Colombia tiene un Congreso irresponsable. Muchos congresistas le han huido a sus responsabilidades. Son fugitivos. El próximo presidente del Congreso le huyó a la responsabilidad del Partido Conservador frente a la reforma política. Los uribistas no asistieron a la comisión primera para dejar morir sin pena ni gloria una reforma que no era la pananea pero que enviaba un mensaje de deseo de reforma a la opinión pública. El actual Congreso actual le ha fallado al país.
Fabio Valencia había pronunciado la famosa frase: “o cambiamos, o nos cambian”. Ni han cambiado, ni al gobierno le interesa que la sociedad o la justicia los cambie. No importa cómo hayan obtenido sus votos o cuál sea su desempeño, son necesarios para votar los proyectos del gobierno. Uribe incluso ha utilizado el sempiterno argumento de que es un asunto de seguridad democrática. Esta sirve hasta para respaldar la irresponsabilidad del congreso.
Los colombianos confían cada vez menos en el Congreso. Pero aún no se sabe qué hacer con él. Cerrarlo, como plantean algunos, contribuiría a la crisis política e institucional. ¿Qué hacer entonces?. Nuestra sociedad está más acostumbrada a llorar sobre la leche derramada que a hacer seguimiento contínuo a los problemas. Hay la necesidad desde la sociedad civil, la academia y acaso desde los reductos de la política seria, de derecha civilista, de centroizquierda sensato y de centro, de hacer seguimiento constante al trabajo de cada uno de los congresistas. La opinión pública debe conocer mejor lo que hacen. Alguien debería montar una especie de palmarés o de ranking del trabajo parlamentario y mediatizarlo. Además de medir si asistió a las sesiones o no, tema en el que una mayoría saldría hoy mal librada, se trata dejar conocer a los electores quien está haciendo un trabajo congresional productivo en propuestas y aportes concretos y quien no. Esta el país en mora de un sistema de seguimiento independiente a los congresistas, que bien puede partir de los trabajos iniciales de la iniciativa de Congreso Visible. Si los electores conocen mejor (si es que conocen algo) el desempeño de sus congresistas, se podría aspirar a que elijan mejor en el futuro.
En la arena política, en lo que se refiere a cambios de fondo en el funcionamiento del Congreso, hay que evolucionar del esquema tradicional e improductivo de hacer oposición con pocos argumentos, con frases grandilocuentes y adjetivos descalificadores, a uno de propuestas elaboradas y contundentes. El país va y viene entre propuestas sueltas, que van desde el régimen parlamentario hasta la reducción del número de congresistas. Poco se habla de reformas sobre la representatividad territorial o sobre la responsabilidad de los congresistas. Lo primero los haría ser más visibles frente a un conjunto concreto de electores. Lo segundo evitaría que ante la menor decisión comprometedora pasen de agache o simplemente le huyan a la decisión.
Publicado El Nuevo Siglo 9-06-2008
Publicado www.lapalabradigital.com
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