Uno de los planteamientos más importante de la Nueva Agenda Urbana ha sido que la urbanización, cuando está bien planificada, impacta positivamente el crecimiento económico, el desarrollo social y la adaptación al cambio climático. América Latina está llena de buenas intervenciones realizadas puntualmente en momentos y espacios específicos de algunas ciudades: Curitiba, Quito, Montevideo, Buenos Aires, Guayaquil, Medellín, Bogotá, Montería, Zapopan, Aguascalientes, Ciudad Juárez, Sao Paulo, Maringá, Recife, etc. Muchos de estos ejemplos en realidad materializan los planteamientos de la Nueva Agenda Urbana.
Las bases de datos globales de ONU-Habitat sobre buenas prácticas han mostrado por mucho tiempo a la región contribuyendo de manera importante, y en algunos casos llegando a un impresionante 40% de los casos. Un dato para imaginar que la realidad urbana de la región conoce momentos de apogeo. Pero un caminante desprevenido al pasar por ciudades de la región, podrá rápidamente notar que las buenas prácticas, no han sido suficientes para transformar estructuralmente la realidad. Falta mucho por hacer en nuestras ciudades. Falta mucho para ir a escala y para que las buenas prácticas urbanas se multipliquen en la región y podamos constatar un impacto positivo extendido y durable de la política, la gestión y la financiación de intervenciones urbanas en las cerca de 17.000 municipalidades y niveles subnacionales de la región. Al fin y al cabo, de lo que se trata con la Nueva Agenda Urbana es de lograr una revolución de pequeñas transformaciones, cotidianas y efectivas, en todas nuestras comunidades y barrios. Y me refiero a transformaciones integrales: de territorios, de economías y de vidas.
Hay mucho potencial, pero no está potenciado. Hay que construir sobre lo construido y avanzar de manera estructurada y robusta en la implementación de la Nueva Agenda Urbana, así como de la Agenda 2030 en las ciudades. Y un camino potencial es crear las condiciones para un “gran impulso urbano” en la región.
Desde la Cepal, su Secretaria Ejecutiva Alicia Bárcena y Jose Luis Samaniego han propuesto a la región avanzar hacia un Gran Impulso Ambiental. Y tiene sentido. Paul Rosenstein-Rodan propuso en 1943 la teoría del “gran impulso” (“big push”) pensando en la necesidad de dedicar una concentración de recursos de diferente tipo a sectores y objetivos bien estructurados, como condición necesaria para que pudiera darse un salto importante en los niveles de desarrollo en un país o una región determinados. En palabras simples, para tener éxito en impulsar el desarrollo, muchas cosas tienen que ocurrir al mismo tiempo y de manera articulada. En términos más formales, se requiere una trayectoria convergente de multiplicidad de actores, sectores e inversiones, producto de una reorientación coordinada de políticas públicas, inversiones, regulaciones, régimen de impuestos, etc., todo apoyado por sistemas de incentivos apropiada y con cantidad de acciones positivas y alineadas.
Lo anterior también puede inspirar al sector territorial y urbano. En ese sentido, por qué no pensar en un “gran impulso urbano” para América Latina y el Caribe? Es posible. Contamos con los elementos y sabemos muchas cosas.
Contamos con la Nueva Agenda Urbana y con la Agenda 2030. Contamos un Plan de Acción Regional para su implementación. Contamos con multiplicidad de actores y redes participativas regionales muy comprometidas en diferentes temas urbanos (vivienda, mejoramiento de barrios, jóvenes por la ciudad, empoderamiento de mujeres, seguridad urbana, desarrollo económico local, personas con discapacidad, tercera edad, cambio climático, movilidad, ciudades fronterizas, ciudades inteligentes, etc.). Contamos con la sensibilidad de muchos actores estatales, de la sociedad civil y de la academia.
Además, sabemos que una intervención urbana bien diseñada tiene impactos positivos en vidas cotidianas, en adaptación al cambio climático y en economías. Sabemos de los impactos multidimensionales cuando trabajamos con aproximación urbana integrada. Sabemos que las operaciones urbanas mixtas son más rentables. Sabemos que tenemos no pocos y muy buenos ejemplos inspiradores. Sabemos que las ciudades son complementarias y funcionan como sistema de ciudades, que son centrales en la economía, que albergan alrededor de 80% de la población latinoamericana. Sabemos que existe un nexo urbano-rural muy claro.
