El debate sobre los temas urbanos y de vivienda en la región ha evolucionado en los últimos años desde la perspectiva técnica. Se han podido diagnosticar las áreas de dificultad de la región en la materia: déficits de planeación urbana, segregación socioespacial, infraestructura con problemas de adaptabilidad a cambio climático y de vulnerabilidad a crisis naturales, economías urbanas subóptimas en términos de su potencial, además de desafíos en gobernanza urbana y en materia de confianza en las instituciones locales.
La propuesta del Derecho a la Ciudad se ha promovido con fuerza desde las redes latinoamericanas y ha permeado incluso la perspectiva de la Nueva Agenda Urbana global gracias al impulso latinoamericano. El Derecho a la Ciudad propende porque todos los habitantes urbanos tengan acceso a los servicios básicos y a la vivienda en la ciudad, así como a las oportunidades del desarrollo sostenible, sin distingo de su condición social, étnica, económica, o de sus preferencias sexuales, políticas o religiosas, y todo en un marco de inclusión, convivencia y tolerancia.
Se ha abordado igualmente la necesidad de avanzar en los marcos legales, en los sistemas de planificación urbana y en las estrategias de financiamiento para hacer realidad las políticas urbanas nacionales o subnacionales y la implementación local a través, por ejemplo, de operaciones urbanas integrales y de operaciones de mejoramiento integral de barrios, entre otros instrumentos de acción integrada.
Frente a lo anterior, el ángulo que interesa aquí es analizar cómo se ha desarrollado la acción regional en ámbitos como la definición de marcos regionales para apoyar la Nueva Agenda Urbana y las políticas de vivienda, o, en la coyuntura actual, para facilitar el trabajo de recuperación en el marco de la pandemia del Covid-19.
Inicialmente se debe resaltar la construcción de una posición general latinoamericana en las discusiones previas a la Conferencia Habitat III de Quito. Una instancia regional como MINURVI (Foro de Ministros y Altas Autoridades en Desarrollo Urbano y Vivienda de América Latina) mantuvo una discusión permanente para defender una posición en Hábitat III. En abril de 2016, la reunión regional Rumbo a Habitat III de Toluca, permitió establecer posiciones regionales concretas para contribuir a la discusión global. En Toluca se dieron cita no sólo los gobiernos nacionales, sino también las redes regionales de gobiernos locales (FLACMA, Mercociudades, Red Allas, etc) y las redes regionales de actores interesados y temáticas (red mujer y hábitat, red de instituciones financieras, redes sobre espacios públicos, redes sobre movilidad, redes de jóvenes, redes del sector inmobiliario, redes de representantes del sector de servicios básicos, redes comunitarias, etc). Esta multiplicidad de actores discutió e intercambió en un diálogo horizontal para cumplir el objetivo de alcanzar una posición regional. Por supuesto, en el proceso también participaron diplomáticos de la región.
La implementación de la Nueva Agenda Urbana a partir de 2017 se ha beneficiado de esta dinámica positiva de Toluca y, con la facilitación de ONU-Hábitat y de CEPAL, un grupo de unas 200 personas representando un colectivo de redes regionales, incluyendo a MINURVI, federaciones regionales de gobiernos locales, redes profesionales y temáticas y redes ciudadanas, desarrolló un Plan de Acción Regional para la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Este proceso de diálogo entre actores regionales permitió acordar acciones regionales y contrastar ideas y experiencias sobre un tema como el desarrollo urbano, que puede tener expresiones y representaciones sociales diferentes en cada territorio.
El contexto de COVID-19 también ha contribuido a un diálogo regional urbano. América Latina es la región más afectada hasta el momento por la crisis sistémica de COVID-19. Además de la tragedia de miles de vidas humanas perdidas, los impactos de la pandemia en la región son enormes en términos de destrucción de empleos, afectaciones en educación, movilidad, actividad económica, prestación de servicios, y desarrollo humano en todos los países y en sus territorios. Esta disrupción ha puesto en riesgo el efectivo ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales, el logro de los principios de las agendas globales y ha obligado a cuestionar de forma contundente los modelos de desarrollo vigentes. La crisis ha hecho evidente igualmente la interconexión entre diversas esferas de la vida en la ciudad: la protección social, la economía, la libertad y los derechos, para mencionar pilares de la vida en sociedad. Esta interacción ha puesto en relieve la necesidad de pensar en estrategias multidimensionales urbanas de recuperación socio-económica en el contexto de la pandemia.
En este proceso, la discusión regional también está mostrando sus ventajas. Los órganos intergubernamentales regionales han generado importantes espacios de colaboración e intercambio de experiencias de respuesta y planeación de la fase de recuperación. Se ha activado una conversación regional fluida tanto entre niveles nacionales (a través de MINURVI), como entre niveles locales de gobierno (principalmente en torno a FLACMA y Mercociudades). Igualmente, una convergencia de redes regionales temáticas y ciudadanas están construyendo y co-creando soluciones y propuestas.
Es posible constatar que ha existido conversación y acción regional integrada en el aporte de América Latina a la Nueva Agenda Urbana, también en torno a su proceso de implementación y, ahora, en torno a las estrategias de intervención en el contexto de covid-19. Hay conciencia de que el propósito de esta integración regional para construir y promover soluciones a la crisis cae en el ámbito de la integración para la construcción de bienes públicos regionales. Esto abre un espacio para profundizar en las posibilidades del proceso y de los resultados para lograr una “nueva y mejor normalidad”.
Queda la pregunta de si estas acciones regionales permiten derivar y catalizar una forma de contribución a la construcción de un multilateralismo regional en áreas de interés común del desarrollo sostenible como las ciudades y la vivienda. Una integración regional que parte de problemas concretos y que arroja resultados específicos, contribuyendo a la construcción de bienes públicos regionales, en temas que no son los tradicionalmente tratados en el mundo de las relaciones internacionales.
En un momento en el que muchos observan una crisis en varios aspectos del multilateralismo, vale la pena observar cómo actores multi-país y diferentes a los gobiernos nacionales, tales como redes regionales de gobiernos locales, de instituciones académicas y de organizaciones ciudadanas, interactúan en torno a temas periféricos para las relaciones internacionales. Esta acción ha permitido no sólo mantener una conversación y un intercambio permanente, sino también acordar reglas de juego y llegar a nuevos resultados frente a los problemas específicos que se proponen enfrentar, en este caso en el ámbito del desarrollo urbano y de las estrategias de vivienda. Se trata de formas concretas de integración regional y multilateral, desde otros ángulos, que tal vez inspiren a los actores y a las partes tradicionales de la discusión multilateral y de la integración de América Latina.
Celebrar el Día Mundial del Hábitat durante Octubre Urbano es también celebrar la posibilidad de aportar desde el desarrollo urbano, el hábitat y la vivienda a la integración regional y a un nuevo multilateralismo, para no dejar a nadie atrás.
Rio de Janeiro, Octubre 7 de 2020
Publicado en www.paradiplomacia.org
Elkin Velásquez
Mis opiniones sobre temas territoriales, urbanos, sociales, políticos e institucionales.
20 de octubre de 2020
2 de marzo de 2020
Después del Foro Urbano Mundial de Abu Dhabi: Anotaciones desde América Latina
Acaba de terminar el Foro Urbano Mundial 10 de Abu Dhabi, el primero de la Década de Acción para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, por eso mismo, la oportunidad para discutir e identificar nuevos compromisos y nuevas perspectivas para su logro a nivel global a través de las ciudades.
El FUM es la más importante conferencia global sobre desarrollo urbano. En esta ocasión acogió, del 8 al 13 de febrero, a más de 13,000 participantes, con cerca de 170 países representados. El foro permitió conversaciones y debates en más de 500 eventos sobre el espectro de oportunidades y desafíos presentes en las ciudades. La discusión general tuvo una coherencia en torno a la idea de la ciudad como un espacio de oportunidades, conectando cultura e innovación.
