Hablar del postconflicto es una herejía, sobre todo para aquellos que viven del conflicto. La visibilidad y presencia de muchos militares, policías, políticos de izquierda y de derecha, analistas, académicos, empresarios, presidentes y alcaldes depende de que se mantenga y se perciba una situación de conflicto armado en todo el país. Al que maneja bien un martillo todo problema le parece un clavo. Parecería que hay que esperar a que surjan con fuerza otros conceptos complementarios para que todos estos actores dejen de ver que todo es conflicto armado. Hay que empezar a tratar situaciones de algunas zonas del país, principalmente las urbanas, a partir de nuevas lecturas que permitan un mejor tratamiento de los problemas.
Colombia puede por ejemplo comenzar a hablar de post conflicto en algunos territorios y frente a algunos problemas. Es fundamental entender que la seguridad seguirá siendo el tema central de la sociedad postmoderna. Pero hay que cambiar de disco duro y comenzar a abordar otras formas de seguridad. Hay que comenzar a hablar de prevención integral pensando en todos los ámbitos y situaciones que ponen en riesgo la vida cotidiana de los colombianos, que son más numerosos que los atribuibles al conflicto armado. Incluso no hay que prever una disminución de pie de fuerza. Lo que se necesita es una reorganización profunda de los cuerpos de seguridad y un impulso de los nuevos oficios de la seguridad. Por ejemplo, seguiremos necesitando una presencia importante de cuerpos de seguridad en el territorio rural. Pero no será de un ejército, sino de una policía polivalente especializada en brindar seguridad en territorios rurales. En las ciudades necesitaremos cada vez más policías para atender una delincuencia y criminalidad urbanas más demandante y una sociedad cada vez más aversa a los riesgos pequeños y con mayor percepción de inseguridad. El cálculo es relativamente fácil. Tomemos el número de hombres de las fuerzas armadas y comencemos a reorientar, cuestión de dos o tres años, una parte importante de ellos para llegar hasta la mitad, hacia labores de policía rural polivalente con estatus militar o sin él, y en todo caso dependiendo de la autoridad de policía y formados por las escuelas de carabineros, que tendrían que aumentar su capacidad de acogida. Esta podrá llamarse carabineros, gendarmería, guardia civil, guardia nacional o simplemente policía rural. Y tomemos los efectivos actuales de la policía nacional y concentrémoslos en las ciudades. Las ciudades están dispuestas a contribuir en su financiación y así podremos aumentar rápidamente la relación de policías por cien mil habitantes para acercarnos a tasas internacionales.
¿Será que tenemos la lucidez suficiente para comenzar a analizar las situaciones que enfrentamos en los diferentes territorios con un criterio práctico de resolución de problemas específicos?. Entretanto es fundamental que la estrategia futura del ejército incluya como eje central el cuidado de las fronteras pues se avecinan tiempos difíciles para la Defensa Nacional.
Publicado El Nuevo Siglo 15-09-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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