Y sabemos algo de lo que no sabemos. Por ejemplo, sabemos que la urbanización en América Latina y el Caribe no ha estado acompañada de incrementos en la productividad (a comparación de Asia) y no sabemos bien por qué. Sabemos que podemos disminuir pobreza como en la década de 2000, pero que no sabemos hacerlo generando valor agregado urbano.
Sabemos que la situación urbana actual en la región resulta ineficiente y que se debe romper el círculo vicioso de la urbanización insostenible.
Cabe buscar un cambio progresivo en la región sobre la base de un impulso urbano que realmente contribuya simultáneamente al crecimiento económico y la productividad, aumente la incorporación de conocimiento en la producción de la ciudad, garantice inclusión social, permita superar la segregación socio-espacial y prepare a los territorios urbanos para contribuir menos al cambio climático y ser más resilientes.
Se trata de un gran impulso urbano que lance una nueva tendencia de desarrollo urbano sostenible en América Latina y el Caribe, a través de un conjunto de claras, coherentes y continuadas políticas públicas, sin las cuales las inversiones, tasas, regulaciones, precios, estándares, entrenamientos, decisiones y otros componentes del gran impulso no van a seguir una trayectoria de innovaciones, transformaciones y logros a escala. Hay motivos para ser optimisa con ello. Manos a la obra!.
Río de Janeiro, junio 1ro de 2019
Mis opiniones sobre temas territoriales, urbanos, sociales, políticos e institucionales.
5 de junio de 2019
4 de marzo de 2019
2019: Para seguir avanzando en la implementación de la Nueva Agenda Urbana en América Latina
En 2018 la región avanzó. Desde una mirada a 18 mil pies de altura, la región cuenta ya con un proceso de articulación que cubre todo el continente y que está liderado por la ONU y por MINURVI, la asamblea regional de ministras y ministros de vivienda y desarrollo urbano. Además, se está construyendo una plataforma regional para el seguimiento de las transformaciones socio-económicas que genere la implementación y, lo que es importante para las instituciones nacionales y locales, se está integrando cada vez más la Nueva Agenda Urbana-NAU con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Lo anterior es loable y ha generado procesos conscientes y concretos de apropiación de la NAU a nivel nacional en países como Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, México, Haití y República Dominicana entre otros. MINURVI como foro de cooperación regional espacio regional jugó un papel crucial en 2018 bajo la presidencia de Argentina. Y ya en 2018 con la presidencia de Costa Rica está desarrollando pasos concretos para avanzar: Consolidando bases de indicadores clave, iniciando un proceso de negociación de un acuerdo regional vinculante sobre temas urbanos, articulando con los ODS, etc. Todo apunta a que el próximo Octubre Urbano, durante la Asamblea de MINURVI y la Conferencia de las Ciudades de CEPAL/ONU-Habitat, será posible constatar un buen avance regional.
Dicho lo anterior, hay que seguir bajando a nivel de la “trinchera” y constatar que los niveles de implementación local de la NAU aún tienen mucho por avanzar. Durante 2019 debería poder trabajarse en los temas clave para que en los próximos años sea posible una transformación a escala:
1) Mas comunicación y sensibilización sobre la NAU. Que todos los municipios sepan que existe. Que todos conozcan porqué es importante. Que todos queden motivados para integrarla en su gestión. Que todos conozcan el Plan de Acción Regional para la implementación. En esta tarea la alianza con las asociaciones regionales de municipios y ciudades es crítica: FLACMA, Mercociudades, Red ALLAS, UCCI.
2) Mayor disponibilización de herramientas para la implementación local. Entidades regionales y nacionales deben avanzar en poner a disposición de metodologías y posibilidades de capacitación y de intercambio sobre buenas prácticas que muestren la relevancia de una cadena de valor de la urbanización sostenible.
3) Desarrollar el “business model” de la NAU y movilizar más fondos públicos y privados para apoyar operaciones e iniciativas urbanas integrales que materialicen la NAU. El mayor esfuerzo para 2019 está en apoyar y consolidar equipos capaces de estructurar operaciones e iniciativas urbanas integrales a escala y con diferentes niveles de complejidad. Para ir a escala, es necesaria una especie de revolución de procesos pequeños y efectivos en comunidades, barrios y ciudades diversas.