Para América Latina y el Caribe, el Foro fue una oportunidad para fortalecer su articulación con redes e iniciativas globales en áreas clave para los desafíos de la región. Y vale la pena destacar algunos de los puntos y experiencias planteados desde la región.
Desigualdad y exclusión urbana siguen siendo temas cruciales para la región. Por ejemplo, el Estado de Alagoas, Brasil, mostró cómo es posible aplicar nuevas metodologías de trabajo a nivel micro-territorial para identificar y caracterizar a las familias más pobres en barrios precarios, para facilitar su acceso a la oferta social del estado como paso necesario hacia su inclusión social y económica. Lideresas latinoamericanas plantearon en la Asamblea de Mujeres formas concretas para planear ciudades con perspectiva de género y para identificar y superar las barreras que impiden su empoderamiento en los procesos de desarrollo urbano. Más y mejor comunicación sobre paridad de género, formación de nuevos liderazgos femeninos y dar centralidad a la economía del cuidado, han sido planteamientos clave hechos por las mujeres latinoamericanas en el FUM.
La red de trabajo de personas con discapacidad también avanzó, con buena representación de América Latina desde donde se sostuvo que las ciudades inclusivas deben eliminar toda forma de discriminación e integrar la accesibilidad universal como un principio básico de la gestión local, recordando que personas con discapacidad representan un 15% de la población mundial.
Otro hecho de gran interés para América Latina y el Caribe ha sido la serie de eventos que han propuesto una mayor participación del sector privado en la implementación de la Nueva Agenda Urbana y de los ODS. La Asamblea del sector privado exploró cuatro formas en las cuales este puede participar en el logro de una urbanización sostenible a escala: Inversión, co-creación, abogacía conjunta y adopción de normas y estándares de sostenibilidad. La Unión Interamericana para la Vivienda-UNIAPRAVI y la Alianza Smart Latam, representadas en Abu Dhabi, portaron la voz de la región en ese sentido.
En el mismo sentido, uno de los asuntos más novedosos del foro fue el lanzamiento de la Plataforma de Inversión en Ciudades (Cities Investment Platform), la cual en su versión inicial cumplió con la propuesta de conectar inversionistas con proyectos urbanos integrados propuestos desde las ciudades. Sendos proyectos de México y Brasil fueron presentados, mientras que representantes de Ecuador, Colombia, Argentina y otros países vieron en las Operaciones Urbanas Integrales propuestas por ONU-Habitat, un modelo apropiado para promover nuevos esquemas de finanzas combinadas (públicas y privadas) en el sector del desarrollo urbano sostenible.
Gobiernos locales de América Latina y el Caribe estuvieron representados a través de asociaciones como Mercociudades y Metrópolis, además de participaciones destacadas como las de Bogotá, Montevideo, Acapulco, Sao Paulo, Tandil (Provincia de Buenos Aires), entre otras. En la asamblea de gobiernos locales y regionales, América Latina contribuyó con la perspectiva del derecho a la ciudad, y a la vez planteó la necesidad de combinar aspectos de la transformación digital con aspectos tradicionales de la ciudad, para lograr una ciudad integrada y sostenible.
Igualmente, a través de San Justo, Tandil (Argentina) y Acapulco (México), las ciudades de América Latina estuvieron representadas en los nuevos compromisos para desarrollar Revisiones Voluntarias Locales sobre el avance de los ODS a nivel local. Sería de esperar que a través de las asociaciones regionales (Mercociudades, FLACMA, etc), este ejemplo se pueda incrementar geométricamente en los próximos años.
La asamblea de ministros de vivienda y desarrollo urbano, MINURVI, también tuvo una reunión informal liderada por la presidencia de Colombia, con el objetivo de avanzar en su plan de trabajo de 2020 hacia la implementación de la Nueva Agenda Urbana en la región. En paralelo, varias entidades de la región dieron pasos en la promoción de un nuevo acuerdo urbanistico latinoamericano que apoye la implementación legal de la NAU.
Ha sido destacable igualmente el lanzamiento de cinco programas bandera de ONU-Habitat para acelerar el apoyo a gobiernos nacionales y locales en sus procesos de urbanización sostenible y en el logro de los ODS. Se trata de:
- Barrios y comunidades vibrantes e inclusivas
- Ciudades inteligentes enfocadas en las personas
- Asentamientos resilientes para los más pobres en las ciudades
- ODS Ciudades
- Ciudades incluyentes: El impacto positivo de la migración urbana
Actores de América Latina tuvieron participación fundamental en las discusiones de todos los programas bandera. Cabe destacar aquí el involucramiento de instituciones de México para promover ODS Ciudades, así como el impulso desde Mercociudades. Ambas instancias han visto el programa ODS ciudades como una pieza clave para acelerar el logro de los ODS en toda la región durante la Década de Acción que inicia.
Igualmente, dada la coyuntura regional que incluye importantes procesos y retos de movilidad humana, tanto en América del Sur (la migración venezolana) como en América Central (la migración centroamericana a USA vía México), el programa de Ciudades Incluyentes ha despertado el mayor de los intereses en los países de la región, ya que puede ser una sombrilla internacional para promover mayor apoyo de la comunidad internacional a los gobiernos locales que reciben migrantes o que ven partir a su población dadas las condiciones limitantes al desarrollo sostenible que las aquejan.
Como comentario final vale resaltar que se ha consolidado la perspectiva de una Nueva Agenda Urbana aceleradora de los ODS. Esta perspectiva ha sido muy bienvenida desde América Latina y el Caribe dada la necesidad de crear sinergias prácticas y optimizar recursos a través de pasarelas y conexiones entre las agendas globales de desarrollo. En el FUM11 de Katowice, Polonia, en 2022 sabremos qué tanto habremos avanzado en este y todos los temas…
Río de Janeiro, Febrero 28 de 2019
El FUM es la más importante conferencia global sobre desarrollo urbano. En esta ocasión acogió, del 8 al 13 de febrero, a más de 13,000 participantes, con cerca de 170 países representados. El foro permitió conversaciones y debates en más de 500 eventos sobre el espectro de oportunidades y desafíos presentes en las ciudades. La discusión general tuvo una coherencia en torno a la idea de la ciudad como un espacio de oportunidades, conectando cultura e innovación.
Para América Latina y el Caribe, el Foro fue una oportunidad para fortalecer su articulación con redes e iniciativas globales en áreas clave para los desafíos de la región. Y vale la pena destacar algunos de los puntos y experiencias planteados desde la región.
Desigualdad y exclusión urbana siguen siendo temas cruciales para la región. Por ejemplo, el Estado de Alagoas, Brasil, mostró cómo es posible aplicar nuevas metodologías de trabajo a nivel micro-territorial para identificar y caracterizar a las familias más pobres en barrios precarios, para facilitar su acceso a la oferta social del estado como paso necesario hacia su inclusión social y económica. Lideresas latinoamericanas plantearon en la Asamblea de Mujeres formas concretas para planear ciudades con perspectiva de género y para identificar y superar las barreras que impiden su empoderamiento en los procesos de desarrollo urbano. Más y mejor comunicación sobre paridad de género, formación de nuevos liderazgos femeninos y dar centralidad a la economía del cuidado, han sido planteamientos clave hechos por las mujeres latinoamericanas en el FUM.
La red de trabajo de personas con discapacidad también avanzó, con buena representación de América Latina desde donde se sostuvo que las ciudades inclusivas deben eliminar toda forma de discriminación e integrar la accesibilidad universal como un principio básico de la gestión local, recordando que personas con discapacidad representan un 15% de la población mundial.
