Una de las reflexiones que algunos analistas hacen por estos días tiene que ver con la relación entre la crisis económica y el aumento de la delincuencia y la violencia. Incluso, se dice, en Colombia la campaña presidencial de 2010, se daría en un ambiente de aumento de las cifras de la inseguridad, principalmente en las ciudades.
No es un tema fácil y pocos estudios completos existen sobre el particular. Suponiendo que existiera una relación inversa entre crimen y economía, es decir, que hubiera más delito cuando la economía va mal, es posible reflexionar sobre una serie de fenómenos:
• Durante las crisis hay un mayor número de personas que no alcanzan a percibir los ingresos mínimos para cubrir sus necesidades diarias. Algunos podrían incurrir en delitos (los denominados delitos famélicos), para solucionar el problema del ingreso diario. El pequeño delito podría aumentar.
• También el alcoholismo y el consumo de drogas pueden aumentar en tiempos económicos adversos. Esto a su vez tiende a impulsar comportamientos violentos y pueden aumentar las lesiones personales.
• Durante las crisis económicas las bandas organizadas pueden aumentar su visibilidad social en la medida en que los afectados por las crisis las pueden considerar como vehículos para superar sus problemas. No es difícil que aumente el reclutamiento de jóvenes sin oportunidades, lo que a su vez puede provocar más crimen. Y no hay que olvidar que, como lo dice el economista Isaac Beltrán, en Colombia existe una delincuencia común organizada con un “legado” de entrenamiento especializado en acciones armadas de alto impacto (el legado de Yair Klein y los paras, como de la guerrilla y de los instructores de ETA e IRA).
• Adicionalmente, si hay recesión, habrá menos recursos públicos y no es imposible que se afecten los presupuestos de seguridad y de justicia. Ya en el pasado se vio cómo, por otros motivos, cuando Cali tuvo que prescindir de su Fondo de Vigilancia y Seguridad, aumentaron las cifras de inseguridad. También, el último paro de la rama judicial mostró que para los delincuentes en la calle la inacción de la justicia significa menos riesgo para su actividad. (A propósito, nadie ha analizado qué tanto incidió dicho paro en el aumento reciente de la inseguridad en las zonas urbanas). Menos recursos para la justicia y para la seguridad ciudadana es patente de corso para los delincuentes en la calle.
• La vulnerabilidad social y económica está asociada con los problemas del hábitat y estos a su vez con el hacinamiento y las dificultades en la convivencia intrafamiliar. En tiempos de crisis se podrán acentuar los problemas del hábitat o al menos se solucionarán menos. He aquí un elemento adicional.
No es un tema fácil, pues también hay relaciones proporcionales entre economía y crimen. Pero lo responsable es ocuparse del asunto y tratar de anticipar aquellos fenómenos de malestar social, incivilidad, criminalidad e inseguridad que podrían aumentar en las grandes ciudades producto de la crisis. Que alguien en el alto gobierno diga algo.
Publicado El Nuevo Siglo 23-03-2009
Publicado www.lapalabradigital.com
Mis opiniones sobre temas territoriales, urbanos, sociales, políticos e institucionales.
26 de marzo de 2009
24 de marzo de 2009
¿Se proponen acabar la minería?
Cada vez es menos correcto políticamente abordar el tema de la necesidad del desarrollo minero en Colombia. Pero es lo responsable. Es un error la reciente satanización generalizada a esta actividad en la opinión pública. Cuando se prohíbe la minería, es la minería formal la que se cohíbe. La informal, como la que arrasa ecosistemas en el Chocó, no hay opinión pública que la pare. Y esta minería informal existe porque no hay control estatal ni orientación hacia soluciones concretas. No digo que la minería no genera impactos ambientales, que sí. Digo que la solución no es erradicarla. La solución inteligente es facilitar una minería rentable, regulada, controlada y que compense los impactos que genera. Y esa es la minería formal. Y en cuanto al control y la regulación inteligente, habrá que exigir que alguien en el Estado asuma responsablemente esa tarea, que sabemos es más difícil que simplemente impedir todo.
No es conveniente el discurso moralista ambiental extremo que ha venido desplazando la idea de desarrollo sostenible iniciada hace veinte años y que propendía por un equilibrio entre el desarrollo económico y el cuidado del medio ambiente. Este concepto es el que habría que recuperar para la opinión pública. El resultado es que las narrativas más rentables políticamente hoy termina por imponer una perspectiva anticrecimiento económico. Pero realmente superar la pobreza y las vulnerabilidades sociales colombianas pasa por impulsar renglones clave del crecimiento económico como la minería. Pero el discurso satanizador, que hasta se volvió políticamente correcto, está dando al traste con esta posibilidad. Hasta un ministro inteligente, a dos semanas de iniciar campaña, prefiere seguir la corriente discursiva dominante antes que entrar en el análisis de fondo de la relación minería-crecimiento económico-medio ambiente.