4) Desarrollar más mecanismos de seguimiento de la NAU a nivel local. El Indice de Prosperidad Urbana es una de las herramientas disponibles para ello y amerita una mayor promoción y divulgación.
5) Comunicar, comunicar y comunicar. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles este 2019 para contar mejor las historias de impacto transformador de la NAU. Y esto a diferentes públicos y audiencias, utilizando todas las herramientas y recursos técnicos disponibles para el mejor “storytelling” posible.
Este es el esfuerzo técnico que debe estar contextualizado y tener en cuenta las realidades y dinámicas propias de América Latina y el Caribe en un 2019 en el que se prevén crecimientos económicos mediocres a moderados, si bien comprensibles por la coyuntura mundial. Todo esto marcado por acelerados procesos de movilidad humana principalmente desde Venezuela hacia Suramérica y desde Centroamérica hacia Norteamérica. Y con un telón de fondo ya conocido en esta región: Las trampas de la renta media que incluyen la baja productividad urbana; la integración social incompleta en las ciudades con un saldo además de violencias urbanas y exclusiones; y las asimetrías y debilidades en las instituciones locales. Que la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como un proceso que puede ayudar a hacer frente a estos desafíos a la vez que se aprovechan las oportunidades de nuestra región. Tal es el desafío en 2019.
Rio de Janeiro, febrero 27 de 2019
Lo anterior es loable y ha generado procesos conscientes y concretos de apropiación de la NAU a nivel nacional en países como Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, México, Haití y República Dominicana entre otros. MINURVI como foro de cooperación regional espacio regional jugó un papel crucial en 2018 bajo la presidencia de Argentina. Y ya en 2018 con la presidencia de Costa Rica está desarrollando pasos concretos para avanzar: Consolidando bases de indicadores clave, iniciando un proceso de negociación de un acuerdo regional vinculante sobre temas urbanos, articulando con los ODS, etc. Todo apunta a que el próximo Octubre Urbano, durante la Asamblea de MINURVI y la Conferencia de las Ciudades de CEPAL/ONU-Habitat, será posible constatar un buen avance regional.
Dicho lo anterior, hay que seguir bajando a nivel de la “trinchera” y constatar que los niveles de implementación local de la NAU aún tienen mucho por avanzar. Durante 2019 debería poder trabajarse en los temas clave para que en los próximos años sea posible una transformación a escala:
1) Mas comunicación y sensibilización sobre la NAU. Que todos los municipios sepan que existe. Que todos conozcan porqué es importante. Que todos queden motivados para integrarla en su gestión. Que todos conozcan el Plan de Acción Regional para la implementación. En esta tarea la alianza con las asociaciones regionales de municipios y ciudades es crítica: FLACMA, Mercociudades, Red ALLAS, UCCI.
2) Mayor disponibilización de herramientas para la implementación local. Entidades regionales y nacionales deben avanzar en poner a disposición de metodologías y posibilidades de capacitación y de intercambio sobre buenas prácticas que muestren la relevancia de una cadena de valor de la urbanización sostenible.
3) Desarrollar el “business model” de la NAU y movilizar más fondos públicos y privados para apoyar operaciones e iniciativas urbanas integrales que materialicen la NAU. El mayor esfuerzo para 2019 está en apoyar y consolidar equipos capaces de estructurar operaciones e iniciativas urbanas integrales a escala y con diferentes niveles de complejidad. Para ir a escala, es necesaria una especie de revolución de procesos pequeños y efectivos en comunidades, barrios y ciudades diversas.
4) Desarrollar más mecanismos de seguimiento de la NAU a nivel local. El Indice de Prosperidad Urbana es una de las herramientas disponibles para ello y amerita una mayor promoción y divulgación.
5) Comunicar, comunicar y comunicar. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles este 2019 para contar mejor las historias de impacto transformador de la NAU. Y esto a diferentes públicos y audiencias, utilizando todas las herramientas y recursos técnicos disponibles para el mejor “storytelling” posible.
Este es el esfuerzo técnico que debe estar contextualizado y tener en cuenta las realidades y dinámicas propias de América Latina y el Caribe en un 2019 en el que se prevén crecimientos económicos mediocres a moderados, si bien comprensibles por la coyuntura mundial. Todo esto marcado por acelerados procesos de movilidad humana principalmente desde Venezuela hacia Suramérica y desde Centroamérica hacia Norteamérica. Y con un telón de fondo ya conocido en esta región: Las trampas de la renta media que incluyen la baja productividad urbana; la integración social incompleta en las ciudades con un saldo además de violencias urbanas y exclusiones; y las asimetrías y debilidades en las instituciones locales. Que la implementación de la Nueva Agenda Urbana aparece como un proceso que puede ayudar a hacer frente a estos desafíos a la vez que se aprovechan las oportunidades de nuestra región. Tal es el desafío en 2019.