Otro hecho de gran interés para América Latina y el Caribe ha sido la serie de eventos que han propuesto una mayor participación del sector privado en la implementación de la Nueva Agenda Urbana y de los ODS. La Asamblea del sector privado exploró cuatro formas en las cuales este puede participar en el logro de una urbanización sostenible a escala: Inversión, co-creación, abogacía conjunta y adopción de normas y estándares de sostenibilidad. La Unión Interamericana para la Vivienda-UNIAPRAVI y la Alianza Smart Latam, representadas en Abu Dhabi, portaron la voz de la región en ese sentido.
En el mismo sentido, uno de los asuntos más novedosos del foro fue el lanzamiento de la Plataforma de Inversión en Ciudades (Cities Investment Platform), la cual en su versión inicial cumplió con la propuesta de conectar inversionistas con proyectos urbanos integrados propuestos desde las ciudades. Sendos proyectos de México y Brasil fueron presentados, mientras que representantes de Ecuador, Colombia, Argentina y otros países vieron en las Operaciones Urbanas Integrales propuestas por ONU-Habitat, un modelo apropiado para promover nuevos esquemas de finanzas combinadas (públicas y privadas) en el sector del desarrollo urbano sostenible.
Gobiernos locales de América Latina y el Caribe estuvieron representados a través de asociaciones como Mercociudades y Metrópolis, además de participaciones destacadas como las de Bogotá, Montevideo, Acapulco, Sao Paulo, Tandil (Provincia de Buenos Aires), entre otras. En la asamblea de gobiernos locales y regionales, América Latina contribuyó con la perspectiva del derecho a la ciudad, y a la vez planteó la necesidad de combinar aspectos de la transformación digital con aspectos tradicionales de la ciudad, para lograr una ciudad integrada y sostenible.
Igualmente, a través de San Justo, Tandil (Argentina) y Acapulco (México), las ciudades de América Latina estuvieron representadas en los nuevos compromisos para desarrollar Revisiones Voluntarias Locales sobre el avance de los ODS a nivel local. Sería de esperar que a través de las asociaciones regionales (Mercociudades, FLACMA, etc), este ejemplo se pueda incrementar geométricamente en los próximos años.
La asamblea de ministros de vivienda y desarrollo urbano, MINURVI, también tuvo una reunión informal liderada por la presidencia de Colombia, con el objetivo de avanzar en su plan de trabajo de 2020 hacia la implementación de la Nueva Agenda Urbana en la región. En paralelo, varias entidades de la región dieron pasos en la promoción de un nuevo acuerdo urbanistico latinoamericano que apoye la implementación legal de la NAU.
Ha sido destacable igualmente el lanzamiento de cinco programas bandera de ONU-Habitat para acelerar el apoyo a gobiernos nacionales y locales en sus procesos de urbanización sostenible y en el logro de los ODS. Se trata de:
- Barrios y comunidades vibrantes e inclusivas
- Ciudades inteligentes enfocadas en las personas
- Asentamientos resilientes para los más pobres en las ciudades
- ODS Ciudades
- Ciudades incluyentes: El impacto positivo de la migración urbana
Actores de América Latina tuvieron participación fundamental en las discusiones de todos los programas bandera. Cabe destacar aquí el involucramiento de instituciones de México para promover ODS Ciudades, así como el impulso desde Mercociudades. Ambas instancias han visto el programa ODS ciudades como una pieza clave para acelerar el logro de los ODS en toda la región durante la Década de Acción que inicia.
Igualmente, dada la coyuntura regional que incluye importantes procesos y retos de movilidad humana, tanto en América del Sur (la migración venezolana) como en América Central (la migración centroamericana a USA vía México), el programa de Ciudades Incluyentes ha despertado el mayor de los intereses en los países de la región, ya que puede ser una sombrilla internacional para promover mayor apoyo de la comunidad internacional a los gobiernos locales que reciben migrantes o que ven partir a su población dadas las condiciones limitantes al desarrollo sostenible que las aquejan.
Como comentario final vale resaltar que se ha consolidado la perspectiva de una Nueva Agenda Urbana aceleradora de los ODS. Esta perspectiva ha sido muy bienvenida desde América Latina y el Caribe dada la necesidad de crear sinergias prácticas y optimizar recursos a través de pasarelas y conexiones entre las agendas globales de desarrollo. En el FUM11 de Katowice, Polonia, en 2022 sabremos qué tanto habremos avanzado en este y todos los temas…
Río de Janeiro, Febrero 28 de 2019
5 de junio de 2019
Y qué tal un “gran impulso” urbano para América Latina?
Uno de los planteamientos más importante de la Nueva Agenda Urbana ha sido que la urbanización, cuando está bien planificada, impacta positivamente el crecimiento económico, el desarrollo social y la adaptación al cambio climático. América Latina está llena de buenas intervenciones realizadas puntualmente en momentos y espacios específicos de algunas ciudades: Curitiba, Quito, Montevideo, Buenos Aires, Guayaquil, Medellín, Bogotá, Montería, Zapopan, Aguascalientes, Ciudad Juárez, Sao Paulo, Maringá, Recife, etc. Muchos de estos ejemplos en realidad materializan los planteamientos de la Nueva Agenda Urbana.
Las bases de datos globales de ONU-Habitat sobre buenas prácticas han mostrado por mucho tiempo a la región contribuyendo de manera importante, y en algunos casos llegando a un impresionante 40% de los casos. Un dato para imaginar que la realidad urbana de la región conoce momentos de apogeo. Pero un caminante desprevenido al pasar por ciudades de la región, podrá rápidamente notar que las buenas prácticas, no han sido suficientes para transformar estructuralmente la realidad. Falta mucho por hacer en nuestras ciudades. Falta mucho para ir a escala y para que las buenas prácticas urbanas se multipliquen en la región y podamos constatar un impacto positivo extendido y durable de la política, la gestión y la financiación de intervenciones urbanas en las cerca de 17.000 municipalidades y niveles subnacionales de la región. Al fin y al cabo, de lo que se trata con la Nueva Agenda Urbana es de lograr una revolución de pequeñas transformaciones, cotidianas y efectivas, en todas nuestras comunidades y barrios. Y me refiero a transformaciones integrales: de territorios, de economías y de vidas.
Hay mucho potencial, pero no está potenciado. Hay que construir sobre lo construido y avanzar de manera estructurada y robusta en la implementación de la Nueva Agenda Urbana, así como de la Agenda 2030 en las ciudades. Y un camino potencial es crear las condiciones para un “gran impulso urbano” en la región.
Desde la Cepal, su Secretaria Ejecutiva Alicia Bárcena y Jose Luis Samaniego han propuesto a la región avanzar hacia un Gran Impulso Ambiental. Y tiene sentido. Paul Rosenstein-Rodan propuso en 1943 la teoría del “gran impulso” (“big push”) pensando en la necesidad de dedicar una concentración de recursos de diferente tipo a sectores y objetivos bien estructurados, como condición necesaria para que pudiera darse un salto importante en los niveles de desarrollo en un país o una región determinados. En palabras simples, para tener éxito en impulsar el desarrollo, muchas cosas tienen que ocurrir al mismo tiempo y de manera articulada. En términos más formales, se requiere una trayectoria convergente de multiplicidad de actores, sectores e inversiones, producto de una reorientación coordinada de políticas públicas, inversiones, regulaciones, régimen de impuestos, etc., todo apoyado por sistemas de incentivos apropiada y con cantidad de acciones positivas y alineadas.
Lo anterior también puede inspirar al sector territorial y urbano. En ese sentido, por qué no pensar en un “gran impulso urbano” para América Latina y el Caribe? Es posible. Contamos con los elementos y sabemos muchas cosas.
Contamos con la Nueva Agenda Urbana y con la Agenda 2030. Contamos un Plan de Acción Regional para su implementación. Contamos con multiplicidad de actores y redes participativas regionales muy comprometidas en diferentes temas urbanos (vivienda, mejoramiento de barrios, jóvenes por la ciudad, empoderamiento de mujeres, seguridad urbana, desarrollo económico local, personas con discapacidad, tercera edad, cambio climático, movilidad, ciudades fronterizas, ciudades inteligentes, etc.). Contamos con la sensibilidad de muchos actores estatales, de la sociedad civil y de la academia.