No es fácil asumir posiciones equilibradas en materia de promoción de la minería, porque algunos prefieren no hacer análisis objetivos sino política con el tema ambiental, y, también, porque muchos empresarios mineros no han hecho el esfuerzo que deberían para imponer prácticas mineras responsables social y ambientalmente.
El caso de Cajamarca (y que quede claro que ni sé cómo se llama la empresa que explora allí) será paradigmático en el futuro. Por ello hay que concentrar en las decisiones que se tomen allí, toda la inteligencia y la capacidad del Estado, de la academia y de la sociedad civil, para que se pueda desarrollar una minería responsable, impulsadora del desarrollo económico del Tolima y que con sus excedentes compense los impactos ambientales que se generen, cosa que no ocurre hoy con los cultivos de arracacha.
Este país, como Canadá o Australia, tiene el reto y la obligación de utilizar bien y en beneficio de los colombianos los recursos del subsuelo. Para ello lo primero es impulsar y permitir una minería responsable social y ambientalmente. Después hay que pensar también en los mecanismos de redistribución social de dicha riqueza y en la reducción de los riesgos de corrupción que no permiten dicha redistribución.
Publicado El Nuevo Siglo 16-03-2009
No es conveniente el discurso moralista ambiental extremo que ha venido desplazando la idea de desarrollo sostenible iniciada hace veinte años y que propendía por un equilibrio entre el desarrollo económico y el cuidado del medio ambiente. Este concepto es el que habría que recuperar para la opinión pública. El resultado es que las narrativas más rentables políticamente hoy termina por imponer una perspectiva anticrecimiento económico. Pero realmente superar la pobreza y las vulnerabilidades sociales colombianas pasa por impulsar renglones clave del crecimiento económico como la minería. Pero el discurso satanizador, que hasta se volvió políticamente correcto, está dando al traste con esta posibilidad. Hasta un ministro inteligente, a dos semanas de iniciar campaña, prefiere seguir la corriente discursiva dominante antes que entrar en el análisis de fondo de la relación minería-crecimiento económico-medio ambiente.
No es fácil asumir posiciones equilibradas en materia de promoción de la minería, porque algunos prefieren no hacer análisis objetivos sino política con el tema ambiental, y, también, porque muchos empresarios mineros no han hecho el esfuerzo que deberían para imponer prácticas mineras responsables social y ambientalmente.
El caso de Cajamarca (y que quede claro que ni sé cómo se llama la empresa que explora allí) será paradigmático en el futuro. Por ello hay que concentrar en las decisiones que se tomen allí, toda la inteligencia y la capacidad del Estado, de la academia y de la sociedad civil, para que se pueda desarrollar una minería responsable, impulsadora del desarrollo económico del Tolima y que con sus excedentes compense los impactos ambientales que se generen, cosa que no ocurre hoy con los cultivos de arracacha.
Este país, como Canadá o Australia, tiene el reto y la obligación de utilizar bien y en beneficio de los colombianos los recursos del subsuelo. Para ello lo primero es impulsar y permitir una minería responsable social y ambientalmente. Después hay que pensar también en los mecanismos de redistribución social de dicha riqueza y en la reducción de los riesgos de corrupción que no permiten dicha redistribución.
Publicado El Nuevo Siglo 16-03-2009
12 de marzo de 2009
Política estilo “Laura en América”
En los años noventa fue famoso el programa de televisión peruano “Laura en América”. Este género, que inundó la televisión por cable y las parabólicas, incluía la entrevista de personajes de la vida cotidiana de las barriadas de Lima, quienes luego de confrontaciones verbales sobre temas como alcoholismo, violencia intrafamiliar, drogadicción y líos de faldas, terminaban enfrentados frente a la cámara, insultándose y hasta agrediéndose físicamente. Este último era el momento esperado por la audiencia de estos programas desagradables que al fin de cuentas eran vistos por una gran cantidad de público. Exactamente así funciona hoy la política en Colombia y los países andinos.
