Buena descripción hizo la revista Semana en el artículo “La parábola del hampón” de la historia de “Blanquita”, el autor del asesinato del joven Juan Pablo Arenas en la Zona Rosa de Bogotá. Las preguntas que uno debe hacerse ahora son: ¿cuántas “Blanquitas” hay actualmente en Bogotá y qué hacer con ellas? Y ¿cómo prevenir la producción de nuevas “Blanquitas” en nuestra sociedad?
El trabajo de prevenir futuras “Blanquitas” es arduo. Necesita voluntad y ganas de impulsar políticas públicas difíciles de vender a los medios y a la opinión, pues estos están ávidos de políticas que den resultados inmediatos. Pero lo responsable es, a toda costa, desarrollar las políticas de prevención de la criminalidad. La Alcaldía de Bogotá ha puesto en marcha una política pública de prevención en las denominadas zonas críticas. La ciudadanía espera que funcionen. Por ello sería importante que la sociedad, por ejemplo a través de importantes instrumentos de seguimiento a la política pública como Bogotá Cómo Vámos hicieran una evaluación anual de los resultados que se obtienen en estas zonas. Sería importante que la Alcaldía de Bogotá estableciera una línea de base, es decir un corte de cuentas en las cifras, para conocer la situación en cada zona crítica antes de desarrollar la tarea. Esto es lo que permite más adelante medir el impacto de las medidas de prevención aplicadas y aprender qué es lo que funciona y dónde, y qué no.
En prevención también, habría que cogerle la caña a Hugo Acero y volver a Bogotá una “zona de intervención especial de seguridad”. Y ello debería implicar por ejemplo una gran política de Convivencia versión 2.0, que parta de una mirada profunda a los procesos de construcción de ciudadanía y de formación en valores de nuestros jóvenes. En ese caso hay que mirar dos políticas en particular: la de educación y la de juventud. En la primera, es importante que la Secretaría de Educación y el IDEP desarrollen, articulados con la Secretaría de Gobierno, nuevos modelos pedagógicos para el trabajo de prevención primario de los conflictos entre jóvenes. Por supuesto que trabajar en el colegio como unidad de base, y al mismo tiempo en el entorno escolar, resulta fundamental. Prevenir la deserción escolar, desarrollar una política para el uso del tiempo libre por parte de los jóvenes, disuadir el uso de drogas, alcohol y armas y formar a formadores (líderes juveniles, padres de familia y maestros) es la clave de la prevención, según lo muestra la experiencia internacional.
La prevención sirve para responder principalmente a la segunda pregunta de cómo evitar nuevas Blanquitas. Responder a la primera, ¿qué hacer con las Blanquitas existentes?, es un asunto de coerción y acción de la fuerza pública. La próxima columna abordará estas lecciones.
ADDENDA. Después del entusiasmo que despertó la saludable elección de Obama, ahora el mundo debe prepararse para un período de pragmatismo y Uribe para perder la posición de aliado privilegiado.
Publicado El Nuevo Siglo 19-01-2009
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