En los años noventa fue famoso el programa de televisión peruano “Laura en América”. Este género, que inundó la televisión por cable y las parabólicas, incluía la entrevista de personajes de la vida cotidiana de las barriadas de Lima, quienes luego de confrontaciones verbales sobre temas como alcoholismo, violencia intrafamiliar, drogadicción y líos de faldas, terminaban enfrentados frente a la cámara, insultándose y hasta agrediéndose físicamente. Este último era el momento esperado por la audiencia de estos programas desagradables que al fin de cuentas eran vistos por una gran cantidad de público. Exactamente así funciona hoy la política en Colombia y los países andinos.
Muchos políticos y asesores políticos comprendieron que para la teleaudiencia (y es que la política hoy se hace y se comunica principalmente a través de la televisión), ávida de emociones en una vida urbana monótona y limitada al itinerario casa-buseta-rebusque-buseta-casa, la política es una oportunidad de entretenimiento. Por eso muchos políticos sustentan su estrategia de campaña constante en encontrar un malo (un opositor, un grupo criminal, un ciudadano común, un periodista, un magistrado, etc.) con el cual enfrentarse verbalmente. Se evitarán en lo posible los jalones de pelo, pellizcos y puños de “Laura en América”, con excepción del evento del puñetazo limpio Valencia Cossio-Uribe hace algunos años en Antioquia. El público objetivo del nuevo show político es el mismo de “Laura en América”. Y hay que entrenarse en histrionismo, en frases hirientes y en actitudes desafiantes.
Las presidencias de los países andinos han encontrado en esta una forma exitosa de hacer política y campaña permanente. Ni siquiera han dudado en montar el show entre ellos cuando ha sido necesario. El último episodio ha sido el de un ministro de defensa y un presidente, ambos en campaña electoral en sus respectivos países. Los sondeos muestran en ambos sitios que la estrategia es políticamente rentable.
Muchos sospecharon que los casos presentados por “Laura en América” eran montajes y que detrás había guiones e incluso se pagaba a “actores naturales”. La conductora del programa terminó involucrada con Montesinos en el ocaso de régimen de Fujimori.
También hay guiones y guionistas detrás de los reality shows de la política criolla. Algunos hasta hablan de un Montesinos criollo. Se escogen bien las frases y los momentos para agredir al contradictor de turno, el cual ha sido seleccionado según sus características y las necesidades de comunicación o la demanda de la audiencia en el momento. Para la crisis que se avecina, de la que pocos hablan, serán estos reality shows políticos los analgésicos privilegiados.
Así es la política de hoy: un reality show de mal gusto, pero que capta una gran audiencia de incautos. Mientras tanto, los problemas estructurales siguen pendientes de solución.
Nota: En medio de tanto reality show político resulta refrescante un Sergio Fajardo dedicado a tratar con respeto a los colombianos y a escuchar sus problemas de fondo.
Publicado El Nuevo Siglo 08-03-2009
Publicado www.lapalabradigital.com
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