Además, sabemos que una intervención urbana bien diseñada tiene impactos positivos en vidas cotidianas, en adaptación al cambio climático y en economías. Sabemos de los impactos multidimensionales cuando trabajamos con aproximación urbana integrada. Sabemos que las operaciones urbanas mixtas son más rentables. Sabemos que tenemos no pocos y muy buenos ejemplos inspiradores. Sabemos que las ciudades son complementarias y funcionan como sistema de ciudades, que son centrales en la economía, que albergan alrededor de 80% de la población latinoamericana. Sabemos que existe un nexo urbano-rural muy claro.
Y sabemos algo de lo que no sabemos. Por ejemplo, sabemos que la urbanización en América Latina y el Caribe no ha estado acompañada de incrementos en la productividad (a comparación de Asia) y no sabemos bien por qué. Sabemos que podemos disminuir pobreza como en la década de 2000, pero que no sabemos hacerlo generando valor agregado urbano.
Sabemos que la situación urbana actual en la región resulta ineficiente y que se debe romper el círculo vicioso de la urbanización insostenible.
Cabe buscar un cambio progresivo en la región sobre la base de un impulso urbano que realmente contribuya simultáneamente al crecimiento económico y la productividad, aumente la incorporación de conocimiento en la producción de la ciudad, garantice inclusión social, permita superar la segregación socio-espacial y prepare a los territorios urbanos para contribuir menos al cambio climático y ser más resilientes.
Se trata de un gran impulso urbano que lance una nueva tendencia de desarrollo urbano sostenible en América Latina y el Caribe, a través de un conjunto de claras, coherentes y continuadas políticas públicas, sin las cuales las inversiones, tasas, regulaciones, precios, estándares, entrenamientos, decisiones y otros componentes del gran impulso no van a seguir una trayectoria de innovaciones, transformaciones y logros a escala. Hay motivos para ser optimisa con ello. Manos a la obra!.
Río de Janeiro, junio 1ro de 2019
Las bases de datos globales de ONU-Habitat sobre buenas prácticas han mostrado por mucho tiempo a la región contribuyendo de manera importante, y en algunos casos llegando a un impresionante 40% de los casos. Un dato para imaginar que la realidad urbana de la región conoce momentos de apogeo. Pero un caminante desprevenido al pasar por ciudades de la región, podrá rápidamente notar que las buenas prácticas, no han sido suficientes para transformar estructuralmente la realidad. Falta mucho por hacer en nuestras ciudades. Falta mucho para ir a escala y para que las buenas prácticas urbanas se multipliquen en la región y podamos constatar un impacto positivo extendido y durable de la política, la gestión y la financiación de intervenciones urbanas en las cerca de 17.000 municipalidades y niveles subnacionales de la región. Al fin y al cabo, de lo que se trata con la Nueva Agenda Urbana es de lograr una revolución de pequeñas transformaciones, cotidianas y efectivas, en todas nuestras comunidades y barrios. Y me refiero a transformaciones integrales: de territorios, de economías y de vidas.
Hay mucho potencial, pero no está potenciado. Hay que construir sobre lo construido y avanzar de manera estructurada y robusta en la implementación de la Nueva Agenda Urbana, así como de la Agenda 2030 en las ciudades. Y un camino potencial es crear las condiciones para un “gran impulso urbano” en la región.
Desde la Cepal, su Secretaria Ejecutiva Alicia Bárcena y Jose Luis Samaniego han propuesto a la región avanzar hacia un Gran Impulso Ambiental. Y tiene sentido. Paul Rosenstein-Rodan propuso en 1943 la teoría del “gran impulso” (“big push”) pensando en la necesidad de dedicar una concentración de recursos de diferente tipo a sectores y objetivos bien estructurados, como condición necesaria para que pudiera darse un salto importante en los niveles de desarrollo en un país o una región determinados. En palabras simples, para tener éxito en impulsar el desarrollo, muchas cosas tienen que ocurrir al mismo tiempo y de manera articulada. En términos más formales, se requiere una trayectoria convergente de multiplicidad de actores, sectores e inversiones, producto de una reorientación coordinada de políticas públicas, inversiones, regulaciones, régimen de impuestos, etc., todo apoyado por sistemas de incentivos apropiada y con cantidad de acciones positivas y alineadas.
Lo anterior también puede inspirar al sector territorial y urbano. En ese sentido, por qué no pensar en un “gran impulso urbano” para América Latina y el Caribe? Es posible. Contamos con los elementos y sabemos muchas cosas.
Contamos con la Nueva Agenda Urbana y con la Agenda 2030. Contamos un Plan de Acción Regional para su implementación. Contamos con multiplicidad de actores y redes participativas regionales muy comprometidas en diferentes temas urbanos (vivienda, mejoramiento de barrios, jóvenes por la ciudad, empoderamiento de mujeres, seguridad urbana, desarrollo económico local, personas con discapacidad, tercera edad, cambio climático, movilidad, ciudades fronterizas, ciudades inteligentes, etc.). Contamos con la sensibilidad de muchos actores estatales, de la sociedad civil y de la academia.
Además, sabemos que una intervención urbana bien diseñada tiene impactos positivos en vidas cotidianas, en adaptación al cambio climático y en economías. Sabemos de los impactos multidimensionales cuando trabajamos con aproximación urbana integrada. Sabemos que las operaciones urbanas mixtas son más rentables. Sabemos que tenemos no pocos y muy buenos ejemplos inspiradores. Sabemos que las ciudades son complementarias y funcionan como sistema de ciudades, que son centrales en la economía, que albergan alrededor de 80% de la población latinoamericana. Sabemos que existe un nexo urbano-rural muy claro.
Y sabemos algo de lo que no sabemos. Por ejemplo, sabemos que la urbanización en América Latina y el Caribe no ha estado acompañada de incrementos en la productividad (a comparación de Asia) y no sabemos bien por qué. Sabemos que podemos disminuir pobreza como en la década de 2000, pero que no sabemos hacerlo generando valor agregado urbano.
Sabemos que la situación urbana actual en la región resulta ineficiente y que se debe romper el círculo vicioso de la urbanización insostenible.
Cabe buscar un cambio progresivo en la región sobre la base de un impulso urbano que realmente contribuya simultáneamente al crecimiento económico y la productividad, aumente la incorporación de conocimiento en la producción de la ciudad, garantice inclusión social, permita superar la segregación socio-espacial y prepare a los territorios urbanos para contribuir menos al cambio climático y ser más resilientes.
Se trata de un gran impulso urbano que lance una nueva tendencia de desarrollo urbano sostenible en América Latina y el Caribe, a través de un conjunto de claras, coherentes y continuadas políticas públicas, sin las cuales las inversiones, tasas, regulaciones, precios, estándares, entrenamientos, decisiones y otros componentes del gran impulso no van a seguir una trayectoria de innovaciones, transformaciones y logros a escala. Hay motivos para ser optimisa con ello. Manos a la obra!.
Río de Janeiro, junio 1ro de 2019
4 de marzo de 2019
2019: Para seguir avanzando en la implementación de la Nueva Agenda Urbana en América Latina
En 2018 la región avanzó. Desde una mirada a 18 mil pies de altura, la región cuenta ya con un proceso de articulación que cubre todo el continente y que está liderado por la ONU y por MINURVI, la asamblea regional de ministras y ministros de vivienda y desarrollo urbano. Además, se está construyendo una plataforma regional para el seguimiento de las transformaciones socio-económicas que genere la implementación y, lo que es importante para las instituciones nacionales y locales, se está integrando cada vez más la Nueva Agenda Urbana-NAU con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Lo anterior es loable y ha generado procesos conscientes y concretos de apropiación de la NAU a nivel nacional en países como Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, México, Haití y República Dominicana entre otros. MINURVI como foro de cooperación regional espacio regional jugó un papel crucial en 2018 bajo la presidencia de Argentina. Y ya en 2018 con la presidencia de Costa Rica está desarrollando pasos concretos para avanzar: Consolidando bases de indicadores clave, iniciando un proceso de negociación de un acuerdo regional vinculante sobre temas urbanos, articulando con los ODS, etc. Todo apunta a que el próximo Octubre Urbano, durante la Asamblea de MINURVI y la Conferencia de las Ciudades de CEPAL/ONU-Habitat, será posible constatar un buen avance regional.