Rio de Janeiro, febrero 27 de 2019
6 de febrero de 2019
El legado brasilero en la Nueva Agenda Urbana
En 2016 se promulgó en la reunión de Habitat III en Quito, Ecuador, la Nueva Agenda Urbana. Fue un documento de referencia para darle marco a la acción. Hoy cuenta ya con un Plan Regional, liderado desde CEPAL y ONU-Habitat a solicitud de los Ministros de Desarrollo Urbano y Vivienda de América Latina y el Caribe agrupados en MINURVI. Cuenta también con la iniciativa de plataformas a la Nueva Agenda Urbana que permitirá hacer seguimiento y al mismo tiempo apoyar su implementación. En la construcción de dicha carta de navegación urbana, América Latina contribuyó de manera importante a partir de sus experiencias, de sus logros en algunas ciudades, de sus avances en política pública nacional y en sistemas de referencia legal e institucional, de sus impulsos en política pública. También contribuyó con sus aspiraciones y sueños, muchos de ellos aún por escalar.
Ciudades como Curitiba, Buenos Aires, Montevideo, Rosario, Quito, Guayaquil, Bogotá, Medellín, Aguascalientes y muchas más, cuentan todas con ejemplos y casos “piloto” que han sido considerados como inspiraciones y contribuciones sólidas a la discusión que permitió llegar a la Nueva Agenda Urbana global. Esto es cierto en áreas como planificación urbana, espacios públicos, gestión de la pobreza urbana, mejoramiento integral de barrios, etc.
Pero en el campo de marcos institucionales y legales de política pública, es donde tal vez más contribuyó la experiencia latinoamericana a la concepción de la estructura y contenidos de la Nueva Agenda Urbana. Y en ello, Brasil ha sido un referente.
En las últimas dos décadas Brasil construyó un marco legal y normativo robusto orientado a sustentar la implementación efectiva de sus reformas urbanas. De esa manera pudo avanzar en temas como la regularización de tierras, con gran impacto en la posibilidad de brindar oportunidad de mejoramiento a las favelas y asentamientos precarios.
El avance normativo brasilero también permitió implementar instrumentos importantes, como las zonas especiales de interés social (Zeis) que permitieron un marco específico en materia de uso y gestión del suelo para apoyar el desarrollo de vivienda social y por ende un impacto positivo en la reducción de los déficits cuantitativo y cualitativo de vivienda en las ciudades brasileras.
Y hay varios hitos brasileros que han sido ampliamente reconocidos por América Latina y que han contribuido a forjar un imaginario sobre lo que debe ser la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Esto incluye la aprobación del Estatuto de la Ciudad en 2001, la creación de una institucionalidad para las ciudades, en este caso el Ministerio de las Ciudades, en 2003; y la constitución de un órgano plural para facilitar la dialéctica, el intercambio de visiones y la concertación de diferentes actores sobre los temas urbanos, esto es el Consejo de las Ciudades, en 2004. Estos hitos facilitaron el desarrollo de políticas para acompañar a las ciudades en sus desafíos y oportunidades, estableciendo metas en sus planes y previendo importantes inversiones inicialmente en los sectores de saneamiento básico y movilidad urbana, y luego desde 2009 en vivienda social a través del Programa Mi Casa, Mi Vida. Todas estas experiencias han sido objeto de evaluaciones y análisis que han arrojado un acervo importante de orientaciones y lecciones aprendidas. Este activo también contribuye hoy como referente para algunos países en la implementación de la Nueva Agenda Urbana.
Finalmente, Brasil a través de sus instituciones y organizaciones ha impulsado el marco del Derecho a la Ciudad como concepto central de la Nueva Agenda Urbana. El Derecho a la Ciudad propende por una ciudad en la que todos puedan tener acceso a los servicios básicos y el goce de las oportunidades del desarrollo, y disfrutar de ello en libertad. En el leguaje más contemporáneo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Derecho a la Ciudad propende por No Dejar a Nadie Atrás en las Ciudades. Si bien el concepto de Derecho a la Ciudad fue objeto de amplias discusiones durante los trabajos preliminares de Habitat III, logró ser incorporado ya que varios países que lo aceptaron como sinónimo de “Ciudades para todos” .
