22 de diciembre de 2007

Ingrid, la colombiana de 2007

Parecía como si Colombia no hubiera dado al secuestro de Ingrid Betancourt, ni al de los demás secuestrados, la importancia que merecían. Muchos discursos y solicitudes de acuerdo humanitario, de un lado, o de liberación por la fuerza, del otro, han parecido más ser mensajes políticamente correctos para hacer frente a la opinión pública. Como lo dijo Ingrid en su conmovedora carta, aquí los actores de este conflicto se mueven más por intereses que por principios.

Las imágenes y la carta de Ingrid mostraron que en medio del sufrimiento y la tragedia del secuestro, aún están vivos los principios y su espíritu políticos. Fueron tal vez los más importantes mensajes políticos enviados a los colombianos en mucho tiempo. No hubo colombiano que al leer la carta u observar la imagen, no se hubiera sentido conmovido y solidario de manera sincera con su liberación y la de todos los secuestrados.

Es cierto que al momento de su secuestro la campaña de Ingrid no convocaba a los colombianos. Y durante mucho tiempo del secuestro, sólo su familia, sus cercanos y Francia mantuvieron la voz en alto para que no los olvidaran, como ocurre tan a menudo en Colombia con las víctimas del conflicto. Pero no es menos cierto que en las últimas semanas el mensaje enviado por Ingrid logró convocar a los colombianos, incluso a los más incrédulos.

Las naciones suelen cohesionarse en la adversidad, pero aun se requiere que la adversidad toque a la mayor parte de la sociedad. Ocurrió frente a las dos guerras mundiales en Europa. También en los Estados Unidos frente a los ataques del 11-9. Colombia sin embargo, no parece aún unida para enfrentar la tragedia del secuestro y del conflicto. Al contrario, se utilizan estos para sacar provecho político. Basta mirar las últimas noticias. Prima el cálculo en las posiciones frente al conflicto. El objetivo es afectar al contrincante. Uno gana si el otro pierde. Es el caso de Uribe, de las FARC y de muchos políticos sin escrúpulos.

Y precisamente, en ese mar de cálculos, el mensaje de Ingrid logró, así haya sido por poco tiempo, despertar una verdadera solidaridad entre los colombianos y contra las FARC y las formas de violencia disfrazadas de legitimidad. Y logró también impulsar la liberación de Emmanuel, Clara y Consuelo. Por ello para esta columna, Ingrid Betancourt es la colombiana del año. La Historia registrará su carta como el símbolo de la tragedia de la Colombia de esta época y como el mensaje que más congregó a los colombianos en medio del conflicto, que muchos prefieren mantener vivo por cálculo. Ojalá el 2008 sea el año de los principios y no de los cálculos por intereses para contar con la libertad de todos los secuestrados.

Publicada El Nuevo Siglo, 24-12-2007
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