culebra sigue viva”, así hayan hoy problemas más apremiantes.
Un estilo presidencial lleno de alegorías, de rituales y de frases repetitivas logró construir un imaginario de presidente abnegado y milagroso contra las FARC. Una estrategia comunicacional exitosa y sostenida durante seis años, ha permitido que incluso hasta en los momentos de crisis económica, Uribe vaya bien, así el país vaya mal. Uribe es ya una especie de padre Marianito, el sacerdote de Angostura, Antioquia, convertido en el beato Mariano de Jesús Eusse y al cual le profesan tanta devoción sus seguidores, aún si sus rezos no se traducen en milagros, ni en soluciones a todos sus problemas.
Es el nuevo Estado de opinión, fase superior del Estado de Derecho según Uribe, en el que los imaginarios son más importantes que las realidades. Y en el que muchos medios y recursos públicos se utilizan para construir imaginarios convenientes, más que para resolver otros problemas cruciales del país como los de las vías, la pobreza, la corrupción, el acceso a salud, la calidad de la educación o la capacidad en ciencia y tecnología.
Los historiadores oficialistas escribirán que por esta época, en los barrios pobres de las ciudades, muchos niños, antes de acostarse y a pedido de sus madres, se paraban frente a la puerta de sus casas y leían la estampita que rezaba: “Alvaro Uribe tiene gran imperio contra las FARC, por lo cual es costumbre poner en las puertas de los aposentos, por la parte de adentro, esta cédula: Alvaro Uribe a las FARC: No entres”. Escribirán que Colombia había llegado a la fase superior del Estado de Opinión: El Estado Carismático.
Publicado El Nuevo Siglo 15-06-2009
Publicado www.palabranet.net
Publicado www.lapalabradigital.com
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