Dicho lo anterior, hay que seguir bajando a nivel de la “trinchera” y constatar que los niveles de implementación local de la NAU aún tienen mucho por avanzar. Durante 2019 debería poder trabajarse en los temas clave para que en los próximos años sea posible una transformación a escala:
1) Mas comunicación y sensibilización sobre la NAU. Que todos los municipios sepan que existe. Que todos conozcan porqué es importante. Que todos queden motivados para integrarla en su gestión. Que todos conozcan el Plan de Acción Regional para la implementación. En esta tarea la alianza con las asociaciones regionales de municipios y ciudades es crítica: FLACMA, Mercociudades, Red ALLAS, UCCI.
2) Mayor disponibilización de herramientas para la implementación local. Entidades regionales y nacionales deben avanzar en poner a disposición de metodologías y posibilidades de capacitación y de intercambio sobre buenas prácticas que muestren la relevancia de una cadena de valor de la urbanización sostenible.
3) Desarrollar el “business model” de la NAU y movilizar más fondos públicos y privados para apoyar operaciones e iniciativas urbanas integrales que materialicen la NAU. El mayor esfuerzo para 2019 está en apoyar y consolidar equipos capaces de estructurar operaciones e iniciativas urbanas integrales a escala y con diferentes niveles de complejidad. Para ir a escala, es necesaria una especie de revolución de procesos pequeños y efectivos en comunidades, barrios y ciudades diversas.
4) Desarrollar más mecanismos de seguimiento de la NAU a nivel local. El Indice de Prosperidad Urbana es una de las herramientas disponibles para ello y amerita una mayor promoción y divulgación.
5) Comunicar, comunicar y comunicar. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles este 2019 para contar mejor las historias de impacto transformador de la NAU. Y esto a diferentes públicos y audiencias, utilizando todas las herramientas y recursos técnicos disponibles para el mejor “storytelling” posible.
Este es el esfuerzo técnico que debe estar contextualizado y tener en cuenta las realidades y dinámicas propias de América Latina y el Caribe en un 2019 en el que se prevén crecimientos económicos mediocres a moderados, si bien comprensibles por la coyuntura mundial. Todo esto marcado por acelerados procesos de movilidad humana principalmente desde Venezuela hacia Suramérica y desde Centroamérica hacia Norteamérica. Y con un telón de fondo ya conocido en esta región: Las trampas de la renta media que incluyen la baja productividad urbana; la integración social incompleta en las ciudades con un saldo además de violencias urbanas y exclusiones; y las asimetrías y debilidades en las instituciones locales. Que la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como un proceso que puede ayudar a hacer frente a estos desafíos a la vez que se aprovechan las oportunidades de nuestra región. Tal es el desafío en 2019.
Rio de Janeiro, febrero 27 de 2019
Lo anterior es loable y ha generado procesos conscientes y concretos de apropiación de la NAU a nivel nacional en países como Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, México, Haití y República Dominicana entre otros. MINURVI como foro de cooperación regional espacio regional jugó un papel crucial en 2018 bajo la presidencia de Argentina. Y ya en 2018 con la presidencia de Costa Rica está desarrollando pasos concretos para avanzar: Consolidando bases de indicadores clave, iniciando un proceso de negociación de un acuerdo regional vinculante sobre temas urbanos, articulando con los ODS, etc. Todo apunta a que el próximo Octubre Urbano, durante la Asamblea de MINURVI y la Conferencia de las Ciudades de CEPAL/ONU-Habitat, será posible constatar un buen avance regional.
Dicho lo anterior, hay que seguir bajando a nivel de la “trinchera” y constatar que los niveles de implementación local de la NAU aún tienen mucho por avanzar. Durante 2019 debería poder trabajarse en los temas clave para que en los próximos años sea posible una transformación a escala:
1) Mas comunicación y sensibilización sobre la NAU. Que todos los municipios sepan que existe. Que todos conozcan porqué es importante. Que todos queden motivados para integrarla en su gestión. Que todos conozcan el Plan de Acción Regional para la implementación. En esta tarea la alianza con las asociaciones regionales de municipios y ciudades es crítica: FLACMA, Mercociudades, Red ALLAS, UCCI.
2) Mayor disponibilización de herramientas para la implementación local. Entidades regionales y nacionales deben avanzar en poner a disposición de metodologías y posibilidades de capacitación y de intercambio sobre buenas prácticas que muestren la relevancia de una cadena de valor de la urbanización sostenible.
3) Desarrollar el “business model” de la NAU y movilizar más fondos públicos y privados para apoyar operaciones e iniciativas urbanas integrales que materialicen la NAU. El mayor esfuerzo para 2019 está en apoyar y consolidar equipos capaces de estructurar operaciones e iniciativas urbanas integrales a escala y con diferentes niveles de complejidad. Para ir a escala, es necesaria una especie de revolución de procesos pequeños y efectivos en comunidades, barrios y ciudades diversas.
4) Desarrollar más mecanismos de seguimiento de la NAU a nivel local. El Indice de Prosperidad Urbana es una de las herramientas disponibles para ello y amerita una mayor promoción y divulgación.
5) Comunicar, comunicar y comunicar. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles este 2019 para contar mejor las historias de impacto transformador de la NAU. Y esto a diferentes públicos y audiencias, utilizando todas las herramientas y recursos técnicos disponibles para el mejor “storytelling” posible.
Este es el esfuerzo técnico que debe estar contextualizado y tener en cuenta las realidades y dinámicas propias de América Latina y el Caribe en un 2019 en el que se prevén crecimientos económicos mediocres a moderados, si bien comprensibles por la coyuntura mundial. Todo esto marcado por acelerados procesos de movilidad humana principalmente desde Venezuela hacia Suramérica y desde Centroamérica hacia Norteamérica. Y con un telón de fondo ya conocido en esta región: Las trampas de la renta media que incluyen la baja productividad urbana; la integración social incompleta en las ciudades con un saldo además de violencias urbanas y exclusiones; y las asimetrías y debilidades en las instituciones locales. Que la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como un proceso que puede ayudar a hacer frente a estos desafíos a la vez que se aprovechan las oportunidades de nuestra región. Tal es el desafío en 2019.
Rio de Janeiro, febrero 27 de 2019
6 de febrero de 2019
El legado brasilero en la Nueva Agenda Urbana
En 2016 se promulgó en la reunión de Habitat III en Quito, Ecuador, la Nueva Agenda Urbana. Fue un documento de referencia para darle marco a la acción. Hoy cuenta ya con un Plan Regional, liderado desde CEPAL y ONU-Habitat a solicitud de los Ministros de Desarrollo Urbano y Vivienda de América Latina y el Caribe agrupados en MINURVI. Cuenta también con la iniciativa de plataformas a la Nueva Agenda Urbana que permitirá hacer seguimiento y al mismo tiempo apoyar su implementación. En la construcción de dicha carta de navegación urbana, América Latina contribuyó de manera importante a partir de sus experiencias, de sus logros en algunas ciudades, de sus avances en política pública nacional y en sistemas de referencia legal e institucional, de sus impulsos en política pública. También contribuyó con sus aspiraciones y sueños, muchos de ellos aún por escalar.
