En una columna reciente (El Tiempo, 18-08-2007) manifesté que “para construir una cultura de fuerza exclusivamente civil, un primer paso es la creación de un Viceministerio de la Policía…. Un segundo paso es la división de tareas entre esta policía civil dedicada a la seguridad en las ciudades y una policía más rural con estatus militar (…) al estilo de gendarmería francesa”. La pregunta de fondo es: ¿Cuál es la organización institucional de las fuerzas militares y policiales que más conviene a la situación actual y de mediano plazo en Colombia? No pocas personas han reaccionado y por ello van algunas ampliaciones a estas ideas.
La desmilitarización de la Policía es un propósito ya expuesto por algunos analistas. El tema es cuándo y cómo. Para muchos habría que esperar a salir del conflicto armado. La realidad es que en las zonas urbanas la problemática de seguridad no es precisamente el conflicto armado, sino el delito común, la violencia no letal, los problemas de convivencia y el control de la normatividad urbana.
Esto exige respuestas modernas distintas a las tradicionales de seguridad nacional, tal como Bogotá o Medellín lo han venido experimentando. El cuándo puede ser ahora. Colombia podría contar con un cuerpo de Policía Nacional para las grandes zonas urbanas manejado desde un Viceministerio de la Policía, en el Ministerio del Interior. No pocos advierten, con algo de razón, el riesgo de exponer el manejo de la policía a la negociación política ejecutivo-legislativo. Frente a esto se puede considerar, jugársela definitivamente con un Ministerio de la Seguridad Pública, como en Québec, o bien, concentrar la interlocución con el legislativo en un Ministerio de Relaciones con el Congreso.
La idea de separar policía urbana y policía rural nace de una lectura de la seguridad en clave territorial. La diversidad de situaciones territoriales hace pensar que hay que tratar distinto lo que es diferente. En seguridad esto es particularmente cierto y haría necesario concebir un esquema y una organización de la policía para zonas urbanas y otros para zonas rurales.
Martha Lucía Ramírez había introducido la reflexión sobre la policía rural. Vamos en que la Policía Nacional ha incluido en su organigrama y objetivos la referencia a la Policía Rural, asumida por los carabineros; incluso se ha propuesto una formación técnica en temas agropecuarios para este cuerpo. La iniciativa debe ir más allá. A diferencia de la policía urbana, una policía rural en zonas de conflicto armado debería tener estatus militar y complementar la tarea de recuperación del territorio que cumple el Ejército, con la de permanencia y orden público, más cercanas a la función policial. Como lo plantean Haenel y Lizurey en su libro La gendarmerie, esta opción representa una perspectiva realista para las zonas en las que la herramienta militar vaya ameritando una reorientación hacia las necesidades de la seguridad pública.
Publicado El Nuevo Siglo 26-08-2007
Publicado www.lapalabradigital.com
La desmilitarización de la Policía es un propósito ya expuesto por algunos analistas. El tema es cuándo y cómo. Para muchos habría que esperar a salir del conflicto armado. La realidad es que en las zonas urbanas la problemática de seguridad no es precisamente el conflicto armado, sino el delito común, la violencia no letal, los problemas de convivencia y el control de la normatividad urbana.
Esto exige respuestas modernas distintas a las tradicionales de seguridad nacional, tal como Bogotá o Medellín lo han venido experimentando. El cuándo puede ser ahora. Colombia podría contar con un cuerpo de Policía Nacional para las grandes zonas urbanas manejado desde un Viceministerio de la Policía, en el Ministerio del Interior. No pocos advierten, con algo de razón, el riesgo de exponer el manejo de la policía a la negociación política ejecutivo-legislativo. Frente a esto se puede considerar, jugársela definitivamente con un Ministerio de la Seguridad Pública, como en Québec, o bien, concentrar la interlocución con el legislativo en un Ministerio de Relaciones con el Congreso.
La idea de separar policía urbana y policía rural nace de una lectura de la seguridad en clave territorial. La diversidad de situaciones territoriales hace pensar que hay que tratar distinto lo que es diferente. En seguridad esto es particularmente cierto y haría necesario concebir un esquema y una organización de la policía para zonas urbanas y otros para zonas rurales.
Martha Lucía Ramírez había introducido la reflexión sobre la policía rural. Vamos en que la Policía Nacional ha incluido en su organigrama y objetivos la referencia a la Policía Rural, asumida por los carabineros; incluso se ha propuesto una formación técnica en temas agropecuarios para este cuerpo. La iniciativa debe ir más allá. A diferencia de la policía urbana, una policía rural en zonas de conflicto armado debería tener estatus militar y complementar la tarea de recuperación del territorio que cumple el Ejército, con la de permanencia y orden público, más cercanas a la función policial. Como lo plantean Haenel y Lizurey en su libro La gendarmerie, esta opción representa una perspectiva realista para las zonas en las que la herramienta militar vaya ameritando una reorientación hacia las necesidades de la seguridad pública.
Publicado El Nuevo Siglo 26-08-2007
Publicado www.lapalabradigital.com