16 de agosto de 2008

El olvido que no será

“Se hizo una gran reunión en Aguachica, a la que fui invitado, y asistí acompañado de un funcionario del Ministerio del Interior que trabajaba en la LOOT. Llegamos y encontramos una concentración inusitada, una Asamblea Comunal de por lo menos ochocientas o mil personas, venidas de toda la zona que uno hubiera llamado Magdalena Medio, pero eran más de Mompox que de Yondó y Cantagallo. En la mesa a un lado estaban lo de Asocipaz y al otro los que parecían ser de la guerrilla del ELN, las diferencias ideológicas eran evidentes y marcadas. De esa reunión bilateral sale el ideal de la autonomía, la independencia, el autogobierno y afirman “nosotros somos capaces de autogobernarnos, de darnos la paz que necesitamos, si nos dejan tranquilos”. Por supuesto hubo momentos de tensión; el pueblo colombiano es simpático: no se si por diseño o porque se les ocurrió en el momento, cada vez en que estuvieron a punto de pelearse, entraba cantando y danzando el grupo musical de tambor Fonema de Aguachica, Cesar; claro, todos los escuchaban y se acababa la discusión; cuando notaban que se reanudaba la conversación se retiraban, así ocurrió unas tres o cuatro veces. De esta reunión salió la decisión de crear una región, no un departamento; se va a llamar Río Grande, ya tienen Himno Nacional, “La Piragua” y la decisión fue sellada por la tambora del colegio que salió a darle la bendición final”.

Así plasmaba Orlando Fals Borda una de sus vivencias, a la que tuve la fortuna de acompañarle, en su libro Kaziyadu.

Fals es uno de esos intelectuales no olvidaremos, gracias a su propuesta de IAP-Investigación Acción Participativa, que científicos sociales de otros países adoptaron luego con tanto interés. Y sobretodo gracias a su propuesta de una república unitaria regional, con regiones autónomas, en la que las regiones deberían constituirse según sus culturas y tradiciones. Como toda idea orientada a mover los espíritus, la del nuevo ordenamiento en regiones autónomas surgidas de rasgos culturales, se ubicaba en un extremo y no necesariamente tenía en cuenta que el territorio es también economía o que los límites de los departamentos, por más arbitrarios que sean, ya se han encargado de construir imaginarios y habrá que considerarlos. Fals sabía eso. Y de ello tal vez algún día se desprenda que el país avance hacia las regiones en un balance entre el departamentalismo extremo y la realidad de que el territorio también es la cultura, que no conoce límites político-administrativos. Y acaso esas regiones culturales, como lo vivimos en Aguachica, también sean los escenarios naturales para consolidar acuerdos y la paz específica que requiere cada región y que no se ve desde Bogotá

El territorio son sus gentes. Insistir en esa idea, que corrobora seguramente a muchos otros antes de él, es también un gran legado de Fals para el ordenamiento territorial de Colombia.

Publicado El Nuevo Siglo 18-08-2008
Publicado
www.lapalabradigital.com
Publicado www.palabranet.net

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