17 de junio de 2007

Sociedad del conocimiento

Algunos abuelos antioqueños decían que para comer arepa había que moler. Para potenciar el desarrollo económico y social de un país, para incrementar la productividad, hay que invertir en ciencia. Si queremos un país con capacidad propia en ciencia, tecnología e innovación, hay que moler, hay que invertir.

Colombia tiene aspiraciones de país desarrollado, pero se da los medios de país africano. Una dirigencia miope ha privilegiado tradicionalmente la inversión que aceita la clientela, por encima de la inversión que fortalece la capacidad económica y social. La inversión pública en Ciencia y Tecnología y la atención a la universidad pública han sido víctimas de esta falta de visión estratégica. Tristemente la excepción a la pobre atención a la universidad pública parece ser la ESAP, cotizada entidad para pago de favores a políticos, como en el caso más reciente, según dicen allí mismo, a un senador del Magdalena. Un asunto de “gobernabilidad”, dirán en Palacio.

Pero supongamos que el de la ESAP es un caso aislado. Importa es mirar las cifras concretas. La inversión actual en CyT en Colombia está por debajo del 0,4% del PIB. La de Israel supera el 4%, Japón destina el 3% del PIB, Estados Unidos 2,8% y los países europeos un 2,3%. En el vecindario, Brasil y Chile invierten en CyT entre 1 y 1,2 % del PIB, con la decisión en Chile de llegar a 1,6%. Colombia debe tomar la decisión estratégica de alcanzar 1,5% en 2010 y llegar al 3% en 2019. Así lo plantean Jaime Restrepo Cuartas y Martha Lucía Ramírez, dos congresistas serios, a través de un proyecto de ley que modifica la Ley 29 de 1990 y busca establecer un marco jurídico para sustentar estructuralmente un aumento de la inversión pública y privada en CyT.

Un escenario de mayor inversión en CyT debe estar necesariamente articulado a la formación de PhDs en Colombia. El fomento de la investigación científica y la innovación debe darse en torno al fomento de programas de doctorado, articulados fundamentalmente a grupos de investigación reconocidos y calificados.

Un candidato a doctorado, con una beca pública o privada, bien dirigido, en un laboratorio bien dotado, con buen intercambio internacional, puede, en 3 o 4 años, desarrollar nuevas tecnologías, aportar innovaciones útiles a la industria nacional, producir conocimiento u ofrecer soluciones a problemas sociales y económicos. Si este caso se repite en 5000 más, en ocho años habremos contribuido a crear una amplia comunidad científica en el país, habremos permitido que muchos problemas se solucionen con una componente endógena, enriquecida con el benchmarking internacional; habremos contribuido a que muchos cerebros colombianos no se fuguen gracias a incentivos económicos, a la dotación consecuente de sus laboratorios, al reconocimiento y a la posibilidad de sentirse útiles al desarrollo económico y social del país. Habremos creado así una sociedad del conocimiento.

Publicado El Nuevo Siglo 18-06-2007
Publicado
www.lapalabradigital.com

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