Recuerdo a un ministro del interior francés en un momento de críticas ciudadanas a la policía nacional francesa porque la policía no era amiga de los ciudadanos, haberle dicho a sus comandantes algo así como “yo no quiero una policía amiga sino una policía que inspire respeto y autoridad; la Policía cuenta con todo mi respaldo, a condición de ser intachable”. Creo que hoy esa misma frase podría ser expresada por un ministro en Colombia, por un alcalde o por un simple ciudadano en Colombia.
Ha caído bien que Naranjo haya advertido (El Espectador 05-09-2008) que “no habrá tolerancia de parte de la institución para cualquier policía que sea sorprendido en actos de corrupción o delitos comunes”. En este momento, en el que la confianza en las instituciones toca puntos bajos, da tranquilidad este pronunciamiento público de Naranjo, porque si hasta la sal se corrompe…
Sacudió a la opinión pública la portada sobre “La soledad del General” (Revista Cambio 04-09-2008). Si alguno de los actores políticos mencionados está en lógica de ataque o de bloqueo a Naranjo que analiza la revista, la que sufrirá será la gobernanza de la seguridad ciudadana y detrás las cifras de la seguridad objetiva y la percepción podrán deteriorarse. Hay evidencias de que los problemas entre actores políticos están correlacionados con problemas reales de seguridad. No es difícil imaginar que cuando la institucionalidad no actúa coordinadamente, se abren espacios para la acción de los ilegales. El caso de Medellín es un ejemplo reciente; los problemas de gobernanza de la seguridad, manifestados por el complot de dos actores político-institucionales contra el Alcalde, han afectado la seguridad misma. Allí hay un reto para recuperar la confianza ciudadana en las instituciones y el Alcalde Salazar está haciendo lo que toca.
Volviendo a Naranjo, es claro que estamos frente a alguien con una visión moderna de una policía más ciudadana y civilista, y con muchos retos por delante. En la época post-Tirofijo, la seguridad ciudadana constituye la tarea fundamental de las instituciones nacionales y locales. Ya muchos comparten que la seguridad democrática no fue diseñada para atender la preocupación de los ciudadanos urbanos: convivencia y seguridad ciudadana. Que el país puede desarrollar políticas de seguridad ciudadana modernas, depende de cuatro factores: que cese o se regule el fuego amigo entre los actores político-institucionales, que el Gobierno Nacional entienda el problema de la seguridad ciudadana, que los alcaldes de las ciudades asuman la responsabilidad que les toca y que la Policía acompañe ese proceso desde una visión cada vez más civilista y con menos reflejos jerárquicos que a veces hacen pensar en el ejército. Naranjo es el hombre para esa tarea y no está solo.
Para los dos retos de la seguridad de las ciudades, la lucha contra la criminalidad organizada y la construcción de políticas modernas de prevención de la pequeña delincuencia urbana, Naranjo no está solo siempre que mantenga su búsqueda de una policía intachable.
Publicado El Nuevo Siglo 08-09-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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