Ciudades como Curitiba, Buenos Aires, Montevideo, Rosario, Quito, Guayaquil, Bogotá, Medellín, Aguascalientes y muchas más, cuentan todas con ejemplos y casos “piloto” que han sido considerados como inspiraciones y contribuciones sólidas a la discusión que permitió llegar a la Nueva Agenda Urbana global. Esto es cierto en áreas como planificación urbana, espacios públicos, gestión de la pobreza urbana, mejoramiento integral de barrios, etc.
Pero en el campo de marcos institucionales y legales de política pública, es donde tal vez más contribuyó la experiencia latinoamericana a la concepción de la estructura y contenidos de la Nueva Agenda Urbana. Y en ello, Brasil ha sido un referente.
En las últimas dos décadas Brasil construyó un marco legal y normativo robusto orientado a sustentar la implementación efectiva de sus reformas urbanas. De esa manera pudo avanzar en temas como la regularización de tierras, con gran impacto en la posibilidad de brindar oportunidad de mejoramiento a las favelas y asentamientos precarios.
El avance normativo brasilero también permitió implementar instrumentos importantes, como las zonas especiales de interés social (Zeis) que permitieron un marco específico en materia de uso y gestión del suelo para apoyar el desarrollo de vivienda social y por ende un impacto positivo en la reducción de los déficits cuantitativo y cualitativo de vivienda en las ciudades brasileras.
Y hay varios hitos brasileros que han sido ampliamente reconocidos por América Latina y que han contribuido a forjar un imaginario sobre lo que debe ser la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Esto incluye la aprobación del Estatuto de la Ciudad en 2001, la creación de una institucionalidad para las ciudades, en este caso el Ministerio de las Ciudades, en 2003; y la constitución de un órgano plural para facilitar la dialéctica, el intercambio de visiones y la concertación de diferentes actores sobre los temas urbanos, esto es el Consejo de las Ciudades, en 2004. Estos hitos facilitaron el desarrollo de políticas para acompañar a las ciudades en sus desafíos y oportunidades, estableciendo metas en sus planes y previendo importantes inversiones inicialmente en los sectores de saneamiento básico y movilidad urbana, y luego desde 2009 en vivienda social a través del Programa Mi Casa, Mi Vida. Todas estas experiencias han sido objeto de evaluaciones y análisis que han arrojado un acervo importante de orientaciones y lecciones aprendidas. Este activo también contribuye hoy como referente para algunos países en la implementación de la Nueva Agenda Urbana.
Finalmente, Brasil a través de sus instituciones y organizaciones ha impulsado el marco del Derecho a la Ciudad como concepto central de la Nueva Agenda Urbana. El Derecho a la Ciudad propende por una ciudad en la que todos puedan tener acceso a los servicios básicos y el goce de las oportunidades del desarrollo, y disfrutar de ello en libertad. En el leguaje más contemporáneo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Derecho a la Ciudad propende por No Dejar a Nadie Atrás en las Ciudades. Si bien el concepto de Derecho a la Ciudad fue objeto de amplias discusiones durante los trabajos preliminares de Habitat III, logró ser incorporado ya que varios países que lo aceptaron como sinónimo de “Ciudades para todos” .
Será importante que la nueva institucionalidad brasilera en torno al Ministerio de Desarrollo Regional, que integrará las funciones del antiguo Ministerio de las Ciudades, pueda construir sobre lo construido y dar un paso nuevo en acciones, marcos de referencia y aspiraciones para las ciudades brasileras. América Latina toda podría seguir inspirándose de las futuras experiencias brasileras.
Rio de Janeiro, enero 30 de 2019
Ciudades como Curitiba, Buenos Aires, Montevideo, Rosario, Quito, Guayaquil, Bogotá, Medellín, Aguascalientes y muchas más, cuentan todas con ejemplos y casos “piloto” que han sido considerados como inspiraciones y contribuciones sólidas a la discusión que permitió llegar a la Nueva Agenda Urbana global. Esto es cierto en áreas como planificación urbana, espacios públicos, gestión de la pobreza urbana, mejoramiento integral de barrios, etc.
Pero en el campo de marcos institucionales y legales de política pública, es donde tal vez más contribuyó la experiencia latinoamericana a la concepción de la estructura y contenidos de la Nueva Agenda Urbana. Y en ello, Brasil ha sido un referente.
En las últimas dos décadas Brasil construyó un marco legal y normativo robusto orientado a sustentar la implementación efectiva de sus reformas urbanas. De esa manera pudo avanzar en temas como la regularización de tierras, con gran impacto en la posibilidad de brindar oportunidad de mejoramiento a las favelas y asentamientos precarios.
El avance normativo brasilero también permitió implementar instrumentos importantes, como las zonas especiales de interés social (Zeis) que permitieron un marco específico en materia de uso y gestión del suelo para apoyar el desarrollo de vivienda social y por ende un impacto positivo en la reducción de los déficits cuantitativo y cualitativo de vivienda en las ciudades brasileras.
Y hay varios hitos brasileros que han sido ampliamente reconocidos por América Latina y que han contribuido a forjar un imaginario sobre lo que debe ser la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Esto incluye la aprobación del Estatuto de la Ciudad en 2001, la creación de una institucionalidad para las ciudades, en este caso el Ministerio de las Ciudades, en 2003; y la constitución de un órgano plural para facilitar la dialéctica, el intercambio de visiones y la concertación de diferentes actores sobre los temas urbanos, esto es el Consejo de las Ciudades, en 2004. Estos hitos facilitaron el desarrollo de políticas para acompañar a las ciudades en sus desafíos y oportunidades, estableciendo metas en sus planes y previendo importantes inversiones inicialmente en los sectores de saneamiento básico y movilidad urbana, y luego desde 2009 en vivienda social a través del Programa Mi Casa, Mi Vida. Todas estas experiencias han sido objeto de evaluaciones y análisis que han arrojado un acervo importante de orientaciones y lecciones aprendidas. Este activo también contribuye hoy como referente para algunos países en la implementación de la Nueva Agenda Urbana.
Finalmente, Brasil a través de sus instituciones y organizaciones ha impulsado el marco del Derecho a la Ciudad como concepto central de la Nueva Agenda Urbana. El Derecho a la Ciudad propende por una ciudad en la que todos puedan tener acceso a los servicios básicos y el goce de las oportunidades del desarrollo, y disfrutar de ello en libertad. En el leguaje más contemporáneo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Derecho a la Ciudad propende por No Dejar a Nadie Atrás en las Ciudades. Si bien el concepto de Derecho a la Ciudad fue objeto de amplias discusiones durante los trabajos preliminares de Habitat III, logró ser incorporado ya que varios países que lo aceptaron como sinónimo de “Ciudades para todos” .
Será importante que la nueva institucionalidad brasilera en torno al Ministerio de Desarrollo Regional, que integrará las funciones del antiguo Ministerio de las Ciudades, pueda construir sobre lo construido y dar un paso nuevo en acciones, marcos de referencia y aspiraciones para las ciudades brasileras. América Latina toda podría seguir inspirándose de las futuras experiencias brasileras.
Rio de Janeiro, enero 30 de 2019
28 de octubre de 2018
Implementación de la Nueva Agenda Urbana en América Latina: Quo vadis?
En 2016 se promulgó en la reunión de Habitat III en Quito, Ecuador, la Nueva Agenda Urbana. Este documento de referencia es un marco para la acción. Esta acción ha comenzado y hay importantes avances en América Latina y el Caribe. También queda un gran trabajo por hacer para ir a escala en el número de iniciativas y acciones que permiten materializar su potencial.En 2016 se promulgó en la reunión de Habitat III en Quito, Ecuador, la Nueva Agenda Urbana. Este documento de referencia es un marco para la acción. Esta acción ha comenzado y hay importantes avances en América Latina y el Caribe. También queda un gran trabajo por hacer para ir a escala en el número de iniciativas y acciones que permiten materializar su potencial.