Será importante que la nueva institucionalidad brasilera en torno al Ministerio de Desarrollo Regional, que integrará las funciones del antiguo Ministerio de las Ciudades, pueda construir sobre lo construido y dar un paso nuevo en acciones, marcos de referencia y aspiraciones para las ciudades brasileras. América Latina toda podría seguir inspirándose de las futuras experiencias brasileras.
Rio de Janeiro, enero 30 de 2019
Ciudades como Curitiba, Buenos Aires, Montevideo, Rosario, Quito, Guayaquil, Bogotá, Medellín, Aguascalientes y muchas más, cuentan todas con ejemplos y casos “piloto” que han sido considerados como inspiraciones y contribuciones sólidas a la discusión que permitió llegar a la Nueva Agenda Urbana global. Esto es cierto en áreas como planificación urbana, espacios públicos, gestión de la pobreza urbana, mejoramiento integral de barrios, etc.
Pero en el campo de marcos institucionales y legales de política pública, es donde tal vez más contribuyó la experiencia latinoamericana a la concepción de la estructura y contenidos de la Nueva Agenda Urbana. Y en ello, Brasil ha sido un referente.
En las últimas dos décadas Brasil construyó un marco legal y normativo robusto orientado a sustentar la implementación efectiva de sus reformas urbanas. De esa manera pudo avanzar en temas como la regularización de tierras, con gran impacto en la posibilidad de brindar oportunidad de mejoramiento a las favelas y asentamientos precarios.
El avance normativo brasilero también permitió implementar instrumentos importantes, como las zonas especiales de interés social (Zeis) que permitieron un marco específico en materia de uso y gestión del suelo para apoyar el desarrollo de vivienda social y por ende un impacto positivo en la reducción de los déficits cuantitativo y cualitativo de vivienda en las ciudades brasileras.
Y hay varios hitos brasileros que han sido ampliamente reconocidos por América Latina y que han contribuido a forjar un imaginario sobre lo que debe ser la implementación de la Nueva Agenda Urbana. Esto incluye la aprobación del Estatuto de la Ciudad en 2001, la creación de una institucionalidad para las ciudades, en este caso el Ministerio de las Ciudades, en 2003; y la constitución de un órgano plural para facilitar la dialéctica, el intercambio de visiones y la concertación de diferentes actores sobre los temas urbanos, esto es el Consejo de las Ciudades, en 2004. Estos hitos facilitaron el desarrollo de políticas para acompañar a las ciudades en sus desafíos y oportunidades, estableciendo metas en sus planes y previendo importantes inversiones inicialmente en los sectores de saneamiento básico y movilidad urbana, y luego desde 2009 en vivienda social a través del Programa Mi Casa, Mi Vida. Todas estas experiencias han sido objeto de evaluaciones y análisis que han arrojado un acervo importante de orientaciones y lecciones aprendidas. Este activo también contribuye hoy como referente para algunos países en la implementación de la Nueva Agenda Urbana.
Finalmente, Brasil a través de sus instituciones y organizaciones ha impulsado el marco del Derecho a la Ciudad como concepto central de la Nueva Agenda Urbana. El Derecho a la Ciudad propende por una ciudad en la que todos puedan tener acceso a los servicios básicos y el goce de las oportunidades del desarrollo, y disfrutar de ello en libertad. En el leguaje más contemporáneo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Derecho a la Ciudad propende por No Dejar a Nadie Atrás en las Ciudades. Si bien el concepto de Derecho a la Ciudad fue objeto de amplias discusiones durante los trabajos preliminares de Habitat III, logró ser incorporado ya que varios países que lo aceptaron como sinónimo de “Ciudades para todos” .
Será importante que la nueva institucionalidad brasilera en torno al Ministerio de Desarrollo Regional, que integrará las funciones del antiguo Ministerio de las Ciudades, pueda construir sobre lo construido y dar un paso nuevo en acciones, marcos de referencia y aspiraciones para las ciudades brasileras. América Latina toda podría seguir inspirándose de las futuras experiencias brasileras.
Rio de Janeiro, enero 30 de 2019
Suscribirse a:
Entradas (Atom)