Durante mucho tiempo se mantuvo como doctrina en Colombia el discurso de Alberto Lleras Camargo en el Teatro Patria el 9 de mayo de 1958 para definir, ante comandantes y oficiales de las Fuerzas Armadas "el contrato de recíproco respeto" entre los militares y la sociedad. De ese necesario discurso para la época, cabe recordar: “Colombia como toda nación, pero en este momento más que en cualquiera otra necesita…de un buen gobierno como de unas Fuerzas Armadas poderosas, no sólo por su capacidad física de defensa, sino por el respeto y el amor que el pueblo les profese. Yo no quiero que las Fuerzas Armadas decidan cómo se debe gobernar a la nación, en vez de que lo decida el pueblo, pero no quiero, en manera alguna, que los políticos decidan cómo se debe manejar las Fuerzas Armadas, en su función técnica, en su disciplina, en sus reglamentos, en su personal…”
Colombia salía de la dictadura y era necesario ese mensaje a la Nación. Se sabía de la incertidumbre manifestada por miembros de la fuerza pública frente al nuevo gobierno. Lleras Camargo enviaba así un parte de tranquilidad a la sociedad civil como a esos miembros de la fuerza pública. Desde entonces, la fuerza pública fue autónoma y poco tuvo incidencia política o de otras instituciones en su función técnica, su disciplina, sus reglamentos y su personal. La constitución de 1991 preparó el terreno para el cambio necesario del siglo XXI: que desde la política pública integral se orientase la fuerza pública hacia los objetivos trazados en la Constitución. Desde entonces se ha dado un cambio paulatino que comenzó con el primer Ministro de Defensa no militar. En las grandes ciudades, los comandantes de policía han entendido poco a poco la importancia, para el logro de los objetivos de seguridad ciudadana, de articularse a la política pública urbana liderada por los alcaldes. Y el ejemplo más reciente de este cambio es el acto inusual del Ministro Santos que pidió la investigación de las actuaciones de los militares en el caso de los desaparecidos de Soacha, con las consecuencias que el país conoce.
Detrás de estas evoluciones están silenciosos pero eficientes comandantes y oficiales de las fuerzas armadas y de la policía nacional, que en una perspectiva moderna han entendido ese cambio, sustentados en el convencimiento de que los problemas de defensa, de seguridad rural y de seguridad urbana, no se resuelven sólo con la táctica y la estrategia militar o policial, sino con la acción integral del Estado en todo su territorio.
Esperemos que los que aspiran a suceder a Uribe tengan la capacidad de ofrecer una perspectiva y una Política, con P mayúscula, de seguridad integral y de seguridad humana nueva e inteligente, capaz de articular cada vez más a Fuerzas Armadas y Policía Nacional a los objetivos de desarrollo integral del territorio.
Publicado El Nuevo Siglo, 04-11-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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