Un primer punto a rescatar es que la región “picó en punta” y fue la primera a nivel global en dotarse de un Plan de Acción Regional para la implementación de la Nueva Agenda Urbana. En efecto, MINURVI (la Asamblea Regional de Ministros de Desarrollo Urbano y Vivienda) solicitó a agencias de la ONU (ONU-Habitat y CEPAL) liderar un proceso para su configuración. Con más de 200 expertos participando, el plan fue lanzado inicialmente en 2017 y validado durante el Foro Urbano Mundial de Kuala Lumpur, Malasia, al inicio de 2018. Además, el Caribe tomo la iniciativa para realizar un plan sub-regional y más recientemente Centro América ha anunciado que va por el mismo camino.
En este marco, varios países han emprendido Políticas Nacionales Urbanas de Nueva Generación (Ej. Argentina y Bolivia), revisiones de sus marcos legales urbanos (Ej. México y Ecuador), fortalecimiento del marco de planificación urbana y territorial (Ej. Costa Rica, Cuba), adaptaciones del marco de inversiones en el territorio (Ej. Costa Rica, El Salvador, República Dominicana apoyados por el Banco Centroamericano de Integración Económica). Y una cantidad importante de ciudades han avanzado en la elaboración de planes explícitos para aplicar la nueva agenda urbana a nivel local (Ej. Zapopan, Querétaro, Mérida, San Salvador, San José, Santo Domingo, Bucaramanga, Cuenca, etc.). Se cuentan además iniciativas tendientes a consolidar el proceso de implementación: Ecosistema de Fondos para el Desarrollo Urbano Sostenible (Mercociudades), Plataforma Urbana y de las Ciudades para monitorear la implementación (CEPAL, ONU-Habitat, MINURVI), diálogo regional sobre Nueva Agenda Urbana y accesibilidad universal (colectivo World Enabled, GAATES); plataforma de jóvenes por la Nueva Agenda Urbana (Techo et al), entre otras.
En suma, la Nueva Agenda Urbana ya ha generado una dinámica nueva en la región y en general conectada a la Agenda 2030. Por ello, no pocos han adoptado la idea de utilizar la NAU como un acelerador de los ODSs en las ciudades. Esta perspectiva no solo es innovadora, sino también eficiente en la medida en que las ciudades podrán obtener resultados en la aplicación de ambas agendas globales y orientar mejor tanto su desarrollo y como la inversión pública. Ahora bien, todo esto debe ser consolidado y desarrollado exponencialmente si se quiere tener efecto y resultados a escala en la transformación real de ciudades y barrios. No hay que olvidar que América Latina sigue presentando niveles inaceptables de desigualdad que afectan el desarrollo sostenible de sus cerca de 18.000 municipios. El reto sigue siendo ir a escala, involucrar a todos los actores de la sociedad y poder financiar una diversidad de programas, iniciativas y operaciones de la NAU. Para esto se requiere más innovación que permita enfrentar las trampas propias de las economías en transición propias de América Latina: La trampa de la baja productividad urbana, la trampa de la integración social incompleta en las ciudades, la trampa de las asimetrías y debilidades en las instituciones locales.
Un nuevo marco de trabajo propuesto por CEPAL, Unión Europea y OCDE ha aparecido para relanzar las modalidades de cooperación internacional con economías en transición latinoamericanas que presentan estas patologías. La perspectiva de la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como una que puede ayudar a acelerar la adaptación de la región a su nueva realidad de renta media al tiempo que se impulsa la innovación urbana.
Al día de hoy también cabe decir que esto podrá funcionar en la medida en que se proyecte para ser construido con, y apropiado por, la ciudadanía. Esto es condición sine qua non. Y como todo cambia, también es necesario que la Nueva Agenda Urbana se pueda adaptar para absorber la nueva ola migratoria regional producto de las crisis políticas de última generación en algunos países. Queda también por esperar que la vida en las ciudades no se vea afectada por los nuevos tiempos políticos de la región que parecen querer revivir viejos autoritarismos superados 30-40 años atrás.
Río de Janeiro, Octubre 26 2018
Un primer punto a rescatar es que la región “picó en punta” y fue la primera a nivel global en dotarse de un Plan de Acción Regional para la implementación de la Nueva Agenda Urbana. En efecto, MINURVI (la Asamblea Regional de Ministros de Desarrollo Urbano y Vivienda) solicitó a agencias de la ONU (ONU-Habitat y CEPAL) liderar un proceso para su configuración. Con más de 200 expertos participando, el plan fue lanzado inicialmente en 2017 y validado durante el Foro Urbano Mundial de Kuala Lumpur, Malasia, al inicio de 2018. Además, el Caribe tomo la iniciativa para realizar un plan sub-regional y más recientemente Centro América ha anunciado que va por el mismo camino.
En este marco, varios países han emprendido Políticas Nacionales Urbanas de Nueva Generación (Ej. Argentina y Bolivia), revisiones de sus marcos legales urbanos (Ej. México y Ecuador), fortalecimiento del marco de planificación urbana y territorial (Ej. Costa Rica, Cuba), adaptaciones del marco de inversiones en el territorio (Ej. Costa Rica, El Salvador, República Dominicana apoyados por el Banco Centroamericano de Integración Económica). Y una cantidad importante de ciudades han avanzado en la elaboración de planes explícitos para aplicar la nueva agenda urbana a nivel local (Ej. Zapopan, Querétaro, Mérida, San Salvador, San José, Santo Domingo, Bucaramanga, Cuenca, etc.). Se cuentan además iniciativas tendientes a consolidar el proceso de implementación: Ecosistema de Fondos para el Desarrollo Urbano Sostenible (Mercociudades), Plataforma Urbana y de las Ciudades para monitorear la implementación (CEPAL, ONU-Habitat, MINURVI), diálogo regional sobre Nueva Agenda Urbana y accesibilidad universal (colectivo World Enabled, GAATES); plataforma de jóvenes por la Nueva Agenda Urbana (Techo et al), entre otras.
En suma, la Nueva Agenda Urbana ya ha generado una dinámica nueva en la región y en general conectada a la Agenda 2030. Por ello, no pocos han adoptado la idea de utilizar la NAU como un acelerador de los ODSs en las ciudades. Esta perspectiva no solo es innovadora, sino también eficiente en la medida en que las ciudades podrán obtener resultados en la aplicación de ambas agendas globales y orientar mejor tanto su desarrollo y como la inversión pública. Ahora bien, todo esto debe ser consolidado y desarrollado exponencialmente si se quiere tener efecto y resultados a escala en la transformación real de ciudades y barrios. No hay que olvidar que América Latina sigue presentando niveles inaceptables de desigualdad que afectan el desarrollo sostenible de sus cerca de 18.000 municipios. El reto sigue siendo ir a escala, involucrar a todos los actores de la sociedad y poder financiar una diversidad de programas, iniciativas y operaciones de la NAU. Para esto se requiere más innovación que permita enfrentar las trampas propias de las economías en transición propias de América Latina: La trampa de la baja productividad urbana, la trampa de la integración social incompleta en las ciudades, la trampa de las asimetrías y debilidades en las instituciones locales.
Un nuevo marco de trabajo propuesto por CEPAL, Unión Europea y OCDE ha aparecido para relanzar las modalidades de cooperación internacional con economías en transición latinoamericanas que presentan estas patologías. La perspectiva de la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como una que puede ayudar a acelerar la adaptación de la región a su nueva realidad de renta media al tiempo que se impulsa la innovación urbana.
Al día de hoy también cabe decir que esto podrá funcionar en la medida en que se proyecte para ser construido con, y apropiado por, la ciudadanía. Esto es condición sine qua non. Y como todo cambia, también es necesario que la Nueva Agenda Urbana se pueda adaptar para absorber la nueva ola migratoria regional producto de las crisis políticas de última generación en algunos países. Queda también por esperar que la vida en las ciudades no se vea afectada por los nuevos tiempos políticos de la región que parecen querer revivir viejos autoritarismos superados 30-40 años atrás.