Muchos políticos y asesores políticos comprendieron que para la teleaudiencia (y es que la política hoy se hace y se comunica principalmente a través de la televisión), ávida de emociones en una vida urbana monótona y limitada al itinerario casa-buseta-rebusque-buseta-casa, la política es una oportunidad de entretenimiento. Por eso muchos políticos sustentan su estrategia de campaña constante en encontrar un malo (un opositor, un grupo criminal, un ciudadano común, un periodista, un magistrado, etc.) con el cual enfrentarse verbalmente. Se evitarán en lo posible los jalones de pelo, pellizcos y puños de “Laura en América”, con excepción del evento del puñetazo limpio Valencia Cossio-Uribe hace algunos años en Antioquia. El público objetivo del nuevo show político es el mismo de “Laura en América”. Y hay que entrenarse en histrionismo, en frases hirientes y en actitudes desafiantes.
Las presidencias de los países andinos han encontrado en esta una forma exitosa de hacer política y campaña permanente. Ni siquiera han dudado en montar el show entre ellos cuando ha sido necesario. El último episodio ha sido el de un ministro de defensa y un presidente, ambos en campaña electoral en sus respectivos países. Los sondeos muestran en ambos sitios que la estrategia es políticamente rentable.
Muchos sospecharon que los casos presentados por “Laura en América” eran montajes y que detrás había guiones e incluso se pagaba a “actores naturales”. La conductora del programa terminó involucrada con Montesinos en el ocaso de régimen de Fujimori.
También hay guiones y guionistas detrás de los reality shows de la política criolla. Algunos hasta hablan de un Montesinos criollo. Se escogen bien las frases y los momentos para agredir al contradictor de turno, el cual ha sido seleccionado según sus características y las necesidades de comunicación o la demanda de la audiencia en el momento. Para la crisis que se avecina, de la que pocos hablan, serán estos reality shows políticos los analgésicos privilegiados.
Así es la política de hoy: un reality show de mal gusto, pero que capta una gran audiencia de incautos. Mientras tanto, los problemas estructurales siguen pendientes de solución.
Nota: En medio de tanto reality show político resulta refrescante un Sergio Fajardo dedicado a tratar con respeto a los colombianos y a escuchar sus problemas de fondo.
Publicado El Nuevo Siglo 08-03-2009
Publicado www.lapalabradigital.com
Muchos políticos y asesores políticos comprendieron que para la teleaudiencia (y es que la política hoy se hace y se comunica principalmente a través de la televisión), ávida de emociones en una vida urbana monótona y limitada al itinerario casa-buseta-rebusque-buseta-casa, la política es una oportunidad de entretenimiento. Por eso muchos políticos sustentan su estrategia de campaña constante en encontrar un malo (un opositor, un grupo criminal, un ciudadano común, un periodista, un magistrado, etc.) con el cual enfrentarse verbalmente. Se evitarán en lo posible los jalones de pelo, pellizcos y puños de “Laura en América”, con excepción del evento del puñetazo limpio Valencia Cossio-Uribe hace algunos años en Antioquia. El público objetivo del nuevo show político es el mismo de “Laura en América”. Y hay que entrenarse en histrionismo, en frases hirientes y en actitudes desafiantes.
Las presidencias de los países andinos han encontrado en esta una forma exitosa de hacer política y campaña permanente. Ni siquiera han dudado en montar el show entre ellos cuando ha sido necesario. El último episodio ha sido el de un ministro de defensa y un presidente, ambos en campaña electoral en sus respectivos países. Los sondeos muestran en ambos sitios que la estrategia es políticamente rentable.
Muchos sospecharon que los casos presentados por “Laura en América” eran montajes y que detrás había guiones e incluso se pagaba a “actores naturales”. La conductora del programa terminó involucrada con Montesinos en el ocaso de régimen de Fujimori.
También hay guiones y guionistas detrás de los reality shows de la política criolla. Algunos hasta hablan de un Montesinos criollo. Se escogen bien las frases y los momentos para agredir al contradictor de turno, el cual ha sido seleccionado según sus características y las necesidades de comunicación o la demanda de la audiencia en el momento. Para la crisis que se avecina, de la que pocos hablan, serán estos reality shows políticos los analgésicos privilegiados.
Así es la política de hoy: un reality show de mal gusto, pero que capta una gran audiencia de incautos. Mientras tanto, los problemas estructurales siguen pendientes de solución.
Nota: En medio de tanto reality show político resulta refrescante un Sergio Fajardo dedicado a tratar con respeto a los colombianos y a escuchar sus problemas de fondo.
Publicado El Nuevo Siglo 08-03-2009
Publicado www.lapalabradigital.com
7 de marzo de 2009
Percepción de inseguridad: ¿Qué hacer?