Río de Janeiro, Octubre 26 2018
3 de enero de 2018
Por una cultura positiva y de esperanza
En 2009 interrumpí uno de los ejercicios que más me gustan: Escribir regularmente un blog, a manera de columna, para compartir ideas y pareceres, para aventurar propuestas y proyectar perspectivas surgidas de mis actividades, principalmente locales. El ejercicio duró unos tres años y me permitió intercambiar con personas cercanas y menos cercanas, sobre todo con aquellos que piensan diferente. Lo interrumpí al comenzar mi nueva vida en el servicio público internacional que es la ONU. Consideré que era momento de una pausa para dedicar más tiempo a las nuevas tareas y escenarios. Además pensé que era un acto de responsabilidad escribir menos sobre mi entorno cuando iba a estar alejado de la adrenalina del día a día.
Llegada la abstinencia bloguera al inicio de 2018, he decidido retomar el ejercicio, para volver a compartir ideas y pareceres por esta vía, para seguir aventurando propuestas y proyectando perspectivas, seguramente muy influenciadas por casi diez años de recorrido por muchos países y de constatar que las ciudades del mundo cada vez más están ganando nuevos espacios en la mesa de las decisiones globales. Lo que se decide (o no) y se hace (o no) en las ciudades, tiene cada vez más incidencia en el debate y en las agendas globales y regionales. Serán clave, aún sin advertirlo, no solamente las vivencias de estos años, sino también las conversaciones con líderes locales y con ciudadanos de a pie de América Latina y del mundo.
Y para completar el marco que me moverá, también estaré más influenciado por mis logros y mis frustraciones; por la creciente curiosidad por los misterios del comportamiento humano y por la indeclinable convicción de que el futuro personal, familiar y de la sociedad, depende al final del día de tres capacidades: De nuestra capacidad de hacer, de nuestra capacidad de dar significado a nuestros fracasos y de nuestra capacidad de llenarnos de razones para impulsar posiciones positivas y activas frente a los retos y las oportunidades de nuestra sociedad.
Y retomaré donde dejé. En diciembre de 2009 escribí sobre la necesidad (el deseo) de una cultura de esperanza en medio de un orden mundial en proceso de cambio. El cambio climático se ha confirmado como marco. Las guerras han cambiado de intensidad y ligeramente su geografía, pero siguen. Acabamos de pasar un período de recesión y seguimos esperanzados en el comportamiento de las economías emergentes, más allá de Brasil, México, Nigeria, Suráfrica, India y China. Peto tal vez, lo que más se ha confirmado de mi escrito de 2009, es que el motor del cambio, local o global, siguen siendo las emociones y la explotación de estas emociones. Emociones que, como el colesterol, las hay buenas y malas.
Las emociones y los sentimientos han seguido motivando decisiones nacionales y locales. Brexit, elecciones estadounidenses, votaciones catalanas, plebiscito de paz en Colombia, etc. Las sociedades siguen preguntándose por su identidad y por su futuro. Y los medios de comunicación y las redes, siguen no solamente difundiendo, sino acelerando y dando impulso a sentimientos y emociones. Seguimos constatando que muchos comportamientos colectivos e individuales que explican conflictos, se sustentan en sentimientos de humillación y o de miedo. Quien ha experimentado humillación, pierde confianza e identidad y es más propenso a alienarse con movimientos que promueven la venganza, la rabia y la intolerancia. Quien ha experimentado el miedo es más propenso a apoyar propuestas que promueven la desconfianza, la represión o el aislamiento.
No hay que bajar los brazos para pasar la página y construir escenarios locales, nacionales y globales donde la esperanza y el pensamiento positivo sean la esencia. Es necesario acabar con el pesimismo reinante y contribuir a la construcción de esperanza de manera sistemática y sistémica. Y eso no se logra sólo con la sola idea del optimista naif que piensa simplemente espera que mañana sea mejor. Se logra con la acción del positivo que piensa que mañana puede ser mejor y que hay que actuar en consecuencia para ello. Mi invitación, que no sólo mi deseo, para América Latina y el Caribe en 2018 es que actuemos en consecuencia y hagamos cosas concretas en las ciudades y las regiones que hagan posible esa cultura positiva y de esperanza. Seguimos.
Rio de Janeiro, Enero 3 de 2018
Llegada la abstinencia bloguera al inicio de 2018, he decidido retomar el ejercicio, para volver a compartir ideas y pareceres por esta vía, para seguir aventurando propuestas y proyectando perspectivas, seguramente muy influenciadas por casi diez años de recorrido por muchos países y de constatar que las ciudades del mundo cada vez más están ganando nuevos espacios en la mesa de las decisiones globales. Lo que se decide (o no) y se hace (o no) en las ciudades, tiene cada vez más incidencia en el debate y en las agendas globales y regionales. Serán clave, aún sin advertirlo, no solamente las vivencias de estos años, sino también las conversaciones con líderes locales y con ciudadanos de a pie de América Latina y del mundo.
Y para completar el marco que me moverá, también estaré más influenciado por mis logros y mis frustraciones; por la creciente curiosidad por los misterios del comportamiento humano y por la indeclinable convicción de que el futuro personal, familiar y de la sociedad, depende al final del día de tres capacidades: De nuestra capacidad de hacer, de nuestra capacidad de dar significado a nuestros fracasos y de nuestra capacidad de llenarnos de razones para impulsar posiciones positivas y activas frente a los retos y las oportunidades de nuestra sociedad.
Y retomaré donde dejé. En diciembre de 2009 escribí sobre la necesidad (el deseo) de una cultura de esperanza en medio de un orden mundial en proceso de cambio. El cambio climático se ha confirmado como marco. Las guerras han cambiado de intensidad y ligeramente su geografía, pero siguen. Acabamos de pasar un período de recesión y seguimos esperanzados en el comportamiento de las economías emergentes, más allá de Brasil, México, Nigeria, Suráfrica, India y China. Peto tal vez, lo que más se ha confirmado de mi escrito de 2009, es que el motor del cambio, local o global, siguen siendo las emociones y la explotación de estas emociones. Emociones que, como el colesterol, las hay buenas y malas.
Las emociones y los sentimientos han seguido motivando decisiones nacionales y locales. Brexit, elecciones estadounidenses, votaciones catalanas, plebiscito de paz en Colombia, etc. Las sociedades siguen preguntándose por su identidad y por su futuro. Y los medios de comunicación y las redes, siguen no solamente difundiendo, sino acelerando y dando impulso a sentimientos y emociones. Seguimos constatando que muchos comportamientos colectivos e individuales que explican conflictos, se sustentan en sentimientos de humillación y o de miedo. Quien ha experimentado humillación, pierde confianza e identidad y es más propenso a alienarse con movimientos que promueven la venganza, la rabia y la intolerancia. Quien ha experimentado el miedo es más propenso a apoyar propuestas que promueven la desconfianza, la represión o el aislamiento.
No hay que bajar los brazos para pasar la página y construir escenarios locales, nacionales y globales donde la esperanza y el pensamiento positivo sean la esencia. Es necesario acabar con el pesimismo reinante y contribuir a la construcción de esperanza de manera sistemática y sistémica. Y eso no se logra sólo con la sola idea del optimista naif que piensa simplemente espera que mañana sea mejor. Se logra con la acción del positivo que piensa que mañana puede ser mejor y que hay que actuar en consecuencia para ello. Mi invitación, que no sólo mi deseo, para América Latina y el Caribe en 2018 es que actuemos en consecuencia y hagamos cosas concretas en las ciudades y las regiones que hagan posible esa cultura positiva y de esperanza. Seguimos.
Rio de Janeiro, Enero 3 de 2018
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