Era normal esperar un aumento de la percepción de inseguridad en diciembre de 2008. El año estuvo cargado de hechos ajenos a la dinámica local que afectaron este indicador: crisis DMG, atentados, marchas nacionales de transportadores de carga y de indígenas, “falsos positivos” con los jóvenes del sur de Bogotá, diferencias públicas entre funcionarios distritales y el Ministro de la Defensa. También hay procesos locales que afectan la percepción: los problemas de movilidad y las vulnerabilidades del pasajero en el transporte público, dificultades en el manejo de las basuras, disminución de la cultura ciudadana, el problema de habitantes de calle y el aumento en consumo de drogas. Además, en el entorno nacional se dio en 2008 un rebrote de la violencia homicida instrumentalizada por grupos de criminalidad organizada, lo que también incide en la percepción y, como se sabe, su control depende menos de las políticas locales que de una combinación de inteligencia, investigación criminal y eficiencia de la justicia. Por otra parte, las dinámicas de los jóvenes deben ser mejor integradas por la ciudad: falta eficacia en las políticas que ofrecen oportunidades a los jóvenes y se requieren más resultados en prevención con jóvenes en riesgo y en el tratamiento de la delincuencia juvenil.
Que quede claro: percepción de inseguridad no es lo mismo que inseguridad. Incluso a veces hay paradojas: aumenta la percepción de inseguridad cuando mejora la seguridad objetiva. Pero si la percepción de inseguridad afecta tanto la calidad de vida, igual o más que los delitos, entonces la política pública tiene que abordar el miedo y la ansiedad como verdaderos problemas que requieren una respuesta bien planeada y una acción responsable. ¿Qué hacer frente a este fenómeno?
No hay que echarle la culpa a los medios, ni pensar que las medidas de choque solas mejoran la percepción. Los medios tienen la obligación de informar y deben seguir haciéndolo. Pueden ayudar a manejar la percepción, pero en la medida en que la fuente oficial los mantenga pedagógica y constantemente informados. Las medidas de choque no corrigen los fenómenos estructurales que inciden en la percepción.
Hay que entender bien la forma en que se construye el miedo. Hay que entender las diferencias de percepción entre sexos y edades. Se debe entender lo que depende de las dinámicas locales y lo que depende de factores nacionales (criminalidad organizada nacional, conflicto armado), que debe llamar a una mejor coordinación entre gobierno nacional y gobierno local. En percepción de inseguridad las soluciones suelen ser contraintuitivas: una acción en movilidad o en hábitat o una acción social pueden ayudar a disminuir el miedo. También hay que mirar el impacto de las decisiones de justicia.
El plan de desarrollo de Bogotá tiene la base de lo que se requiere para el manejo de la percepción de inseguridad: una estrategia estructural de largo plazo construida en torno a la prevención del delito.
Publicado El Nuevo Siglo 02-03-2009
Que quede claro: percepción de inseguridad no es lo mismo que inseguridad. Incluso a veces hay paradojas: aumenta la percepción de inseguridad cuando mejora la seguridad objetiva. Pero si la percepción de inseguridad afecta tanto la calidad de vida, igual o más que los delitos, entonces la política pública tiene que abordar el miedo y la ansiedad como verdaderos problemas que requieren una respuesta bien planeada y una acción responsable. ¿Qué hacer frente a este fenómeno?
No hay que echarle la culpa a los medios, ni pensar que las medidas de choque solas mejoran la percepción. Los medios tienen la obligación de informar y deben seguir haciéndolo. Pueden ayudar a manejar la percepción, pero en la medida en que la fuente oficial los mantenga pedagógica y constantemente informados. Las medidas de choque no corrigen los fenómenos estructurales que inciden en la percepción.
Hay que entender bien la forma en que se construye el miedo. Hay que entender las diferencias de percepción entre sexos y edades. Se debe entender lo que depende de las dinámicas locales y lo que depende de factores nacionales (criminalidad organizada nacional, conflicto armado), que debe llamar a una mejor coordinación entre gobierno nacional y gobierno local. En percepción de inseguridad las soluciones suelen ser contraintuitivas: una acción en movilidad o en hábitat o una acción social pueden ayudar a disminuir el miedo. También hay que mirar el impacto de las decisiones de justicia.
El plan de desarrollo de Bogotá tiene la base de lo que se requiere para el manejo de la percepción de inseguridad: una estrategia estructural de largo plazo construida en torno a la prevención del delito.
Publicado El Nuevo Siglo 02-03-2009
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